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Aproximación al empleo operativo de la Fuerza Terrestre en el 2050

Foto: https://www.taringa.net
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20 ENERO 2018

Por Jesús Argumosa Pila
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(...) Para el campo de batalla 2050 donde, con una gran probabilidad, existirán nuevas funciones de combate, será necesario diseñar una nueva doctrina de empleo operativo del Ejército de Tierra...

En el actual documento del Concepto de Empleo de las Fuerzas Armadas 2017, firmado por el JEMAD, el 6 de marzo de 2017, se considera a la Fuerza Terrestre como la que tiene capacidad para constituir un Mando Componente Terrestre, contando con unidades que le permitirán actuar en todo el espectro de operaciones, caracterizándose por su alta disponibilidad, capacidad de ser proyectadas e interoperabilidad.

Añade también dicho documento que su versatilidad le permite generar estructuras operativas de diferente composición y entidad en función de la misión y adaptarse a cualquier escenario, contribuyendo con ello a la acción interior y exterior del Estado. Dispone para ello de unidades pesadas y ligeras que permiten constituir organizaciones operativas plenamente polivalentes, así como proporcionar una respuesta graduada.

Hasta aquí el marco doctrinal del contenido, características y condiciones de actuación general del Ejército de Tierra como uno de los tres componentes fundamentales de las Fuerzas Armadas junto con la Armada y el Ejército del Aire, sin olvidar a la UME. Lo que pretendo a continuación es hacer unas reflexiones sobre el empleo operativo de la Fuerza Terrestre teniendo en cuenta, principalmente, la nueva naturaleza del arte de la guerra, el tipo de amenaza a combatir, el previsto o los previstos teatros de operaciones de actuación, así como la nueva tecnología disponible en el campo de batalla. Todo ello en los aledaños de 2050.

En relación con la naturaleza del arte de la guerra es preciso considerar que el carácter de la guerra puede cambiar drásticamente en función del tiempo o de su desarrollo en diferentes contextos. Esto es verdad entre guerras y en una misma guerra cuando esta evoluciona. En un momento se está en ayuda humanitaria prestando apoyo a unos refugiados, en el siguiente se actúa en mantenimiento de la paz separando y evitando una confrontación entre dos contendientes para situarse, en un tercer momento, en una batalla de media o alta intensidad. Esta gradación ya la han experimentado los países occidentales en Irak y Afganistán, durante los primeros años de este siglo.

Así podemos hablar, aparte de la guerra convencional, de guerra híbrida, guerra asimétrica, guerra de insurrección, guerra cibernética, guerra nuclear, guerra en red, guerra de guerrillas, guerra terrorista, guerra urbana, guerra de información, guerra robótica, guerra de convergencia tecnológica NBIC (Nanotecnología-Biotecnología-Infotecnología-Cognotecnología), guerra biológica, guerra bacteriológica o guerra química, entre otras.

En cuanto a las amenazas más importantes que se prevén para esta primera mitad del siglo XXI proceden, principalmente, de ciberataques; del salafismo yihadista tecnologías emergentes y perturbadoras; de las armas de destrucción masiva; de operaciones en el espacio; de la contrainteligencia; del crimen organizado transnacional; de la escasez de recursos económicos y naturales, del cambio climático y de la falta de seguridad humana. Cualquiera de estas amenazas puede afectar al ET en diferentes grados de intensidad y de probabilidad.

La amenaza más peligrosa para las democracias se halla en aquellos potenciales adversarios, principalmente estatales, que quieren destruir nuestro modelo de libertad, de cumplimiento de la ley y de respeto a los derechos humanos. Los sujetos que practican el salafismo yihadista no son una amenaza existencial para Occidente.

El tipo de teatro de operaciones donde pueden operar nuestras Fuerzas Armadas en el entorno del 2050 se caracterizará por la existencia de frentes discontinuos de muy diversa índole, por operaciones de carácter conjunto-combinado realizadas en el marco multinacional donde los niveles estratégicos, operacionales y tácticos se entremezclan y difuminan, frecuentemente en el interior de las grandes ciudades con desarrollo de acciones entre la población, o por la actuación simultánea de operaciones en diferentes escenarios y frente a distintos adversarios equipados con capacidades militares de variada y diversa tecnología e idiosincrasia. Es decir, teatros de operaciones de condición incierta, compleja y volátil.

En el cuarto aspecto referente a las nuevas tecnologías, siempre se ha asumido que el componente tecnológico constituye un elemento principal en la evolución de la operatividad de las fuerzas militares. En el entorno de mediados de este siglo, las capacidades militares derivadas de las ahora llamadas tecnologías emergentes, como las armas de energía dirigida, inteligencia artificial, sistemas autónomos, los soldados-robot o los misiles hipersónicos, entre otras, serán las que pueden tener un efecto decisivo en el combate proporcionando un “valor añadido” a la eficiencia de las operaciones de las fuerzas terrestres del 2050.

En base a las consideraciones expuestas y teniendo presente que las capacidades derivadas de las citadas tecnologías emergentes– dentro de las cuales se incluye el denominado enjambre de combate - permitirán mantener la superioridad en el enfrentamiento en el campo de batalla del futuro, el empleo operativo de la Fuerza Terrestre a mediados de este siglo, utilizando tanto la fuerza letal como la no letal, se caracterizará por la adaptabilidad, flexibilidad, creatividad, y apertura de mente de sus mandos militares, por la utilización de unidades polivalentes preparadas para hacer frente a lo inesperado que le oponga el adversario así como por una alta interoperabilidad tanto con los aliados como con otros ejércitos.

Para el campo de batalla 2050 donde, con una gran probabilidad, existirán nuevas funciones de combate, será necesario diseñar una nueva doctrina de empleo operativo del Ejército de Tierra, Para ello, se debe impulsar un gran esfuerzo en formación reforzando la capacidad de liderazgo que permita a la futura Fuerza Terrestre estar impregnada de una nueva y potente mentalidad operativa donde la voluntad de vencer y una fe absoluta en el triunfo sean imprescindibles.

Madrid, 7 de enero de 2017
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