... con fuerza acelerada, que puede que llegue a meta antes que ningún otro y, desde luego, con un puesto preponderante para ellas. Y por muy buenas razones.
Permítaseme empezar con un chiste (no muy bueno, pero sobradamente didáctico):
Un joven, trajeado al modo de los ejecutivos a la moda, entra en un edificio. Lleva un anuncio de prensa en la mano y va mirando el reloj; ve a varios especímenes, como él mismo, esperando el ascensor con anuncios iguales en las manos, comprueba que el anuncio dice ‘tercera planta’ y echa a correr por la escalera, aprovechando para pulsar en cada descansillo todos los botones del ascensor para entretener a la competencia. Al contar tres plantas, entra como una tromba en la oficina que hay allí, se mete en el despacho en cuya puerta pone ‘Director’, agarra por las solapas a quien encuentra en el sillón y le espeta: ‘¿Es aquí donde buscan un ejecutivo agresivo? ¡Porque ese soy yo! ¡Reconózcalo ahora mismo!’. La contestación del zarandeado y apabullado director, mientras señala hacia el techo, es: ‘Creo que es en la empresa de arriba’… Resulta que había una Entreplanta, y la había contado como piso.
Lo del párrafo anterior, hace unos cuantos años era un chiste. Ahora ya casi no le queda ninguna gracia, porque la agresividad es algo socialmente incorrecto, incómodo. Igual que gracietas de hace décadas en las que el protagonismo era de alguien muy macho, ahora pueden enfriar casi cualquier reunión si se desempolvan, u ocasionar el destierro a Siberia de quien las defienda: resulta que, la Sociedad, algo sí que ha evolucionado.
Hace ochenta años, Europa estaba gobernada por elementos como Hitler, Mussolini y Stalin, con las manos manchadas de sangre y presumiendo de ello, a los que se enfrentaban, a tiros, otros líderes de occidente como de Gaulle, un militar que ocultó al mundo durante toda su vida a una de sus hijas (se avergonzaba de ella porque tenía síndrome de Down), o Churchill, un aristócrata, un oficial del ejército que pegó muchos tiros en guerras coloniales en la India, China y Sudán, corresponsal de guerra en Cuba y en Sudáfrica (parece que le gustaba el olor a pólvora más que a los valencianos) e impulsor de la horrorosa matanza de Galípoli. Cada día que pasa, cualquiera de ellos tendría más y más difícil medrar en la política o en los consejos de administración de hoy en día.
Y, después de esos años grises, cuando por algún milagro una mujer llegaba a la presidencia de un país, ya se llamase Indira Gandhi, Golda Meir o Margaret Thatcher, lo que se destacaba de ellas era su agresividad, su impiedad o, simplemente, su apodo de Dama de Hierro.
La imagen de un director general de una gran empresa estaba por entonces, igualmente, adornada con pinturas de guerra, defendiendo públicamente decisiones en las que la compasión por los competidores o los empleados no tenía sitio, y glorificando la Sagrada Competencia y las campañas agresivas. ¡La agresividad era una virtud de primer orden en los negocios!
Ahora no. Ahora la Sociedad valora, más y más, y mayoritariamente, el pacifismo, la ecología, la colaboración. Hay (todavía) mucho paleo-líder económicamente asentado en el tardo-keynesianismo, por supuesto, pero de lo que se atreven a presumir en público es de haber creado una Fundación para financiar proyectos ecológicos, o de ayuda a tercer mundo, o a los niños, etc. Bill Gates se dedica a eso en exclusiva con lo que sigue ingresando de Microsoft, por ejemplo.
Y a nivel de calle, en las empresas ‘de andar por casa’, cada vez va tomando más peso la colaboración que la competencia. Incluso ya es claramente de mala educación conducir de manera agresiva, multas aparte. Lo que la Sociedad opina de los retromachos que maltratan o, simplemente, menosprecian a las mujeres, se ve en la prensa y la televisión en forma de repulsas de todo tipo, que llegan tomar forma de manifestaciones masivas.
Si el chiste del principio se utilizase en un centro de formación de hoy en día, por ejemplo de esos en los que enseñan a redactar el currículo y optimizar la búsqueda de empleo, sería para explicar que lo más sensato sería, al encontrar en la entrada el grupo de aspirantes al puesto de trabajo, tratar de organizarse entre ellos para obtener mejores condiciones por parte del empleador y hacer mientras una brillante exhibición de nuestras dotes para formar un equipo y motivarlo.
¿Y las mujeres? Porque esto va de que las mujeres van a ser las dueñas del Futuro, ¿no?
Pues resulta que en los últimos millones de años las mujeres han mantenido y motivado equipos (familias, principalmente) huyendo de agresividad e hiper-competitividad. Y ahora va y resulta que justo esas cualidades, las que han desarrollado más y mejor que los varones, son mucho más adecuadas y valoradas en el mundo más adelantado, y serán las imprescindibles en el Mundo Futuro. Ya no hay que cazar para comer, ya no hay que conseguir el ascenso en el escalafón a garrotazos, sino que hay que ascender a base de negociar, convencer y consensuar… cosa que funciona fatal en cuanto se contamina de testosterona.
Los machos que pretendan conseguir objetivos a golpe de individualismo, agresividad y puñetazos en el propio pecho… se sentirán cada vez más desorientados: ‘no entiendo nada’, ‘qué tonterías dicen los periódicos’, ‘eso no hay nadie que…’, etc.
Vale, hay infinitos contraejemplos, e incluso uno de los empresarios más identificados con el estilo Tiranosaurus Sex ha llegado a ser presidente de su país (aunque su futuro, lleno de baches y curvas, es difícil que no termine encontrando un precipicio de su medida), pero tenemos que reconocer que la sensibilidad de la parte avanzada de la Sociedad cada vez soporta peor esa actitud.
Cierto que cuando una mujer va a una comisaría a denunciar un abuso aún es posible que se encuentre con algún policía tipo Torrente que la mira sin el respeto debido (raro, pero no imposible), aunque también es cierto que hace unas décadas esa mujer podría haber salido de la comisaría con un trato mucho peor y camino de que su marido le administrase… Mejor no sigo, que mi estómago es ya del siglo XXI y no soporta según qué cosas.
El mundo va a mejor, movimientos como el #MeToo ayudan, son a la vez causa, síntoma y consecuencia de estas mejoras. No sería bueno menospreciar lo que se ha avanzado en una o dos generaciones: cuando nos casamos, mi mujer no podía abrir una cuenta corriente sin mi permiso (¿nos lo podemos imaginar ahora?); cuando se casaron mis padres, mi madre, automáticamente, ¡pasaba a tener prohibido trabajar!… Falta mucho por hacer y, pronostico, dentro de una o dos generaciones algunas cosas que hoy nos parecen anécdotas, incluso cosas perfectamente naturales, nos parecerá igual de llamativas que estas últimas.
Y será inevitable que, incluso moviéndonos en el camino correcto, también haya algunos abusos e injusticias que los simplistas llamarán Ley del Péndulo, pero eso no justifica los retrocesos. Si la Sociedad termina llegando a un punto en el que la mujer tenga un lugar preponderante, es probable que la posición del hombre no sea completamente justa. Pero es que el Mundo nunca ha sido completamente justo, y un cierto nivel de caos, como ya defendí en otro artículo, no sólo es inevitable, sino también imprescindible y, a largo plazo, en extremo saludable.
Por todo ello, ¡adelante! Quizá los machos salgan (o salgamos) de ésta perdiendo poder, pero el mundo resultante será, con toda probabilidad, mucho más habitable para tod@s.
Félix Ballesteros Rivas
02/01/2019
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