«El Honor es mi divisa» Más que un lema: una forma de vida que honra tanto al Cuerpo como al espíritu de quienes lo forjaron.
Durante casi dos siglos, la Guardia Civil ha encarnado los más altos ideales del deber, la disciplina, la legalidad y la entrega al bien común. Su silueta, recortada en caminos rurales, costas, montañas y fronteras, no es solo presencia armada: es símbolo de Estado, de orden, de protección. Sin embargo, como tantas veces ocurre en la historia, el relato oficial ha simplificado su origen, elevando a figura fundacional única al II Duque de Ahumada. Honroso y fundamental fue su papel, pero no fue el primero. Antes que él, con visión de Estado, liderazgo institucional y decisión ejecutiva, se alzó el nombre del Teniente General Manuel de Mazarredo y Mazarredo, verdadero impulsor y artífice de la génesis del Cuerpo. (...)
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Un país en desorden: el problema de seguridad en la España liberal
En la España de 1843, el joven Estado liberal trataba de afianzarse tras una década de convulsiones. El reinado de Isabel II era aún incipiente, marcado por regencias inestables, guerras civiles y constantes vaivenes políticos. Con la Primera Guerra Carlista recién concluida, el país se enfrentaba a una disyuntiva: consolidar el orden o descomponerse. Las ciudades estaban inquietas; los campos, directamente en manos del bandolerismo. Las rutas comerciales eran peligrosas, los caminos inseguros, y los pueblos sometidos muchas veces al arbitrio de la fuerza. El Ejército, exhausto y sobredimensionado, se veía obligado a desempeñar funciones policiales para las que no estaba ni formado ni diseñado. La seguridad interior del Estado pendía de un hilo, y el aparato de poder carecía de una herramienta especializada y permanente que garantizara la autoridad civil y protegiera a la ciudadanía en el día a día.
Fue entonces cuando Manuel de Mazarredo, Ministro de la Guerra en el gabinete de Luis González Bravo, comprendió que la situación exigía algo más que meros parches militares: hacía falta una institución nueva, estructural, profesional, nacional. Una fuerza dotada de disciplina militar, pero al servicio del orden público civil. La información disponible subraya que la creación de la Guardia Civil no fue una mera iniciativa burocrática, sino una respuesta directa, urgente y estratégica a una profunda crisis de orden público y control estatal.
Mazarredo, militar, político y estratega
Nacido en Bilbao el 27 de mayo de 1807, Manuel de Mazarredo y Mazarredo era hijo de Francisco de Mazarredo, mariscal de Campo y tres veces condecorado con la Gran Cruz de San Fernando, y nieto del insigne almirante y Pariente Mayor de Vizcaya, don José de Mazarredo y Salazar de Muñatones, gloria de la Marina española. Desde joven se encaminó por la senda militar, alcanzando con brillantez el rango de Teniente General. Participó activamente en la Guerra Carlista, logrando una destacada victoria en Aiguaviva de Bergantes (1834), y fue Jefe de Estado Mayor con dos de las figuras más relevantes del siglo XIX español: Baldomero Espartero y Ramón María Narváez.
No fue solo soldado: fue hombre de Estado. Ministro de la Guerra en dos ocasiones (1843-44, 1847), senador vitalicio desde 1845, y Capitán General de varias regiones clave, como Castilla la Nueva, Castilla la Vieja y Vascongadas, Mazarredo fue un reformador dotado de inteligencia táctica y visión estructural.
El acto fundador
El 28 de marzo de 1844, la Reina Isabel II firmó el primer Real Decreto relativo a la Guardia Civil, propuesto directamente por Mazarredo. En él se creaba un cuerpo especial de infantería y caballería, los “Guardias Civiles”, bajo jurisdicción militar pero adscritos al Ministerio de Gobernación en sus funciones. Aquel decreto definía la arquitectura inicial del Cuerpo: la jurisdicción militar que regiría su organización y disciplina; los criterios iniciales para la admisión, la .estructura por tercios, escuadrones y compañías; la disciplina militar; reclutamiento entre soldados licenciados con buena conducta, etc. Su razón de ser era proteger el orden público, custodiar vidas y bienes y extender la presencia del Estado en todo el territorio, especialmente en zonas rurales, allí donde ni el Ejército ni las milicias llegaban con eficacia. El papel de Mazarredo no fue meramente administrativo; la creación ocurrió «bajo propuesta personal», lo que indica su profunda convicción personal y su visión estratégica para abordar una necesidad perentoria. La explícita justificación de Mazarredo para proponer la Guardia Civil fue «librar al Ejército de tener que perseguir a delincuentes».
