Vallejo Balda, de la teología espiritual a la economía.
infovaticana.com / Redacción
Nació el 12 de junio de 1961 en Villamediana de Iregua (la Rioja) en el seno de una familia de campesinos de clase media. Desde muy niño quiso ser cura y, con apenas 8 años, ingresó en el seminario de Logroño donde conoció la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz (intrínsicamente ligada a la Prelatura del Opus Dei) y entró a formar parte de ella.
Al terminar los estudios del seminario, los superiores decidieron enviarlo a Burgos, para que se licenciase en Teología Espiritual en la Facultad del Norte de España. No contento con una licenciatura, se fue a Salamanca, donde consiguió, casi a la vez, el doctorado en Teología por la Pontificia y el título de Derecho por la Universidad nacional de Educación a Distancia.
Fue ordenado por Don Antonio Briva Miravent, el 1 de agosto de 1987 en la diócesis de Astorga e inició su andadura pastoral como “cura de pueblo”: Pedralba de la Pradería, Calabor, Rihonor, Santa Cruz de Abranes, Lobeznos y pueblos de la zona de Sanabria, donde se ganó a la gente y a os compañeros de la zona.
Tres años después fue nombrado ecónomo diocesano. Fueron 21 años de presupuestos, balances, cuentas corrientes, inversiones y gestión de un patrimonio de unos 1500 edificios (la diócesis de Astorga cuenta con casi 1000 parroquias). Es el accionista mayoritario de la SICAV Vayomer que gestiona el patrimonio de la Conferencia Episcopal y consejero de la Mutualidad del Clero Español de Previsión social.
Todo el mundo le recuerda como un buen administrador aunque quedó una sombra en el curriculum: invirtió 50 millones de pesetas de la diócesis (300 000 euros) en Gescartera, como tantas otras instituciones religiosas, en la sociedad de inversión que protagonizó uno de los mayores escándalos de la época del Gobierno de José María Aznar.
En el año 2010 fue “fichado” por Giménez Barriocanal para el departamento económico de la JMJ de Madrid como su mano derecha, cargo que desempeñó con gran eficacia.
Aunque muchos en la Curia le definen como el prototipo de “carrierista”, lo cierto es que la llegada de don Lucio a la Santa Sede fue fruto de cualquier cosa menos de un afán de poder por parte del que hasta entonces era el ecónomo de la diócesis de Astorga.
El Papa quería un español para ocupar el puesto de número dos de las finanzas vaticanas, sólo por detrás del cardenal Versaldi, y Rouco, como miembro del consejo cardenalicio que asesora al Papa en temas económicos, propuso el nombre del ecónomo de Astorga.
El Papa lo nombró, en el mes de septiembre de 2011, secretario de la Prefectura de Asuntos Económicos de la Santa Sede, por recomendación de Rouco, pero, sobre todo, por su juventud y por sus 25 años de experiencia contable.
A su actual cargo añadió durante unos meses el de secretario de la Comisión Pontificia para la reforma administrativo-económica de la Curia, puesto al que fue llamado en Junio de 2013 por el Papa Francisco.