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Las implicaciones geográfico-militares de que Honda y Toyota fabriquen coches eléctricos

Las implicaciones geográfico-militares de que Honda y Toyota fabriquen coches eléctricos

10 Diciembre 2016

Por Félix Ballesteros Rivas
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Son curiosas las formas, a veces muy enrevesadas, en que la tecnología afecta a la Sociedad. En este caso, el que un par de marcas de coches anuncien sus proyectos respecto a la fabricación de coches eléctricos, puede aumentar el nivel de alerta de las fuerzas armadas de medio planeta. ¿Por qué? Vamos a verlo...

Recientemente tanto Honda como Toyota han anunciado que se rinden a la evidencia y van a dejar de resistirse a la implantación del Coche Eléctrico.

Los unos (sin ‘h’, pero con ‘H’), Honda, llevan desde hace años experimentando con las pilas de combustible alimentadas por Hidrógeno y defendiendo la idea de que el Futuro pasa por esa tecnología y el desarrollo de una Economía del Hidrógeno que heredaría la economía del petróleo en la que estamos inmersos.

Los otros, Toyota y sus marcas participadas (Lexus, por ejemplo), han basado su imagen en unos magníficos ‘híbridos’, con incluso alguna tímida incursión en la parcela de los ’híbridos enchufables’ pero de autonomías especialmente escasas.

Pero unos y otros se han estrellado con la realidad de que las pilas de combustible siguen siendo muy pesadas, muy caras y muy frágiles, y que los híbridos son una muy buena opción para muchas situaciones, pero que para los coches más urbanos la propulsión exclusivamente eléctrica es la solución más eficiente y se impondrá más pronto que tarde.

Además, el petróleo escaseará y su precio se disparará en algún momento de las décadas más inmediatas y, para ese día, esas fábricas que tardan décadas en desarrollar nuevas gamas de vehículos y mucho más en cambiar su imagen… tienen que empezar a prepararse hoy mismo para ser conocidos como fabricantes de coches que no necesitan combustible, pues de aquí a cuatro días puede ser demasiado tarde.

Y, sin embargo, resulta que la aparente testarudez y falta de reflejos de estas marcas tan espabiladas en todo lo demás tienen unas raíces (por no decir ‘unas Bases’) Militares en su explicación.

Miremos este mapa:

https://www.google.es/maps/@32.5059468,125.7454965,6z?hl=es&authuser=0

Al oeste del Japón, al este de China y Vietnam, toda esa zona es un laberinto de islas e islotes que, lógicamente, algún ‘dueño’ tendrán y, evidentemente, ese dueño está bien lejos, pues las distancias a la siguiente costa se mide en miles de kilómetros; en consecuencia ‘geopolítica’, la mayoría de esos islotes tienen varios aspirantes a dueños. Y, ostensiblemente, las dos potencias regionales obvias son China y Japón, que coleccionan conflictos territoriales desde que tienen barcos capaces de combatir. La mayoría de los conflictos los ganó Japón, pero tras la Segunda Guerra Mundial… las aguas quedaron revueltas.

El resultado es que hoy en día hay unos islotes que reclaman tanto unos como otros. Se llaman Senkaku (Diaoyu en chino) y son los de aquí:

https://www.google.es/maps/@25.7964366,123.5695168,10z?hl=es&authuser=0

Y, cada vez que los japoneses dan un paso en el sentido de ocupar o legalizar una ocupación en esa dirección (a cien millas náuticas al norte de esas islitas hay petróleo), los chinos se enfadan oficialmente… y cierran el comercio con Japón o, al menos, el comercio de lo que más necesite la economía japonesa. De paso están construyendo bases navales justo enfrente y un par de barcos guardacostas de más de 10000 toneladas; los más grandes del mundo con mucha diferencia, si se les considera ‘guardacostas’.

Y así llegamos al Disprosio y al Terbio y, en menor medida al Gadolinio y al Neodimio. No sólo son nombres raros: el nombre genérico de esos elementos es el de ‘Tierras Raras’ aunque, más que ‘raros’ se tendrían que llamar ´difíciles’, tanto de pronunciar como de separar de los minerales que los contienen. Y tienen que ver con esas islitas aunque en ellas no se pueda encontrar ni un solo gramo de ellos.

