Enrique D. Martínez Campos

Breve análisis de la situación política

Ávalos, Cerdán y Koldo en 2017, hoy en prisión. (Foto: https://maldita.es/malditobulo/).

LA CRÍTICA, 27 NOVIEMBRE 2025

Enrique D. Martínez Campos | Jueves 27 de noviembre de 2025

Desde las elecciones generales de julio de 2023, España, en general, continuó sufriendo y padeciendo un supuesto gobierno progresista de un personaje catalogado por medios que saben lo que dicen y observan sus reacciones, como clásico sujeto afectado por una enfermedad que se denomina... (...)



... sicopatía. Al margen de que sea o no cierto el diagnóstico, el hecho real es que los resultados de su gestión por una parte, y el bochornoso e inconcebible espectáculo al que los españoles estamos sometidos por la conducta de este individuo, la de sus más allegados familiares y colaboradores, así como los que están a su incondicional servicio, hace ya insufrible e insoportable su presencia al frente del gobierno de España.

La legislación española no contempla que en casos de esta naturaleza se pueda recurrir a ningún procedimiento sancionador para poder apartar a personajes como este de su cargo, que no hace sino mentir permanentemente, de manera natural, ante cualquier tipo de situación, además de ser aplaudido y ensalzado frenéticamente por sus incondicionales del partido, por los medios a su servicio e, inexplicablemente, por todavía millones de afiliados, simpatizantes y otros españoles que aplauden sin dudarlo su conducta, sus continuas mentiras y su afán desmedido por el poder.

Sólo en caso de ser probado algún delito cometido directamente por él, podría ser requerido por la Justicia para separarlo del puesto que ocupa. Esto, por desgracia, puede quedar aún lejos de hacerse realidad, aunque su horizonte penal pueda complicarse muchísimo. Siempre que no haya, claro, un juez Bacigalupo cualquiera que exima de toda culpa a este hombre, para no “estigmatizar” al presidente del gobierno de España como sucedió, por ejemplo, con Felipe González, cuando tuvo que sentarse en el banquillo de los acusados en el Tribunal Supremo.

Con estos mimbres, esta legislatura en España será recordada en nuestra Historia como “la del escándalo, la corrupción y la mentira”, o algo muy parecido. Ningún otro país en el mundo civilizado soportaría algo semejante porque, entre otras cosas, sus políticos conocen la palabra “dimisión” y suelen anteponer los intereses de su país a los propios, por mínima que sea la falta cometida.

Por tanto, en unas próximas elecciones generales, sean mañana o dentro de dos años –y doy por hecho que serán convocadas–, el objetivo primero, prioritario sin excusa alguna, será evitar por todos los medios legales, que este sujeto pueda volver a gobernar en minoría con el apoyo de todos los grupos políticos cuyo deseo es, o la desaparición de la democracia o la desaparición de este país, balcanizándolo como sucedió con la antigua Yugoslavia.

Existen además tres asuntos que acechan o pueden modificar sustancialmente esas futuras elecciones. Por un lado, el voto de algunos cientos de miles de personas a las que se les regala la nacionalidad española (entre ellos, hijos y herederos de los brigadistas de la Segunda República, inmigrantes, etc.); la posibilidad de la manipulación del voto por correo, como ya ha sucedido en otras elecciones; por último, el recuento de los resultados finales de las elecciones a cargo, en nuestro caso, de una empresa colonizada por este gobierno. No tiene por qué ocurrir en los dos últimos casos, pero puede suceder.

Llegados a este punto, la pregunta es: ¿qué va a hacer la oposición y cómo se comportará ante esas elecciones decisivas? La oposición la forman esencialmente dos partidos: PP y VOX. En mi humilde opinión, ambos han de actuar de forma muy diferente a como lo hicieron en las elecciones del año 23. Por su pésima actuación las perdieron. Se equivocaron cuando tenían el triunfo al alacance de la mano. Ambos midieron erróneamente sus posibilidades.

Es posible que para la mayoría de la mitad del electorado y los medios que lo apoyan incondicionalmente –en general todos ellos se autodefinen como liberales sin saber exactamente hasta donde llega su liberalismo–, el PP sea el grupo político más votado y el que está dotado de una mejor organización territorial. Todos conocemos, sin embargo, sus enormes debilidades que no voy a repetir. Por esto, precisamente, se escindió de él VOX, para defender los intereses de España y no el estatus que, existente desde 1975, esto es, “el sistema” se ha ido degradando a pasos agigantados. Pero a VOX se le colgó el sambenito de “extrema derecha” por todas las izquierdas y demás parientes para, con otra visión muy diferente, acabar con ese sistema y con VOX.

