El movimiento feminista tiene una gran unidad y fortaleza. El movimiento feminista ha ido buscando, a lo largo de su dilatada historia, diversas formas de lucha, desde manifestaciones y huelgas, hasta encierros y caceroladas. Este año, el protagonismo lo tiene una revuelta feminista que quiere mostrar que el 8 de marzo no es solo un día, y poner en su justo lugar, reconocer el valor, de todo lo que las mujeres hacen.
En la preparación y la organización del 8M el protagonismo inequívoco es del vasto y organizado movimiento feminista de nuestro país, de decenas de miles de mujeres organizadas en una enorme variedad de colectivos y plataformas feministas a lo largo de toda España. No hay ciudad ni pueblo en el que no haya habido asambleas, pasacalles o actos de preparación del día de la mujer trabajadora, en la que no se organice una concentración, una pegada de carteles o algún acto reivindicativo acerca del 8M.
Este 8M es un triunfo de la unidad. De la unidad de distintos movimientos, colectivos y sensibilidades en torno a las reivindicaciones feministas. Pero también de la unidad del pueblo de las nacionalidades de España. El 8M español es poderoso porque el movimiento feminista lucha unido -con la sororidad (hermanamiento entre mujeres) por bandera- de norte a sur, de este a oeste de nuestro país.
El movimiento feminista, junto al de las pensiones, son dos sectores protagonistas del viento popular y patriótico que lucha por una España de progreso, de igualdad y de libertades. Las reivindicaciones feministas se han colocado en el centro de la opinión pública, del debate parlamentario, de los editoriales y las tertulias. Ha llegado a toda la sociedad. Ha sacudido las conciencias y ha comenzado a remover cimientos. Ha obligado a todas las fuerzas políticas a tomar posición, y a poner a la defensiva a las fuerzas reaccionarias, defensoras del patriarcado.
El 8M marca un camino en la conquista de la igualdad, de la exigencia de la equiparación salarial, de la eliminación de la discriminación laboral o de los techos de cristal, de la abolición del machismo, el maltrato y de toda forma de opresión patriarcal, del avance de las ideas de respeto entre géneros y a las distintas identidades y orientaciones sexuales. Todos esos objetivos y exigencias irrenunciables forman parte de la irresistible corriente de progreso de la Historia de la humanidad, y nada va a poder detenerlas.
Eduardo Madroñal Pedraza