... Este cambio, que es radical porque no integra ni las causas que contribuyeron al fin de la Segunda República Española, como tampoco los logros socio-económicos y culturales de los cuarenta años de franquismo ni los esfuerzos de la advenida entonces clase política durante los siguientes cuarenta años de tránsito hacia la democracia y su consolidación, conviene ser analizado en detalle para establecer, en un intento puramente intelectual como único posible hoy, las circunstancias de orden global y las causas específicas que lo han hecho factible.
Máxime cuando, paradójicamente, hoy es más fácil que nunca el acceso a la información gracias a las sucesivas revoluciones tecnológicas, que son capaces de poner a nuestra disposición con muy poco esfuerzo textos y otros elementos testimoniales perdidos en el tiempo que conforman, en sí mismos, el relato más próximo a la realidad pasada.
Este proceso histórico de aproximadamente noventa años, lo enmarcan dos hitos: uno inicial, la salida del rey Alfonso XIII de España con la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, y otro final, la inauguración por el rey Felipe VI, el pasado 17 de diciembre de 2020, de la exposición Azaña: intelectual y estadista. A los 80 años de su fallecimiento en el exilio, organizada por la Biblioteca Nacional de España, la Secretaría de Estado de Memoria Democrática y por Acción Cultural Española. Queda por tanto el futuro abierto siendo muy difícil prever su evolución por lo que, como es lógico, queda fuera de esta reflexión.
Cinco son, de forma clara y simplificando, los subperiodos en que podemos dividir este proceso histórico: 1) Segunda República, que abarca desde su proclamación el 14 de abril de 1931 hasta el 17 de julio de 1936, en que una parte del Ejército se subleva contra el poder republicano. No se puede dejar fuera -y no la dejaremos- la trayectoria de la República en el exilio, que se prolonga hasta los años setenta, con sus instituciones básicas, en que definitivamente se "autoconcluye". 2) Guerra Civil, desde el 17 de julio de 1936 hasta el 1 de abril de 1939, datación del último parte de guerra de los sublevados, que incluye la frase la guerra ha terminado. En el lado gubernamental republicano, el último parte de guerra se emite una semana antes, el 25 de marzo de 1939, y su contenido, un escueto Ejército de Tierra. Sin novedad en todos los frentes. 3) Franquismo, desde el término de la Guerra Civil hasta la muerte del General Franco, el 20 de noviembre de 1975. Hay un solapamiento, nada despreciable, entre la Guerra Civil y el Franquismo, al quedar desde el inicio de la guerra una parte considerable del territorio español en poder de los sublevados, que tendremos en cuenta al desarrollar esos epígrafes. 4) Transición, desde la muerte de Franco hasta el 11 de marzo de 2004, fecha de los atentados terroristas en Madrid y, tres días después, del ascenso al poder del socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Se ha extendido que la Transición termina en 1982, con el acceso al poder del Partido Socialista Obrero Español. ¡Ni por asomo! Por último, 5) Regresión, como vuelta a los principios de la Segunda República, desde la fecha indicada de 2004 hasta nuestros días, subperíodo que comprende los gobiernos del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, del popular Mariano Rajoy Brey y del socialista y actual presidente Pedro Sánchez Pérez-Castejón.
Cada uno de estos cinco tramos de nuestra historia reciente tiene características propias que conviene analizar al objeto de esta exposición que, como ha quedado dicho, pretende establecer las circunstancias de orden global y las causas específicas de cada uno de ellos que nos lleven a comprender el cambio radical de nuestra Historia al que nos enfrentamos hoy los españoles.
Hacia el 14 de abril de 1931
Es un hecho incontrovertible que, a pesar de carecer de la legitimidad necesaria que debía serle aportada, cuando menos, por las urnas, la proclamación de la Segunda República es acogida de buena gana e incluso con fervor, no solamente por las clases trabajadoras urbanas y sus organizaciones políticas y sindicales, también de la tierra, sino que lo es al mismo tiempo por los intelectuales más significados del momento así como por una buena parte de la clase política monárquica, que da la espalda a su Rey y permite su salida de territorio español, entregando así el poder a los republicanos, consecuencia inesperada del resultado de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 y que, atónitos, lo reciben sin salir de su sorpresa.