La información disponible subraya que la creación de la Guardia Civil no fue una mera iniciativa burocrática, sino una respuesta directa, urgente y estratégica a una profunda crisis de orden público y control estatal. La anarquía rampante socavaba la legitimidad del estado, obstaculizaba el desarrollo económico, como la seguridad del comercio, y agotaba los recursos militares. Esta intensa presión generó una innegable necesidad política de una solución de seguridad nacional novedosa y robusta, lo que posicionó la propuesta de Mazarredo como una intervención oportuna y necesaria. Resultó una apuesta estratégica por un modelo nuevo de seguridad nacional. En lugar de multiplicar las intervenciones del ejército, Mazarredo diseñó una fuerza propia, profesional, con identidad y doctrina específicas.
La propuesta de diciembre y la visión estratégica
Meses antes, el 31 de diciembre de 1843, Mazarredo había presentado formalmente la propuesta de creación del cuerpo al entonces Ministro de Gobernación, José Justiniani Ramírez de Arellano, Marqués de Peñaflorida. Allí, expuso una idea clave: el Ejército debía ser liberado de funciones de persecución de delincuentes para centrarse en la defensa nacional. Este razonamiento revela una comprensión avanzada de la lógica institucional: el Estado moderno no podía seguir confiando al Ejército tareas policiales. Se necesitaba una fuerza intermedia, especializada, permanente, con presencia territorial, capaz de garantizar el orden sin militarizar la vida civil. Su propuesta —elevada, argumentada, aprobada y convertida en decreto— fue el acto germinal que hizo posible la existencia de la Guardia Civil.
La elección del Duque de Ahumada y la organización efectiva
Tras el decreto fundacional, Mazarredo asumió la responsabilidad organizativa. El 12 de abril de 1844, un nuevo Real Decreto autorizaba a los responsables de la futura Guardia Civil a nombrar sargentos y cabos sin demora. En su texto, se especificaba que la organización se haría «por conducto del Ministerio de la Guerra», consolidando así la dirección efectiva del proceso bajo la autoridad de Mazarredo. Ese mismo mes, el 15 de abril de 1844, Mazarredo encargó oficialmente al Duque de Ahumada —el Mariscal de Campo, Francisco Javier Girón y Ezpeleta, figura militar altamente capacitada— la dirección operativa de la nueva fuerza. En su carta, le transmitió la directriz de la Reina, le indicó los lugares de organización (Vicálvaro y Leganés) y le otorgó libertad para proponer mejoras, insistiendo en que se priorizara «la perfección sobre la mera velocidad» en su establecimiento. Esta instrucción es particularmente reveladora, pues demuestra el liderazgo estratégico de Mazarredo y su comprensión del desarrollo institucional efectivo. Al confiar el diseño operativo a Ahumada, se aseguró de que el nuevo cuerpo fuera estructurado por un experto en organización militar, sentando una base sólida para su futura eficacia. De esta manera igualmente, se consolidó el papel de Mazarredo no solo como iniciador de políticas, sino también como facilitador de su génesis operativa. No hay aquí cesión de protagonismo, sino acto de liderazgo auténtico: el fundador selecciona al organizador, transmite el mandato regio, proporciona el marco doctrinal y respalda con poder ministerial todo el proceso.
El decreto de Narváez: continuidad y consolidación
El 3 de mayo de 1844, Mazarredo abandonó el ministerio. Lo sucedió Narváez, quien el 13 de mayo de 1844 firmaría el decreto que con frecuencia se ha considerado “fundacional”. En realidad, este decreto fue la consolidación jurídica y estructural de lo ya iniciado. Establecía la doble dependencia del nuevo cuerpo: del Ministerio de la Guerra para organización, disciplina y haberes; del de Gobernación para servicios y despliegue. Era una formalización más completa, pero no un punto de partida: el verdadero punto de arranque estuvo en los actos de Mazarredo. Es hora de decirlo alto: el proceso no nació en mayo, sino en marzo. Y antes aún, en la mente del Ministro de la Guerra Manuel de Mazarredo.
