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Si se demuestra por encima de toda duda de lo erróneo de la decisión mayoritaria, parece que tiene lógica, pero… ¿sobreviviría el político que tomase esa decisión? ¿Podría Convencer (algo que está mucho más allá del ‘demostrar’)?
Además, si el Totalitarismo tiene ya una justificada mala fama, el Totalitarismo Científico de quien tomase decisiones basándose en fórmulas y algoritmos en lugar de mayorías, inevitablemente recogería también todos los temores atávicos a los oscuros brujos que hacían portentos sin control de los demás. Al menor desliz se le relacionaría con Frankenstein o con los experimentos médicos en los campos de concentración (y fuera de ellos) del Tercer Reich.
Además, para la mayoría de la gente los razonamientos científicos tienen la apariencia y consistencia de una telaraña: son sutiles y se pueden apartar de un manotazo si te estorban en el camino que tenías decidido.
Me acuerdo aquí el incidente en el que los vecinos de Coruña del Conde (Burgos), en masa, quemaron lo que quedaba de los aparatos que había construido el pastor del pueblo, Diego Marín Aguilera, por el horrendo pecado de haber volado con su artilugio desde un cerro hasta el otro lado del río Arandilla; era mayo de 1793 y los planeadores no eran nada comunes, pero esas actitudes no han desaparecido del todo y, si no, recordemos que en cualquier tertulia se podía escuchar, tan atrás en la Historia como en los años noventa del siglo pasado, algo como lo de que ‘yo jamás tendré teléfono móvil’, o lo diabólicos que parecían los ordenadores sólo unos pocos años atrás. Yo he tenido que ser testigo de secretarias que desconectaban los primeros ordenadores personales y los metían en un armario para seguir utilizando sus adoradas máquinas de escribir; puedo dar referencias muy concretas al respecto.
Pues bien, en este mundo real, ¿Quién es la guapa que se atreve a opinar lo contrario que la mayoría de la gente, tan sólo con el sutil apoyo de que la Ciencia dice que tiene razón?
¿Volvemos al asunto de la homeopatía? Sé que ya he dado la lata con ello, pero es que hay una novedad que ilustra este artículo muy oportunamente.
En Francia, al igual que en toda la Europa civilizada, se están moviendo médicos, farmacéuticos, biólogos ‘y otras gentes de mal vivir’ para pedir a los gobiernos que dejen de apoyar (o, dejar de no combatir, que es lo mismo, al igual que callar la verdad es muy parecido a mentir), incluso subvencionar la homeopatía, los movimientos antivacunación y otros engaños de esos que matan gente. Y el gobierno francés está por la labor, y ya han dejado de estudiarse esos arcanos en varias universidades que sacaban unas perras hablando de ello, pero se tropieza con un escollo de gran peso: 620 millones de razones, a un Euro cada una. Esa es la facturación de la homeopatía en nuestro vecino del norte.
Lo que viene al caso, para este artículo, es la forma en que se defiende la empresa Boiron, un coloso del sector, de los argumentos (científicos) con que se ataca su negocio: dice que el 73% de los franceses confía en la homeopatía…
Si tomamos la decisión democráticamente, está muy claro el resultado.
A riesgo de que mis críticas se conviertan en una muletilla, como las de los geniales Tip y Coll, que siempre terminaban prometiendo que la próxima vez sí que hablarían del gobierno, pero de lo que siempre hablaban era de lo malos que eran los bares de los aeropuertos… seguiremos criticando la homeopatía, los antivacunas y tantos otros despropósitos, mientras existan, pero además, por favor, desterremos los argumentos democráticos o pseudoestadísticos como que ‘mucha gente lo cree’, ‘los OVNIs los ha visto mucha gente’, o del tipo de ’mi abuelo fumaba mucho y no se murió de cáncer de pulmón, por lo tanto…’. Del mismo modo se podría argumentar que en la mayor parte del mundo las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres (no sólo los musulmanes), o que la mayoría de los niños del mundo se crían sin educación, por lo tanto no es necesaria la educación ni tampoco la igualdad de derechos.
La Estadística es toda una Ciencia, y la Democracia es el único sistema de gobierno aceptable, pero hay ideas que, por mucho que las opine la mayoría, incluso una mayoría de gente respetabilísima, no son por ello ni siquiera un poquitín más acertadas. Un charlatán es un charlatán, aunque sea alguien de tan ‘buen ver’ como Gwyneth Paltrow, y diga sus tonterías muy sinceramente convencida de que le está haciendo un favor al Universo.
Félix Ballesteros Rivas
03-10-2018
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