Primer “Round” (2016, victoria de Trump).
Creo que muy pocos americanos (no digamos ya los europeos) parecen ser conscientes de que los Estados Unidos se encuentran hoy inmersos desde hace ya tiempo en un épico enfrentamiento, gran duelo o combate político-ideológico entre dos titanes, dos líderes contendientes, no necesariamente ideales o de nuestro gusto, que representan cabalmente a dos Américas o dos sociedades americanas, la “conservadora” y la “progresista”, de una nación herida, progresiva y profundamente dividida desde hace décadas por las batallas de una larga guerra fría civil y cultural iniciada en los años 1960s. (...)
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No es un combate directo en el escenario de las elecciones presidenciales, sino un enfrentamiento existencial indirecto a través de peones interpuestos: Obama vs. McCain y Obama vs. Romney (antes de la entrada de Trump en la contienda); y con la abierta implicación de los dos titanes: Trump vs. Clinton, Trump vs. Biden, Trump vs. Harris…
Tal enfrentamiento existencial por el alma de la nación americana trasciende al ámbito internacional, afectando particularmente al presente y futuro del ámbito de las naciones occidentales.
En 2008 Obama ganó la presidencia frente al candidato Republicano, el senador John McCain, y en 2012 ratificó su victoria para un segundo mandato constitucional frente al también candidato Republicano, el senador Mitt Romney. En los años sucesivos los amargados perdedores McCain y Romney, consumidos por los celos y el resentimiento, se convertirían en ejemplos destacados de RINO (Republican In Name Only) y de odiadores de Trump (como los NeverTrump y los múltiples neuróticos, también existentes en las derechas españolas afectados por el famoso e irracional TDS, Trump Derangement Syndrome, o síndrome del delirio anti-Trump).
Las victorias de Obama en 2008 y 2012 significaron el triunfo “liberal” o “progresista” (es decir, izquierdista) emblemático del Partido Demócrata y la presunta o aparente –utilizando una cansina expresión gramsciana– “hegemonía cultural” de las izquierdas coaligadas, ya que el Partido Demócrata –como el Republicano– en realidad son grandes coaliciones de diversos partidos, grupos y grupúsculos (a veces, sectas), respectivamente de izquierdas y de derechas.
Triunfo, repito, “progresista” emblemático e histórico de Obama por razones obvias (raciales e ideológicas: un presidente afroamericano y socialista), aunque sus rivales, el seudo-maverick McCain y el mormón Romney eran candidatos muy flojos, sin tirón “conservador” popular, y por tanto fueron sendas victorias fáciles, sin grandes méritos, para el aparentemente rompedor y “carismático” negro o mulato Obama.
Victoria en efecto también emblemática y sorprendente del misterioso “Partido en la Sombra” con el apoyo financiero de George Soros, como habían pronosticado David Horowitz y Richard Poe (The Shadow Party, 2006), obra que los autores subtitulaban “Cómo George Soros, Hillary Clinton y los radicales de los años 1960s alcanzaron el control del Partido Demócrata”. En los años siguientes, entre otros, Dinesh D’Souza (Hillary’s America. The Secret History of the Democratic Party, 2016) y Mark Levin (American Marxism, 2021; The Democratic Party Hates America, 2023) escribirán las crónicas que confirman la degeneración y radicalización del Partido Demócrata.
No obstante su etapa de incuestionable dominio político y cultural sobre el Establishment Republicano (y especialmente Demócrata), terminando el segundo mandato de Obama en 2017, se evidencia un descenso de su popularidad. Incapaz de trasmitir los restos de su presunto carisma a la candidata Hillary Clinton, su Secretaria de Estado con la mochila negativa de Bengazi y todo el lastre de corrupción del clan Clinton, se producirá la victoria inesperada y ciertamente traumática de Donald Trump en 2016 (ganada en el polémico pero decisivo Colegio Electoral, no en el voto popular que favorecería a Ms. Clinton).
Una victoria trumpista a pesar de la gran conspiración impulsada por Obama y su FBI para impedir el triunfo del nuevo y gran rival, el titán nacional-populista liderando el movimiento MAGA, auténtico maverick anti-Establishment, en este Primer “Round” frente al supuesto legado del titán afroamericano (“mulato fantasmal y trágico”, según su propia descripción autobiográfica). Asimismo frente a un renovado Partido Demócrata, con un marcado sesgo obamita, izquierdista radical y con la consensuada candidata presidencial “mujer de paja”, Ms. Clinton, que será finalmente derrotada en toda regla, legal y legítimamente, según el peculiar sistema constitucional-federal estadounidense del voto colegial-electoral.
A pesar de los diversos intentos golpistas contra el nuevo titán rival, iniciados desde la Casa Blanca por el todavía presidente en funciones Obama (operación Crossfire Hurricane del FBI), continuados por el Partido Demócrata –“paper coups”(según Lee Smith) con el Steele Dossier y el Mueller Report impulsando dos sucesivos fake y fallidos impeachments-, el primer mandato presidencial de Donald Trump consiguió frenar y detener temporalmente la deriva socialista (Obamacare, políticas inmigratorias, descenso en el Índice de Libertad Económica, etc.), restableciendo la confianza en el liderazgo internacional, en la economía y en los valores tradicionales americanos.
Manuel Pastor Martínez
Continuación del “Duelo de Titanes”:
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