Los documentos revelan una progresión de actos legislativos mediante los decretos mencionados. Una línea de continuidad desde su génesis por Mazarredo, pasando por Narváez y llegando al duque de Ahumada, por lo que la creación de la Guardia Civil no fue un acto singular e instantáneo, sino un proceso evolutivo. Las reformas institucionales significativas rara vez se logran mediante un único golpe legislativo, sino que a menudo son procesos iterativos que implican múltiples etapas de conceptualización.
La Guardia Civil: un cuerpo único y duradero
La Guardia Civil surgió con una identidad excepcional: fuerza armada, pero no ejército; cuerpo policial, pero con doctrina militar; servidor civil, pero con honor castrense. Una síntesis tan singular como eficaz. Su despliegue redujo drásticamente el bandolerismo, devolvió la seguridad a los caminos y consolidó la presencia del Estado en regiones donde imperaba la ley del más fuerte. Fue piedra angular del proceso de pacificación, modernización y centralización del liberalismo español. La Guardia Civil, resolvió con éxito el dilema de utilizar el ejército regular como policía, al tiempo que proporcionó una presencia de seguridad robusta y desplegada a nivel nacional. Esta previsión en el establecimiento de una arquitectura de seguridad híbrida única representa una contribución significativa y duradera a la política estatal y la seguridad españolas, demostrando la profunda comprensión de Mazarredo de los complejos desafíos que enfrentaba el incipiente estado liberal y sentando las bases para una institución que perduraría por generaciones.
En el siglo XX, se enfrentó al terrorismo, protegió las infraestructuras críticas y participó en misiones internacionales. Hoy, en el siglo XXI, sus unidades de élite, como la Unidad Central Operativa (UCO) o la Unidad Especial de Intervención (UEI), son referencia en Europa. Y sin embargo, su fortaleza no solo reside en la élite, sino en su capilaridad: en cada puesto, en cada agente rural, en cada servicio cotidiano. El modelo de las Casas-Cuartel, hoy menguado, fue durante décadas símbolo de cercanía, vigilancia y presencia constante. La Guardia Civil se erige hoy como testimonio de la previsión y visión estratégica de sus primeros defensores. Es hoy orgullo de la ciudadanía por sus acciones y éxitos obtenidos en todos los campos referentes no solo a la seguridad de los ciudadanos, como también a la persecución de la delincuencia común y de las mafias políticas
Un fundador eclipsado… que merece justicia histórica
Pocas veces en la historia de las instituciones españolas se ha producido una injusticia historiográfica tan evidente como la sufrida por Manuel de Mazarredo. Su papel fue decisivo, documentado, oficial y estructural. Y, sin embargo, rara vez se le menciona como el verdadero impulsor de la Guardia Civil. La razón no está en el olvido, sino en la simplificación. El Duque de Ahumada merece reconocimiento por su impecable tarea organizativa, fue su primer Director General. Pero sería una mutilación del relato histórico relegar a la sombra a quien propuso, legisló, gestionó y supervisó la creación misma del Cuerpo. Manuel de Mazarredo debe ocupar, por derecho, el lugar de primer nombre en la génesis de la Benemérita.
La Guardia Civil es más que una institución: es una tradición de servicio. Es la seguridad que duerme al lado del pueblo. Es el honor que patrulla los caminos. Es la serenidad ante la tormenta. Es la última barrera contra la injusticia, venga de donde venga. Y fue posible porque, en un momento decisivo, un hombre lo vio con claridad, lo propuso con firmeza y lo llevó a la acción con rigor.
Gloria a la Guardia Civil. ¡Gloria a su creador y a quienes le secundaron tan brillantemente! Y gratitud eterna a todos los que, desde entonces, la sirven con valor.
Iñigo Castellano Barón y Mazarredo
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