Los españoles y una buena parte del pueblo vasco -cada vez menor, por cierto- llevamos muchas décadas soportando el desprecio de estos supremacistas muy católicos y muy perdonavidas que no han dudado en ajustar su política de desconexión con España a las circunstancias que les fueran más favorables.
Pero como además son clasistas hasta la médula, más horror les produce todavía el que puedan ser confundidos con esos otros independentistas vascos que, siendo hijos políticos suyos, resulta que tiran por el comunismo, el socialismo y otras pequeñeces que resultan ser los verdaderos demonios que le quitaban el sueño al patrón Sabino Arana, y eso no puede ser.
La consecuencia la podemos ver en el día a día. Ahora juegan a que el Estado con sus cesiones y prebendas les ayude a conservar sus privilegios como conductores de la sociedad vasca -y de sus dineros-, en peligro ambos de cambiar de manos por primera vez, cayendo en las de los que, siéndolo, no son de los suyos. Y lo más genial, sin pagar nada a cambio; simplemente dejando hacer a Sánchez, incluso arreándole...