Internacional

Trump, la geopolítica y la guerra

(Foto: https://www.pbs.org/newshour/world/).

LA CRÍTICA, 25 AGOSTO 2025

Jesús Argumosa Pila | Lunes 25 de agosto de 2025
En esta tercera década del siglo XXI, existe una gran pugna geopolítica entre las dos superpotencias mundiales, Estados Unidos y China, no solo en el campo económico y financiero sino también en el terreno militar y en la alta tecnología. Mientras que la capacidad de proyección económica mundial está liderada por China, especialmente con su iniciativa Belt and Road Initiative (BRC), que en sus primeros 10 años ya ha invertido algo más de un billón de dólares, según el FMI, y la primacía de la capacidad de proyección militar a cualquier parte del mundo está en manos de Estados Unidos, la capacidad de proyección tecnológica de ambos actores está equilibrada. En esencia, el futuro del nuevo orden mundial depende, fundamentalmente, de las relaciones entre estos dos colosos. (...)

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En estos momentos, mientras una de las dos superpotencias, Estados Unidos, está sufriendo un fuerte desgaste en su prestigio y capacidad de liderazgo mundial, en su empeño de intentar parar la guerra en Ucrania, la otra, China, está contemplando tranquilamente dicho desgaste al mismo tiempo que tiene más libertad para actuar en otros lugares del planeta, incrementando su influencia, aparte de recibir unos hidrocarburos de Rusia a un precio sustancialmente bajo.

Al principio del siglo XX, el geógrafo inglés Halford Mackinder formuló la teoría geopolítica de la “tierra corazón” -región representada por Asia Central y Europa Central- mediante la siguiente frase: “el que domine la “tierra corazón” dominará el Mundo Isla- Asia-, el que mande en el Mundo Isla dominará el Mundo”. Entonces existía una rivalidad entre el poder terrestre -Alemania y Rusia- y el poder marítimo -Estados Unidos-. Hoy impera una rivalidad geopolítica entre un bloque autoritario, encabezado por China y Rusia, y el mundo democrático, liderado por Estados Unidos y la Unión Europea. Ucrania pertenece a la “tierra corazón”.

Carlos von Clausewitz, en su obra De la guerra, publicada en los primeros años del siglo siglo XIX, definía a la guerra como “el acto de fuerza para someter al enemigo a nuestra voluntad”. El “medio” era el acto de fuerza y el “fin” someter al enemigo a nuestra voluntad. Es lo que está ocurriendo actualmente en la guerra en Ucrania: el “medio” son las fuerzas militares rusas y el “fin” someter a Ucrania a la voluntad de Rusia.

A la reunión en Washington del pasado lunes, día 18, a petición del presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, acudieron también los líderes de Francia, Emmanuel Macron; Alemania, Friedrich Merz; Italia, Georgia Meloni; Finlandia, Alexander Stubb; y el Reino Unido, Keir Starmer. Asimismo, también estuvieron la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. Fue una demostración nítida de la unidad de Europa que sorprendió e impresionó no solamente al presidente Donald Trump sino a toda la comunidad internacional.

Los líderes europeos presionaban a Trump para que ofreciera unas garantías de seguridad similar al artículo 5 de la OTAN, lo que significa que un ataque a Ucrania se consideraría un ataque a todos los miembros de la OTAN. Mientras que Trump manifestaba que “les daremos muy buena protección y muy buena seguridad”, cuando le preguntaron a Zelensky que tipo de garantías de seguridad quería contestó que “Todo”.

Zelensky ofreció a Trump en la reunión en la Casa Blanca comprar armamento estadounidense por valor de 90.000 millones de dólares, un gasto que asumirían los europeos como parte de las garantías de seguridad con las que espera contar Kiev. Un acuerdo de esta envergadura sería un paso sustancial para garantizar que las fuerzas ucranianas sigan luchando contra Rusia y dispongan de una sólida defensa en caso de que se alcance un acuerdo de paz.