La producción de estos minerales, además de mucha mano de obra que en China cuesta menos que acá, implica la utilización masiva de ácidos y otros elementos muy contaminantes, de esos que en Europa (y EE.UU., hasta ahora) ponemos el grito en el cielo si alguien pretende hacerlo en nuestro pueblo (y con toda la razón, que conste).

Por eso los chinos, con una legislación medioambiental… digamos que no muy exigente, controlan más del 80% del comercio de ‘tierras raras’ de este planeta. Para que nos hagamos idea de las ramificaciones de esto, se calcula que el contrabando de tierras raras por la frontera sur de China se mide en ¡decenas de miles de toneladas anuales!

Y, como todos los avances extremos de la tecnología (ordenadores, teléfonos, coches, aviones…) necesitan de estos elementitos, cuando una marca de teléfonos dice que va a dejar de encargar la fabricación de sus aparatos a las factorías chinas para fabricarlos en Singapur (o Malasia, o EE.UU., o Corea, o San Cugat), por poner un ejemplo, las exportaciones chinas de alguno de esos elementos a ese país competidor resulta que tienen problemas para obtener las oportunas licencias, se retrasan los fletes o, simple y llanamente se cancelan por orden gubernamental. Y la fábrica no-china que con grandes esfuerzos había conseguido ganar una oferta contra los bajos precios chinos, resulta que no puede entregar los productos en los plazos previstos, la marca que les había encargado la producción no llega a tiempo a las tiendas para la campaña de navidad y, para la próxima, ha aprendido la lección y no se le pasa por la cabeza volver a serle infiel a sus queridos y simpáticos socios chinos.

Y para fabricar un coche eléctrico hace falta una pequeña cantidad de Disprosio y de Terbio, y ni Honda, ni Toyota, ni Mitsubishi ni Nissan tienen garantizada la entrega mientras esas islas estén en medio de la cuestión.

Curiosamente, esos elementos no son necesarios para fabricar coches híbridos, porque su aplicación está relacionada con el (no) calentamiento de los motores eléctricos y, en el caso de los híbridos que utilizan la propulsión eléctrica como apoyo del motor térmico y nunca más allá de unos pocos kilómetros, no tienen los mismos problemas de calentamiento que los eléctricos puros, que aspiran a recorrer cientos de kilómetros en modo eléctrico y de un tirón.

Recientemente se han dado dos anuncios interesantes en todo este sainete.

Por un lado, se ha anunciado el descubrimiento de grandes depósitos de ‘Tierras Raras’ en pleno Pacífico. Que el descubrimiento lo hayan hecho empresas japonesas no es nada sorprendente tan avanzado como va ya este artículo; el que los hayan descubierto en profundidades de hasta 6000 metros no dice más que su motivación para buscar los dichosos lantánidos (nombre de la familia de Elementos a que pertenecen el Neodimio, Disprosio y Terbio) les ha llevado muy lejos tanto en sus desarrollos técnicos como en las inversiones mineras, pero lo más llamativo es que lo han encontrado muy lejos de casa: cerca de Hawái… ¿Dónde no habrán buscado?

Por otro lado, Honda ha anunciado el desarrollo de motores eléctricos que no necesitan Disprosio ni Terbio. Bueno, esto hay que entenderlo: los motores eléctricos de toda la vida, que se llevan fabricando desde las guerras napoleónicas y que impulsaban los vagones del Metro durante décadas sin mucho mantenimiento, esos no llevaban nada raro; lo que anuncia Honda es que han conseguido sin materiales influenciados por la geopolítica unos rendimientos, precios y duraciones comparables a los que consiguen los competidores tecnológicamente avanzados y que se llevan bien con los chinos.

Estas noticias implican, por lo tanto, que Japón podría adoptar una política más agresiva en el Pacífico (aunque no necesariamente, por supuesto, que no se sientan señalados los embajadores chino ni japonés: esto es sólo especulación) sin que ello hiciese peligrar su capacidad industrial por ese flanco.

¿Querrá decir esto que un desarrollo tecnológico va a influir en si en unas islitas del oeste del Pacífico ondea una bandera u otra? Me temo que ese nivel de influencia de la Tecnología en la Sociedad cada vez es menos sorprendente.

Félix Ballesteros Rivas

10/12/2016

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Félix Ballesteros Rivas

Ingeniero de Telecomunicaciones y escritor.

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