El PP cometió dos errores de bulto imperdonables en las elecciones del 23. El primero fue creer que, por sí mismo sería capaz de ganarlas sin necesidad de ningún apoyo. Las encuestas le daban como seguro ganador. Se lo creyó y cometió la estupidez de pedir aquello del “voto útil”. Fracasó estrepitosamente. El segundo error fue el miedo, el temor a la contaminación, al qué dirán. Ellos, el partido de centro moderadísimo tendiendo en algunos casos hacia la socialdemocracia, no podían pactar con la “extrema derecha”. Había que dejar constancia de su diferencia con VOX, porque las coaliciones con ellos en las Autonomías y Ayuntamientos les habían perjudicado. Porque lo aireó la “agitprop” de las izquierdas, separatistas/golpistas y etarras para socavar su credibilidad ante los españoles que casi siempre se creen lo que no es verdad. Y luego, el sujeto que vive en la Moncloa les mintió a placer cuando pactó después con todo lo antiespañol para hacerse con el poder.

Por su parte, VOX también cometió errores. Al margen de ser el partido de la derecha española, que defiende la Constitución (aunque, como todos, ve la necesidad de actualizarla), defiende la unidad nacional, la separación de poderes, la propiedad, la integridad territorial, el control de la inmigración, las tradiciones, etc., pensó que le bastaban estas credenciales para actuar por libre y no concretar acuerdos con el PP aunque este no los ofreciera. Porque el PP, es cierto, que las rehuyó por miedo y complejos estúpidos. Aún así, VOX debió intentar por todos los medios y en todos los foros, públicamente, que quedara constancia de su deseo de pacto con el PP. No lo hizo con la suficiente claridad para echar del Poder al nuevo autócrata de Europa. Y quien está pagando más caro semejantes errores es el pueblo español.

Analizados brevemente los puntos esenciales de aquel fracaso y, por tanto, de la necesaria e imprescindible coalición PP/VOX para terminar con esta situación agónica que hoy padece España y que puede ser el preámbulo de una crisis de imprevisibles consecuencias, la conclusión a la que se llega es sencilla, incluso fácil en su ejecución cuando se descartan miedos, complejos, superioridad irreal e incluso exceso de orgullo.

Hoy, el inquiokupa de la Moncloa y todo su formidable equipo de “agitprop”, aumenta la presión sobre el PP para que VOX se crea lo que no debe. Es decir, divide y vencerás, legendario axioma desde tiempo inmemorial. La dirección del PP no puede dejar en manos de los barones que gobiernan en sus correspondientes cantones hacer “lo que les convenga” en sus próximas elecciones. Los guardiolas, los miras, los juanmas o los mañuecos deben tener claro que, por encima de ellos y sus cantones, está el interés nacional. Por tanto, el objetivo prioritario es nacional, no cantonal.

Es por ello que se requiere un pacto entre las cúpulas de ambos partidos –PP y VOX– que sea vinculante en todos los rincones de España. Ampliamente divulgado, transparente, para conocimiento general de todos los españoles. Ambos partidos se complementan, se necesitan para ganar. Uno, porque tiene organización y buenos gestores. Otro, porque tiene las ideas claras y busca el final de un “sistema” que nos ha conducido a la situación límite en que hoy nos encontramos. Y ese pacto debe lograrse cuanto antes. Por cierto, debo recordar al PP que el socialismo progresista (es decir, el de los escándalos y la mentira) ha cuidado con esmero a sus socios, a toda la anti-España, proporcionándoles todo, o casi todo de lo que le exigieron. No se trata de que el PP tenga que hacer lo mismo con VOX, pero sí tenerlo en cuenta.

Por último, si ambos partidos pretenden lograr el mismo objetivo a nivel nacional, el prioritario, el de acabar con el poder del inquiokupa monclovita y, supuestamente ganaran las elecciones, ni uno ni otro serían capaces, individualmente, de enderezar el rumbo de este desgraciado país tras el calamitoso estado en que se lo encontrarían con la herencia que nos espera a todos, tras esta tercera y más trágica pasada por la izquierda que hemos conocido desde 1975. La debacle va a ser de dimensiones colosales en todos los ámbitos: político, económico, social, jurídico, internacional, etc. Además, las calles pueden verse saturadas, movilizada la masa por los sindicatos de siempre, bien subvencionados y alimentados. Por todo ello, la actuación conjunta de ambos partidos se presenta no sólo necesaria, sino imprescindible. Y de defensa mutua frente a los ataques que reciban.

Conclusión final: PP y VOX tienen que trabajar y actuar en los próximos días y meses de forma conjunta, sin miedos, complejos ni orgullos mal entendidos, manteniendo cada cual su identidad pero siendo leales al compromiso que adquieran. Es mucho lo que está en juego. De mucha mayor importancia que el PP y VOX juntos. Porque por encima de todo está España y sus intereses nacionales, no los de ningún partido. No nos decepcionéis como en julio de 2023.

Enrique Domínguez Martínez-Campos

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