Unos meses atrás, paseando por la entrada a las Fuentes del Narcea en los Montes de Cerredo con los que más saben de ellos, nuestros abuelos; uno, creo que Roque, señalando a los restos de la vieja cantera de la Prohida, la que llaman “La Peña del Corón” en plena ruta del “Bosque Mágico”; dijo: "-En esa peña estuvieron los moros cuando lo de Pelayo, y hay una cueva en la que encontraron un tesoro. Fue por eso por lo que cerraron la cantera, se hicieron ricos, callaron y marcharon".
Yo le dije que eso lo había en todos los pueblos, que lo de la cueva, los moros, el tesoro y las de Caín era tradición de toda Asturias. Roque, no contento soltó la siguiente, y esta si me hizo pensar y tomarme unos meses para ver que había de cierto en el comentario del paisano e investigar en las estanterías empolvadas del pasado, dijo así: "-Y el mármol de la cantera marchó a Madrid y lo pusieron en las escaleras del Palacio del Rey".
Esta vez, como tantas otras, los abuelos saben y nos dan mil vueltas sorprendiéndonos con historias como esta. Resulta que Roque estaba en lo cierto, viajemos al año 1783. No, mejor a la juventud de Don Baltasar Melchor Gaspar María De Jovellanos, pues al nacer el día de Reyes se quedó con el nombre de los tres Reyes Magos para que no se enfadase el Todopoderoso. Menos mal que al final lo llamaron “Gasparín” todos en casa y el asunto quedó ahí. Bueno, vamos a uno de los días de Juventud de Jovellanos, nuestro más ilustre asturiano, y pongamos a este en una fiesta de la vendimia en Cangas del Narcea y Tineo invitado por el Conde de Toreno, hacedor y propietario de aquellos lares tan lejanos de la vida habitual de Jovellanos. Ese día nació una amistad entre ambos y lo más importante, nuestro insigne ilustrado conoció los rigores de la mala comunicación del Occidente Asturiano. Con eso se quedó.
Años después, en 1783, aparece una carta del Ilmo. Jovellanos, la cual forma parte del archivo del Depósito de la Guerra, en la correspondencia relativa a la mejora de los caminos y puertos de Asturias, con el Conde de Toreno y otros, en la que refiere la necesidad de abrir un camino en el Occidente Asturiano para unir el Puerto de Luarca con Castilla pasando por Cangas del Narcea y Leitariegos. Del mismo modo, solicita la construcción de otro camino para la zona oriental, que una el Puerto de Ribadesella y Castilla. La gran visión de futuro de Jovellanos y el amor por su Asturias queda patente en dicha carta y gracias a su trabajo e influencia hoy son realidad palpable esas obras. En la carta realiza un informe económico al respecto, sobre el coste de dichas carreteras y quien debe sufragar el gasto de las mismas, junto al informe detallado de Manuel Reguera González. Todo ello, recogido en años de trabajo por los fondos de archivo de la “Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias”, que con gran esfuerzo hoy sigue estudiando la figura del ilustrado contra corriente a la falta de recursos y subvenciones a la cultura.
Y aquí llega la realidad de Roque. Resulta que en ese paquete de correspondencia, se realiza un informe sobre la calidad del mármol de Rengos, como era conocido, que es misma veta que la que asoma en otros puntos del occidente, entre ellos Cerredo. Detalla, que si bien es un mármol de baja calidad y que en su mayoría sólo sirve para relleno y conglomerado de obra mayor, el denominado “Rosado de Rengos”, sí sirve para decorar interiores de Palacios y apreciado por su belleza. Vamos, que al final el bueno de Roque paisano de Cerredo, tenía más razón que un santo y lo que comentaba se acercaba bastante a lo acontecido en esos tiempos convulsos. Mucho del mármol de la zona, Rengos y Cerredo, fue utilizado en la construcción del Palacio Real de Madrid en 1783, y más concretamente fue a parar al Palacio del Príncipe del Pardo. Las circunstancias y las casualidades quisieron que Jovellanos, el Conde de Toreno y el Rey de España Carlos III, quisieran, cada uno en su asunto, hacer que el mármol de nuestro occidente asturiano acabase viajando en carros hasta la capital del reino y formara parte de los comentarios que viajaron del mismo modo, durante casi 300 años de boca en boca, de paisano a paisano, de Roque a este humilde escribiente.
Aprovecho la ocasión, para que nuestros des-ilustrados políticos tengan en cuenta la importancia del desarrollo de las comunicaciones y tengan a bien realizar la añorada “Carretera de La Espina” y cunda el ejemplo de Jovellanos en sus obtusas mentes.