En estos primeros días de abril la guerra en Ucrania lleva ya dos años largos de duración, continúa en la forma de guerra de desgaste –también llamada guerra de trincheras– en la que los dos adversarios están perdiendo muchas vidas humanas al mismo tiempo que las estrategias con las que se enfrentan han fracasado y ninguno de los dos dispone de capacidades operativas suficientes y necesarias para ganar la guerra.
La estrategia instaurada por Occidente –fundamentalmente por Estados Unidos y la Unión Europea– basada en la defensa de Ucrania y en el establecimiento de sanciones a Rusia ha fracasado. Es cierto que Occidente está apoyando y abasteciendo a Ucrania tanto en armamento como en financiación, pero también es verdad que no lo ha realizado ni suficientemente ni en tiempo oportuno. (...)
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El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha asegurado el pasado 30 de marzo en una entrevista al Washington Post que, si su país no recibe la ayuda militar de 60.000 millones de dólares prometida por Estados Unidos bloqueada por las disputas en el Congreso, sus fuerzas tendrían que retirarse en “pequeños pasos”.
Por otra parte, el presidente ruso, Vladimir Putin, ahora se encuentra en un momento excepcional en la guerra en Ucrania. Las fuerzas rusas se hallan en una actitud ofensiva desde la toma de la ciudad de Avdiivka el 17 de febrero, sabe que las fuerzas ucranianas se encuentran con importantes faltas de munición, acaba de ser reelegido presidente por otros seis años el 17 de marzo, y, por último, el atentado terrorista del Estado Islámico que dejó al menos 140 muertos en la sala Crocus City Hall en la ciudad de Krasnogorsk, a 25 Km. de Moscú, el pasado 23 de marzo, del que culpa a Kiev, le proporciona una excusa ideal para continuar con la guerra.
A mayor abundamiento, está observando los diferentes posicionamientos que están apareciendo en las declaraciones de varios líderes europeos en relación con la guerra en Ucrania como puede ser la propuesta del presidente francés, Emmanuel Macron, de enviar soldados de la OTAN a territorio ucraniano, la negativa del canciller alemán, Olaf Scholz, al envío a Ucrania de misiles de largo alcance Taurus o la distinta postura del presidente español, Pedro Sánchez, y del primer ministro polaco, Donald Tusk, en relación con el tono bélico de la situación actual europea en el que Tusk llegó a declarar que “nuestro deber no es discutir, sino prepararnos para defendernos”.
A la vista de esta falta de unidad europea y de la parcial negativa estadounidense de apoyo a Ucrania en la guerra, junto al favorable resultado ruso en el campo de batalla, Putin firmó, el pasado día 31 de marzo, el decreto para el primer llamamiento a filas de 2024 que amplía la edad hasta 30 años, tres más que el anterior de otoño de 2023 y que afectará a 150.000 rusos. El llamamiento se efectuará entre el 1 de abril y el 15 de mayo.
Todos los indicios parecen indicar que Putin se está preparando para iniciar una gran ofensiva cuando los europeos estén inmersos en la campaña para las elecciones al Parlamento Europeo entre el 6 y 9 de junio. Rusia ha aumentado sus actividades de espionaje, de desinformación y de propaganda junto a operaciones de desestabilización para incidir negativamente en dicha campaña.
Por otra parte, Putin está esperando a que Trump gane las elecciones estadounidenses el próximo mes de noviembre y cambie la actual postura de Estados Unidos ante la guerra en Ucrania. Le interesa prolongar la guerra hasta final de año. Por ello, Occidente debiera hacer el máximo esfuerzo para debilitar lo máximo posible a Rusia antes de que esta posibilidad pueda suceder.
Ante esta situación, la necesidad de establecer una nueva estrategia occidental firme, sólida y eficiente se hace cada vez más urgente, imprescindible y totalmente necesaria que sea capaz, al menos, de impedir que Ucrania pierda la guerra. Y se debe instaurar a la mayor brevedad antes de que sea demasiado tarde y de que Rusia acabe como vencedor.
Para ello, se debiera tener en cuenta, las consideraciones que a continuación se relacionan sin agotar otras que pueden servir como valor añadido al objeto de que se diseñe y se lleve a cabo una nueva estrategia con el máximo rigor.
En Avdiivka, la proporción de fuerzas rusas y de fuerzas ucranianas era de 7 a 1 similar a lo sucedido en Bajmut la pasada primavera. En esencia, la estructura militar rusa sigue reflejando la propia de un ejército de masas apoyándose fuertemente en tradiciones soviéticas. En Rusia, se fomenta un culto al “soldado-héroe” y los altos niveles de mortandad y violencia se aceptan como consecuencias naturales.
El crítico momento que ahora está pasando el pueblo ucraniano exige reforzar el compromiso occidental con Ucrania mediante una nueva estrategia en aras de la defensa de los valores universales de la sociedad abierta, de la igualdad y de la libertad. España, como cuarto país de la Unión Europea y miembro de la OTAN, debiera posicionarse con firmeza, consistencia y credibilidad en esta nueva estrategia de Occidente que se avecina.
GD (R) Jesús Argumosa Pila
Asociación Española de Militares Escritores
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