Los europeos estamos viviendo un tiempo de transición geopolítica y geoestratégica sin que se observen medidas efectivas que den consistencia a posibles proyectos efectivos frente al futuro europeo. La Unión Europea (UE) alberga un mosaico de naciones que conforman el continente, cada una con sus propias condiciones geopolíticas y geoestratégicas que condicionan sus intereses nacionales propios y caracterizan a cada país. (...)
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Será muy difícil compaginar los intereses económicos y socioculturales que conforman cada nación europea a la que se ha llegado por su propia evolución histórica y en función de sus condiciones geográficas, sea del Norte o del Sur, del Este o del Oeste y aún del Centro Continental. Pero todavía algunas naciones, como Noruega o Suiza no se han decidido a formar parte del proyecto europeo, mientras que otros como el Reino Unido han optado por un futuro más independiente, posiblemente por no querer compartir los riesgos de un proyecto europeo con un futuro incierto.
A finales del siglo XX, un estudioso de la geopolítica como Jacques Attali publicó el libro "Europa(S)", afirmando que no existe una Europa sino varias. Se refiere a que puede haber varias clases de Europa, como la Unión Europea que abarca el espacio continental al que se incorporan diversas naciones como acaba de pasar con Finlandia y Suecia para su defensa, además del mercado europeo continental y el espacio Euro-Atlántico conectado con EE. UU. por el oeste y la Europa oriental que considera a Rusia como parte continental europea.
En la situación actual, hay varias posibles posturas políticas y estratégicas en las que Europa puede adoptar distintas posturas propias para su interés como potencia internacional. En primer lugar, el conflicto de Ucrania condiciona la postura europea como parte de la OTAN con dependencia de EE. UU. pero con sus propios intereses europeos. De todo ello se deriva su relación con Rusia de la que depende una parte continental de la Europa oriental. En esta materia, la UE debe dejar claras sus responsabilidades, no solo respecto al desarrollo del conflicto bélico sino también respecto al futuro económico y comercial entre la UE y Rusia, con enormes posibilidades de una relación directa. De igual modo debe la UE hacer valer la relación directa con China, facilitando los acuerdos tecnológicos y comerciales más apropiados, sin interferir la pugna norteamericana pero manteniendo su propia postura e interés europeo como nación occidental.
También deben considerarse otro campos internacionales que están surgiendo con enormes posibilidades, como son el mundo islámico con países relevantes como Turquía y Arabia Saudita, de gran interés para España. También en primera fila figura el mundo hispanoamericano, con naciones en donde España puede tener grandes posibilidades para Europa facilitando el desarrollo económico y sociocultural.
Pero hay un nuevo factor propio de este tiempo que es el mundo africano, en plena evolución y desarrollo, con impulsos influenciados por las grandes potencias como China, Rusia y EE. UU. En todo ello, también la UE impulsada por Francia y España está demostrando gran interés hacia el continente africano, proporcionando seguridad marítima y continental especialmente en el golfo de Guinea, en el Sahel y con países del sur africano como son Somalia y Kenia.
Así parece pues que Europa, con Francia y Alemania a la cabeza, debiera aprovechar el momento geoestratégico y geoeconómico de interés global para ocupar y defender el puesto que las naciones europeas se merecen. Ese es y debe ser el futuro al que los europeos debieran enfrentarse para afrontar el desarrollo del mundo global que estamos viviendo.
Gonzalo Parente