Apenas unas horas después de la reunión en Washington mencionada, en la madrugada del pasado miércoles, día 20, Ucrania informaba de que se habían producido tres ataques rusos en las regiones de Sumy, Donetsk y Odesa, perpetrados por 60 drones y un misil balístico ruso. También se han registrado tres muertos en un ataque de artillería ruso contra la ciudad de Kostiantynivka, en el este de Ucrania. Antes de ayer, jueves, Rusia lanzó 574 drones y 40 misiles contra Ucrania en uno de los bombardeos más intensos de las últimas semanas Es el escenario de muerte que quiere mantener Putin mientras se celebren las negociaciones para un acuerdo o tratado de paz en la guerra en Ucrania.

Ayer viernes, el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, declaraba en una entrevista a la cadena BBC que será emitida el próximo domingo en su integridad, que “Putin estará preparado para reunirse con Zelensky en una cumbre cuando los temas a tratar estén maduros, y estos temas ahora no están preparados en lo más mínimo”.

No es razonable ni lógico que cuando se están celebrando unas negociaciones para llegar a un tratado de paz ambas partes continúen con los combates ocasionando muertes, muchas veces de personas inocentes. Una verdadera negociación solo puede tener lugar en una cumbre donde Ucrania participe como actor principal. Dicha cumbre solo es concebible si antes se han silenciado las armas, es decir, con un alto el fuego previo. En este aspecto, Occidente ha perdido la partida.

Desde el punto de vista de la estrategia militar, Ucrania no puede entregar la línea fortificada del actual cinturón de posiciones defensivas de 1000 km de longitud, fundamentalmente, las situadas en las provincias de Donetsk y Lugansk que constituyen el corazón de la defensa ucraniana. Ese hecho supondría la capitulación del país del Dnieper en manos rusas.

Con sus frecuentes cambios de posición, sumado a continuas contradicciones, medias verdades y algunas humillaciones a sus invitados, además de aliados, como fue el caso de Zelensky, el presidente estadounidense ha puesto en cuestión la unidad occidental y el vínculo transatlántico ante el regocijo y sonrisas de los países autoritarios y rivales.

El tratamiento utilizado para parar una guerra como si fuera un mercado persa o un bazar árabe, proponiendo sus propias condiciones sin contar con sus aliados y socios ni con los actores directos que son los que están sufriendo los daños y desastres con miles de muertos, ocasionados por una invasión militar contraria al derecho internacional, trae como consecuencia profundas y severas consecuencias en el entorno de seguridad europeo e internacional.

Es inquietante y terriblemente indignante y vergonzoso que cuestiones como la geopolítica y la geoestrategia, la guerra y la paz, la democracia y la autocracia, la ética y la inmoralidad, dependan de gobernantes egocéntricos y volubles con una grave falta de diplomacia y del sentido de la responsabilidad que debe caracterizar a cualquier hombre de Estado.

De los resultados de la cumbre de Alaska y de la reunión en Washington, se extraen conclusiones ambiguas -como fue el avance en la unidad de Europa frente a las dudas de Trump para apoyar las garantías de seguridad- para el futuro de la guerra en Ucrania y del nuevo orden internacional que debiera establecerse más pronto que tarde. Las negociaciones posiblemente ocuparán gran parte de este otoño.

En definitiva, la geopolítica y la guerra son aspectos medulares de la evolución de la humanidad. Su tratamiento por los hombres de Estado debe ser riguroso y con una sosegada integridad. Las guerras de Ucrania y Gaza constituyen un estigma insoportable para el planeta. Los líderes mundiales debieran guiarse por la paz perpetua kantiana, al objeto de que todos los pueblos de la tierra vivan con la paz, dignidad y estabilidad que se merecen. Soy consciente de que es difícil, pero no imposible. La humanidad siempre ha superado grandes obstáculos.

GD (R) Jesús Argumosa

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