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Voy a referirme al más cercano presente político, etapa a la que un poeta rumano definió como “Surrealismo, etapa superior del Comunismo”. ¿Se imagina el paciente lector una clase política española sin personajillos como Yolanda Díaz, Ernest Urtasun, Mónica García, Ione Belarra, Irene Montero, Pablo Iglesias, Arnaldo Otegui, Unai Sordo, Enrique Santiago, los hermanos Garzón, los hermanos Pérez Royo, Cristina Almeida, Manuela Cármena, Rita Maestre, Iñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Luis García Montero… (y no entro en la larga lista de sindicalistas, periodistas destacados en los medios de comunicación, artistas paniaguados y otros “compañeros de viaje” en las universidades y centros educativos), más centenares o quizás millares de políticos mediocres y lunáticos de extrema izquierda (es decir, comunistas) incubados o enquistados en cargos europeos, nacionales, autonómicos y locales?
Podría igualmente referirme a la parte de la clase política adepta al fascismo/nazismo. Pero sospecho que es inexistente o insignificante, mínima e irrelevante en nuestra frágil democracia, sin posible comparación numérica o simétrica con los adeptos al comunismo.
Tal ideal de pureza democrática, contra la existente partitocracia y la corrupción, sería posible si España imitara a Polonia y declarara ilegal a los partidos comunistas (y totalitarios en general con sus diversas denominaciones) que tienen secuestrado nuestro sistema político, hay que decirlo, por desidia, ignorancia, incompetencia y dejación del Establishment bipartidista imperfecto, dominante y alternante durante la Transición y la todavía pendiente (mejor dicho, fallida) Consolidación de la democracia española. Establishment formado por el centro izquierda “progresista” (PSOE) y el centro derecha “conservador” (sucesivamente UCD y PP) –en realidad un Establishment de los socialistas de todos los partidos, como diría F. A. Hayek– con la bendición de las instituciones europeas y de la Corona española (especialmente después del infame 23-F, por lo que debería llamarse Establishment del 23-F).
La ilegalización de los partidos totalitarios (comunistas, fascistas o nazis) ya se practicó en la República Federal Alemana durante la Guerra Fría, y en Letonia y Lituania tras la caída del Muro y el fin de la URSS. El lector debe tener bien claro que ello no es incompatible con la sagrada libertad individual de conciencia y de expresión. Lo que se debe ilegalizar son las conductas y actividades colectivas en estructuras y organizaciones con una intencionalidad práctica y material de carácter totalitario.
El ejemplo polaco del 3 de Diciembre de 2025, bien descrito en el artículo “¿Por qué Polonia ha ilegalizado el Partido Comunista?” (El Debate, 5 de Diciembre, 2025), basándose en el artículo 13 de la Constitución polaca (que prevé la prohibición de partidos u organizaciones cuyos programas se basen en métodos “totalitarios” o en prácticas del nazismo, fascismo o comunismo), podría aplicarse igualmente en España a partir de una interpretación honesta y rigurosa del artículo 6 de nuestra Constitución, ilegalizando no solo los partidos consolidados con vocación totalitaria sino también corrigiendo las nocivas tendencias partitocráticas en general.
Posdata:
En 2008, corrigiendo la cifra convencional de cien millones de víctimas del Comunismo, sugerí otra en torno a 110-112 millones. Al parecer me quedé todavía muy corto. En 2020, basándome en las investigaciones de R. J. Rummel, R. Conquest, A. Solzenitsyn, F. Dikoetter, L. Edwards, S. Courtois et alii, F. Jiménez Losantos, etc., descubrí que la cifra total se aproxima a los 150 millones.
Los gobiernos comunistas “mega-asesinos” (término inventado por el experto Rudof J. Rummel, inventor también del concepto “democide”, muertes por los gobiernos) solo hasta 1987 serían, en orden descendiente: China (77.277.000), URSS (61.911.000), Camboya (2.035.000), Vietnam (1.670.000), Polonia (1.585.000), N. Corea (1.563.000), Yugoslavia (1.077.000), etc.
Por cierto, la gran discrepancia es precisamente sobre Polonia. Mientras Rummel da una cifra por encima del millón y medio, 1.585.000, Jiménez Losantos da solo 235.000.
Referencias: