Según se detalló en el artículo anterior, las ventajas de eliminar el dinero en efectivo son convincentes, pero, ya adelanto, que las desventajas me parecen todavía más convincentes, superiores a las ventajas y, en consecuencia, que el dinero en efectivo no debe desaparecer, aunque eso sí, como ya sucede, puede y también debe convivir con el dinero electrónico.
De hecho, cuando el otro día iba de Astorga a Madrid, en el pago de la tasa por utilizar la autovía, había numerosos coches, pero, todos, todos sin excepción, pagamos con tarjeta, ninguno con efectivo.
En efecto, los últimos informes del PWC y el IE coinciden en afirmar, “Un aumento creciente de los pagos a través de Internet y, sobre todo, del teléfono móvil, al punto que está cambiando la fisonomía de la industria del sector en todo el mundo”.
En España, la investigación llevada a cabo por Mastercard determina que los pagos en dinero en efectivo alcanzan sólo el 46 por ciento, si bien la cuantía del dinero negro casi suma el 20 por ciento de la economía nacional. No obstante, los pagos con tarjeta de crédito siguen creciendo y ya en 2014, superaron los 105.000 millones
Es cierto que el dinero en efectivo nos lo pueden robar, pero, los que saben de esto, aseguran que el dinero electrónico es todavía más fácil de robar (en Suecia, el país con mayor número de transacciones electrónicas de la Unión Europea, el fraude se ha duplicado en apenas diez años). Además, al tener todo el dinero en el banco, un fallo en el suministro eléctrico o un ciberataque y no podríamos pagar la cerveza que nos estamos tomando en el bar
Es cierto, igualmente, que en teoría desaparecería el dinero negro, la economía sumergida y toda una serie de actividades ilícitas que únicamente se pueden operar con dinero en efectivo. Se dice en teoría, porque los que han estudiado esta cuestión afirman que aumentarían las operaciones que ya, en la actualidad, se realizan electrónicamente, así como el uso de las criptomonedas. El bitcoin, un nuevo sistema de pago, una moneda completamente digital, sin una autoridad central o intermediarios desde un punto de vista de usuario. Al día de hoy, según escribe Gabriel Corominas en lainformacion.com, “la oferta y demanda libremente fijadas le otorgan una cotización de más de 4.800 dólares y una capitalización superior a los 81.000 millones”. El bitcoin es el dinero de y para Internet, que, según tengo entendido, se utiliza ya habitualmente en el llamado Internet negro, dado que con los navegadores y buscadores que manejamos nosotros, sólo podemos conocer, en el mejor de los casos, hasta un 20 por ciento de lo que hay en Internet. En ese otro 80 por ciento es donde, al parecer, radica, además de los secretos más importantes militares, políticos y científcos, la mayor parte de la actividad delictiva que se perpetra mediante la Red.
Las personas ancianas que no saben manejar las tarjetas electrónicas o las aplicaciones de los móviles se verían marginadas, tanto como las personas sin hogar que viven de una limosna o una ayuda en efectivo.
Por ende, cuando todo nuestro dinero esté en la Banca, ésta puede obligarnos a consumir, en la medida que decida que debemos pagar un canon por el mismo, tal y como, entre otros, hacen el BCE y el Banco Nacional de Suiza que nos cobran, por tener nuestro dinero, el 0,20 y el 0,75 por ciento respectivamente, por lo que si no gastamos nuestro dinero, va disminuyendo su cuantía
Los grandes beneficiarios de la eliminación del dinero en efectivo serían los Bancos y el Estado, pero con relación a los primeros, no sé si les merecería la pena las mínimas imposiciones de niños y clientes similares. Ahora bien, si todo el dinero lo tenemos en el Banco, otra desventaja, aquí no para el cliente, sino que el Estado o la comunidad internacional que tendrán que garantizar la cuantía total del mismo en caso de quiebra.
Podría seguir acumulando desventajas e inconvenientes, tanto para ciudadanos como para instituciones y el propio Estado, pero me voy a centrar en la que me parece más importante: la pérdida de libertad, de intimidad que comporta la desaparición del dinero en efectivo.
Si todas nuestras transacciones económicas estuvieran registradas en la Banca, a la que naturalmente, llegado el caso, accedería también el Gobierno o el Ministro de turno, podrían conocer con detalle desde lo que comemos y donde vivimos, hasta nuestras aficiones deportivas, preferencias sexuales (en España, durante el año 2014, se gastaron 3.670 millones en prostitución) , de ocio, de viajes, libros, medicamentos, suscripciones a periódicos y revistas (en Suecia ya existen kioskos de periódicos y revistas donde se paga con tarjeta), donaciones, clubes, asociaciones, fundaciones, etcétera. Y no sólo la Banca y el Estado, sino también el hacker o la organización del tipo que sea, capaz de introducirse en el ordenador del banco correspondiente.
Con ello llego a lo que leo en Wikipedia, sobre lo que se conoce como “vigilancia masiva” y Estados totalitarios policiales o electrónicos: “Niveles de vigilancia social que pueden considerarse autoritarios e incluso totalitarios. El concepto de vigilancia masiva se aplica a la red completa de vigilancia que se ejerce sobre una la población.[] La vigilancia puede ser llevada por Estados, empresas privadas u organizaciones no gubernamentales, aunque el Estado suele ser el principal responsable. Las empresas en ocasiones desarrollan la vigilancia en nombre del Estado. Estos Estados pueden denominarse como Estados de vigilancia o policiales electrónicos. En el siglo XXI, la divulgación, en 2013, por parte de Edward Snowden, []de documentos secretos que probaban las prácticas generalizadas de vigilancia mundial por parte de algunos países, provocaron un debate sin precedentes sobre el derecho a la privacidad y las libertades civiles en la era digital… Los escándalos de vigilancia electrónica de 2013, han provocado que países como Estados Unidos o Reino Unido, considerados tradicionalmente «liberales» hayan, por ejemplo, pasado a la lista de «Enemigos de Internet», producida por Reporteros sin Fronteras, entre los que ya se encontraban países como China, Arabia Saudita, Cuba o Irán[”. Piénsese en las posibilidades “totalitarias” de control, de libertad vigilada, en un país, en una población sin dinero en efectivo, en el que incluso los datos sobre nuestra economía doméstica y la intimidad más privada quedan grabados para toda la vida.
En resumen, que nos podríamos ver sometidos a un control económico y monetario casi absoluto, con la agravante de que la Banca no ha sido elegida democráticamente ni internamente tiene que actuar como una democracia.
Francisco Ansón