Manuel Pastor Martínez

Confusión sobre el Confucionismo

Rodríguez Zapatero inaugura en 2011 en León el sexto Instituto Confucio de España. (Foto: https://www.diariodeleon.es/).

LA CRÍTICA, 20 JUNIO 2023

Manuel Pastor Martínez | Martes 20 de junio de 2023

Cuando se cambian los nombres de las cosas las personas empiezan a perder su libertad (Confucio).


De las grandes civilizaciones religiosas con sus ramificaciones políticas (La Confucionista-Budista, la Judeo-Cristiana, la Islámica, la Hindú, la Taoista…), solo las dos primeras han tenido una clara dimensión universal: la Confucionista-Budista en China y en casi todo Oriente; la Judeo-Cristiana en Europa y Occidente (incluidas la Europa oriental ortodoxa y las Américas). (...)



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Solo las dos primeras han generado también una clara distinción entre la Iglesia y el Estado, condición necesaria para la democracia, la libertad y el derecho natural. Más nítidamente en el caso de la Judeo-Cristiana (Israel, Europa occidental, EEUU), más tímidamente en el caso de la Confucionista-Budista (momentos particulares del Confucionismo en la historia de China –especialmente en el caso de Taiwan–, o del Budismo en India y Japón).


En la China moderna, el Confucionismo ha inspirado a una gran parte del movimiento nacionalista anti-Manchú del Kuomintang (KMT) y la Revolución Republicana de 1911, especialmente bajo el liderazgo de Chiang Kai-check, el “Generalísimo” –probablemente el primer personaje histórico que adoptó tal adjetivo– en la lucha contra los poderosos “señores de la guerra” regionales y contra el comunismo durante la larga guerra civil china (desde los años 1920s hasta la victoria final de Mao en la China continental en Octubre de 1949).


Mijail Borodin, el hombre de Stalin en China (que, curiosamente, había pasado por España en 1919 y había sido el financiero fundacional del comunismo español por encargo de la Komintern) negoció los acuerdos con Sun Yat-sen (abiertamente pro-soviético) y Chang Kai-check (secretamente anti-soviético), e incluso mantuvo conversaciones con Madame Chang Kai-check, más intelectual que su esposo, sobre una posible colaboración, teórica y utópica, entre el marxismo y el Confucionismo-Cristianismo chinos (Chang Kai-check era profundamente confucionista aunque se convirtió al cristianismo en 1930, y su esposa –aunque familiarmente vinculada a los Kung, descendientes de Confucio– era, como sus padres, profundamente cristiana).


Chang Kai-check publicó sus obras en 1943: El Destino de China (la más popular), y Teoría económica china, en las que el mayor número de citas corresponden: primero a Sun Yat-sen (fundador del KMT, más de 50 citas), y después a Confucio (34 citas), y al discípulo principal de Confucio, Mencio (23 citas). Agentes de Stalin –los americanos Owen Lattimore y Phillip Jaffe, éste editor de sus obras en inglés en 1947– intentaron manipular al “Generalísimo” a favor del comunismo, pero el líder del KMT, autoritario (no totalitario) y conservador, se resistió con el gran apoyo político de su esposa y de los EEUU.


Madame Chiang Kai-check (su nombre de soltera era May-ling Soong, que morirá a los 105 años en 2003, residiendo en New York City) había publicado ya su libro This Is Our China (Harper & Brothers, New York and London, 1940), en que afirmaba que “Our Destiny is with the Democracies” (págs. 51-siguientes), vaticinando una larga y compleja pero inevitable transición del autoritarismo conservador confuciano-cristiano del KMT hacia el liberalismo y la democracia, lo que sería en un futuro el primer experimento, ejemplar en Oriente, de una democracia liberal y parlamentaria de la República China en Taiwan.


Con la victoria comunista del maoísmo en 1949, el Confucionismo y el Cristianismo quedarán proscritos en China. La Revolución Cultural en particular (1966-1976) será letal y criminal contra tales creencias, pero durante el postmaoismo, desde Deng Xiaoping hasta Xi Jinping, ha intentado manipular a su favor el Confucionismo como forma de exhibir un poder “blando” cultural internacional a través del Instituto Confuncio, con sedes en todas las ciudades y países de Occidente (en España, al menos, en Madrid y Barcelona).


El presidente Trump dio la alerta e intentó cancelar los convenios de intercambio de estudiantes, intelectuales y científicos –tapaderas para el espionaje industrial, económico y militar– a través de los institutos y fundaciones Confucio. El presidente Biden, beneficiario aparente de “mordidas” millonarias de China, por el contrario tiene otras ideas, y acaba de enviar a Pekín a su Secretario de Estado Antony Blinken para que, pese a las sospechas de espionaje (recientemente por los famosos globos y una estación en Cuba), temple gaitas con la dictadura comunista.


Aunque Stalin mantuvo en cierto modo una guerra de veinte años con China, ocupando Manchuria desde 1929 con cien mil tropas soviéticas, y no retirándose totalmente hasta 1949 (Sean McMeekin, The Stalin’s War, New York, 2021; versión española, Madrid, 2022), siempre intentó un acuerdo estratégico con Sun Yat-sen y su sucesor Chang Kai-check, a espaldas de Mao y de los comunistas, imponiendo en un momento la disolución del partido comunista chino y la integración obligada de sus militantes –entre ellos Mao– en el KMT (para ser después masacrados por Chang Kai-check durante los incidentes de 1927 en Shanghai, Nankin, Canton, etc.).


Más adelante, recién llegado al poder, Mao fue manipulado y presionado por Stalin para intervenir en la Guerra de Corea contra los EEUU, lo que produciría más de medio millón de muertes en las tropas chinas (Geoffrey Roberts, The Stalin’s Wars, London-New Haven, CT, 2006; versión española ampliada, Zaragoza, 2022).


Quizás en todo esto resida el verdadero origen del conflicto sino-soviético y la rivalidad Stalin-Mao, que ha dado pie a la hipótesis (o puede que engaño –deception– pergeñado por los servicios de inteligencia) sobre el presunto cisma del comunismo internacional entre la URSS y China después de Stalin, en la época de Krushchev y Mao.


Cierto o no, la administración estadounidense de Nixon, con su principal colaborador Henry Kissinger, buscó la “triangulación” a la que se opusieron radicalmente Chang Kai-check desde Taiwán y el China lobby americano creado por su esposa en EEUU. Todas las administraciones republicanas o demócratas antes de Trump (y la de Biden después), con el concurso de muchas corporaciones capitalistas interesadas, ingenuamente financiaron el desarrollo económico y tecnológico de China, apoyando la legitimación internacional de la dictadura maoísta en la ONU (aceptando paralelamente cierta confusión ideológica y cultural sobre el Confucionismo, y a pesar de los 20 millones de muertes por el coronavirus de Wuhan).


Contribuyendo así a la creación del nuevo gran rival estratégico para la nueva Guerra Fría en que hoy nos encontramos.


Manuel Pastor Martínez

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