... Pensé que se refería a Mota el humorista pues siempre me avisa por lo mucho que me gusta, pero no era él.
Se trataba de un busto parlante que arqueaba constantemente las cejas mientras hablaba como si un hilo invisible tirase de ellas rítmicamente con una cadencia programada. Algo parecía decir con esos arqueos que yo no entendía. El discurso era monótono y ya me parecía haberlo escuchado antes: “el virus no respeta fronteras” “estamos haciendo lo que recomiendan los expertos”. La cara era de preocupación y no era para menos. La lista de muertos por la epidemia no había hecho más que crecer exponencialmente desde hacía veinte días y muchos achacaban el descontrolado incremento a la mala gestión del que ahora estaba delante de los micrófonos.
La llamada a la confianza fue recibida por mí con la misma tranquilidad que pueda tener el pasajero de un avión al que el portavoz de los secuestradores le dice que esté tranquilo, que la tripulación ha muerto y que a pesar de que se han incendiado los motores no hay problema pues el secuestrador de la coleta ha hecho un curso de pilotaje por correspondencia.
La alocución parecía eterna repitiendo siempre lo mismo como si el reproductor de un video grabado hubiese entrado en bucle. A veces parecía algo vivido quince días atrás: “los trabajadores no esenciales tendrán que quedarse en casa”. Como si en estos quince días de confinamiento no hubiera sido así –me dije. Luego reflexioné sobre lo que los expertos podrían suprimir al día siguiente por no considerarlo esencial y sobre los sistemas de control telemático que podrían imponernos con total impunidad escudándose en la pandemia.
Bajé el volumen para prestar más atención a la comunicación no verbal del busto. Sobreactuaba un poco. La cara de preocupación ahora era de miedo. ¿Sería así la expresión de los pilotos cuando piden ayuda por radio? –pensé. Me fijé en los subtítulos y fue cuando lo vi. Justo cuando aparecía en la base de la pantalla “la Unión Europea tiene que estar a la altura… Europa no puede fallar… necesitamos solidaridad… ahora le toca a Europa responder” lo descubrí. Aquel juego de cejas era un mensaje subliminal. ¿Sería Morse? Busqué lápiz y papel y comencé a contar: arqueo rápido, luego otro rápido, luego otro; después uno lento, otro y otro; le siguieron otros tres rápidos. No había duda. Eran letras. Aquel busto parlante estaba diciendo algo. Apunté: “S O S”.