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Es preciso reconocer que una falta de acuerdo entre los aliados hubiera supuesto el fracaso de la firme unanimidad que todos los integrantes de la OTAN han mantenido desde el comienzo de la guerra en Ucrania. De acuerdo con The International Institute for Strategic Studies (IISS), 15 Ejércitos europeos cuentan en sus plantillas con una cantidad cercana a 2400 unidades del CC alemán Leopard 2, de diferentes modelos y actualizaciones. Esta decisión de Alemania permite a varios países europeos y aliados la posibilidad de enviar CC Leopard a Ucrania. A fecha de hoy ya se han postulado en esa dirección Polonia, España, Dinamarca, República Checa, Países Bajos, Finlandia (no está en la OTAN), Portugal, Canadá y Noruega.
Entre las ventajas de enviar a Ucrania los CC Leopard se hallan la de existir dichos CC en 15 países de la OTAN, como se ha dicho, por lo que resultaría fácil el transporte de los mismos al territorio ucraniano, con independencia de que sea necesario establecer una cadena logística de abastecimiento y mantenimiento capaz de hacer frente a las necesidades del campo de batalla en cuanto a adquisición de unidades de CC, talleres de reparaciones, recuperación y montajes de piezas de repuesto y módulos del propio carro de combate.
También es verdad que en cada fase de la guerra en Ucrania ha aparecido un arma de gran impacto simbólico y eficiente en el combate. Al comienzo de la guerra en el sector de Kiev, el misil anticarro Javelin y el misil antiaéreo Stinger fueron los más importantes. Algo más tarde, en la primavera, en Donbás el obús de 155mm brilló frente a las fuerzas rusas y en el otoño el sistema de lanzacohetes HIMARS fue decisivo en la contraofensiva ucraniana.
Sin embargo, el Leopard 2 no supondrá un punto de inflexión –no es la panacea– si no llega acompañado de una estructura operativa potente, sólida y eficiente en donde debe estar incluido apoyo aéreo, apoyo de infantería mecanizada, ingenieros para la movilidad y contramovilidad, artillería de corto y largo alcance, drones de diferentes tipos, entre otros elementos, junto a un mando integrado.
Uno de los mayores retos consistirá en establecer la cadena logística de abastecimiento y mantenimiento antes mencionada para varios tipos de CC y de diversos materiales que exigirá un esfuerzo capital –tener en cuenta que solo en lo que se refiere a la participación de CC, con mucha probabilidad habrá que contar con los Leopard 2 alemanes, los M1 Abrams estadounidenses, los Challenger 2 británicos o los Leclerc franceses–.
Desde el punto de vista ruso, el éxito de la contraofensiva ucraniana del pasado otoño junto al firme y permanente apoyo occidental a Ucrania durante el invierno hace más urgente la necesidad de una victoria militar para disponer de una potente baza estratégica de cara a una posible negociación. Por ello, la lógica de la escalada ya está en marcha y la ofensiva rusa ya se está preparando.
El despliegue actual ruso está muy enfocado al Donbás para conseguir una ansiada victoria militar –la conquista de la ciudad de Bajmut sería un primer paso– al mismo tiempo que gira hacia el Sur, hacia las provincias de Jersón y Zaporiyia, intentando asegurar el dominio del corredor terrestre que le posibilita quitarle a Ucrania el acceso al mar de Azov y a parte de la costa del mar Negro, así como consolidar el enlace y apoyo pleno a Crimea.
En la actualidad están desplegando entre 12.000 y 15.000 efectivos terrestres rusos– estas cifras son muy cambiantes– en Bielorrusia al mismo tiempo que efectivos aéreos aún no se han marchado de dicho país, después de unas maniobras ya finalizadas. No es descartable que sea una añagaza de distracción. Una posible ofensiva hacia Kiev obligaría a Moscú a mover grandes cantidades de fuerzas acorazadas y mecanizadas a largas distancias con una logística precaria y muy expuesto todo ello a la artillería y misiles de medio y gran alcance, el sistema de lanzamisiles múltiple HIMARS y MLRS junto a drones de largo alcance, disponibles en las fuerzas ucranianas.
En la perspectiva de Kiev, sus principales prioridades estratégicas se hallan en realizar una contraofensiva ejerciendo como esfuerzo principal la reconquista de las provincias de Jersón y Zaporiyia con sus costas en el mar de Azov y en parte del mar Negro junto con la recuperación de Crimea. Al mismo tiempo, mantenerse en defensa a toda costa en las posiciones del frente de Donbás mientras mantiene unas reservas estratégicas orientadas al despliegue en el entorno de Kiev ante una posible penetración estratégica desde Bielorrusia.
A nadie se le escapa que estamos asistiendo a una escalada en la guerra en Ucrania. Por un lado, Rusia ha fortificado fuertemente sus posiciones defensivas al mismo tiempo que está preparando una gran ofensiva para la primavera. Ante esta posición rusa, Occidente está cambiando el dial de la escalada al apoyar a Ucrania con un incremento de CC, en número y en eficiencia, junto con artillería, drones y munición y, posiblemente, con aviones de cuarta generación como puede ser el caza polivalente F-16 estadounidense.
Otro asunto pendiente, aparte del F-16, lo constituye el suministro a Ucrania de una nueva munición bomba estadounidense conocida como Ground-Launcher Small Diameter Bomb (GLSDB), es decir, bomba de pequeño tamaño lanzada desde tierra, que se puede lanzar desde los sistemas HIMARS y MLRS con un alcance de 150-170 kilómetros lo que permitiría atacar objetivos rusos de alto valor estratégico como depósito de municiones, almacenes o Puestos de Mando.
En román paladino, ante la gran ofensiva que Rusia está anunciando repetidamente, respaldada por un elevado despliegue de fuerzas frente a las fronteras ucranianas, Occidente está apostando fuertemente en su apoyo a Ucrania con el envío de armamento muy sofisticado, de alto valor estratégico y operacional. Este previsible enfrentamiento elevará el nivel de la escalada.
Del resultado de esta ofensiva rusa y de la prevista contraofensiva ucraniana dependerá cómo acuden ambos bandos a unas posibles negociaciones. Dicho resultado dependerá, fundamentalmente, de tres factores. El primero es el tiempo contemplado en una doble lectura; por una parte, el momento en que se lleve a cabo la ofensiva rusa y, por otra, el plazo de entrega a las fuerzas ucranianas del armamento moderno occidental.
El segundo factor es la prevista segunda movilización rusa que incrementará poderosamente la posición rusa respecto a Ucrania en cuanto a masa de maniobra humana. En caso de que se haga, no cabe duda de que Moscú se empeñará en una guerra larga. El tercer factor es el tipo de armamento y material que llegue desde Occidente. Si es el de última generación que se ha expresado, la ventaja estratégica favorable a Ucrania parece evidente.
En el fondo, estamos asistiendo a una guerra encubierta entre Rusia y Occidente, llevada a cabo en un teatro estratégico exterior a ambos contendientes, aunque es cierto que se encuentra en territorios fronterizos con uno de ellos. En una primera aproximación, la diferencia entre los dos actores en PIB, gastos de defensa y tecnología resulta abismal. La única fortaleza estratégica de Rusia es su arsenal nuclear. Esperemos que nunca se emplee.