Pero hay un amplio sector, transversal, de la sociedad española, que con este hecho y con el desarrollo de los dos primeros años de la República vive altamente preocupado y asustado, y por si fuera poco, huérfano de representación en el mapa político: lo que hoy sería clase media y entonces comerciantes, pequeños agricultores, funcionarios, militares, junto a sus familias, que ven sus atávicos principios morales y religiosos desplazados y perseguidos, como sus semanas santas y otras manifestaciones populares y religiosas, prohibidas sin entender por qué. A ellos vienen a sumarse las clases altas, aristócratas y burgueses que, salvo excepciones, soñarán con el día en que todo aquello acabe, que acabe aquella pesadilla. Y entre todos buscarán y encontrarán, transcurridos dos años, su representación política.
Los primeros en abandonar el sueño republicano serán los intelectuales que, en un primer momemto, crean un partido político, Agrupación al Servicio de la República, liderado por José Ortega y Gasset junto a Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala. Después de vivir sus escaños, no tardan en disolver el partido y dejar la política, desengañados. En su triste Manifiesto de Disolución de octubre de 1932 amparan su decisión con el escudo de la "misión cumplida". De los miembros que siguieron en política, hace años hice un seguimiento con el resultado no deseado pero cierto de más de uno de ellos muertos, liquidados alevosamente por la República de sus sueños.
¿Por qué un sueño se convierte, tan rápido, en pesadilla? Todo tiene su explicación y en el caso de la Segunda República es importante tener en cuenta que no fue solo una, sino tres repúblicas las que se fueron sucediendo en tan corto tiempo, y que veremos más adelante.
Unos meses antes de la proclamación de la República, el 17 de agosto de 1930, durante el gobierno del General Berenguer -que vino a suceder tardíamente al dictador Primo de Rivera-, políticos monárquicos, republicanos y nacionalistas se reúnen en San Sebastián y firman un pacto para acabar con la Monarquía e instaurar la República. Reciben la adhesión fervorosa e infantil de la recién creada Agrupación al Servicio de la República, fervor e infantilismo que, como ya ha quedado dicho, hará llorar de decepción a bastantes de sus miembros no tardando mucho. Curiosamente no participan en el Pacto los socialistas: ni el PSOE ni la UGT, que se adherirán algunos meses más tarde, en octubre, con el fin de provocar el 15 de diciembre una huelga general para dar sostén a la insurrección armada programada por el Comité Revolucionario que habría de dar al traste con la Monarquía.
Comité Revolucionario que surge del Pacto de San Sebastián y que sería el encargado de llevar a cabo sus acuerdos, incluyendo las acciones descritas, y del que conviene recordar a sus integrantes por la posterior evolución de la República y la de estos próceres con ella: Niceto Alcalá-Zamora, Miguel Maura Gamazo, Alejandro Lerroux, Diego Martínez Barrio, Manuel Azaña, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Santiago Casares Quiroga, Luis Nicolau d'Olwer, Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos y Francisco Largo Caballero. Esta docena de políticos constituirían, meses más tarde, el primer Gobierno de la República, denominado Gobierno Provisional.
La huelga general no se convocó y la insurrección armada prevista por el Comité Revolucionario para el 15 de diciembre fracasó, al anticiparse en tres días los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández sublevando la guarnición de Jaca, fracasando en su intento. Los capitanes fueron juzgados y fusilados y alguno de los responsables del Comité Revolucionario citado se fueron al exilio (Manuel Azaña, Indalecio Prieto, Diego Martínez Barrio, Marcelino Domingo, Luis Nicolau d'Olwer) o se escondieron esperando acontecimientos (Alejandro Lerroux), siendo presos el resto (Niceto Alcalá Zamora, Francisco Largo Caballero, Miguel Maura Gamazo, Fernando de los Ríos Urruti, Santiago Casares Quiroga y Álvaro de Albornoz y Liminiana). Esta predisposición del Partido Socialista Obrero Español a capitanear alzamientos armados contra el poder establecido le viene de lejos y volverá a repetir el intento en 1934, esta vez contra la propia República Española, fracasando nuevamente y poniendo sólidos pilares al que será el alzamiento nacional de sus contrarios en julio de 1936.
Por esa torpeza incomprensible y autodestructiva de los políticos del centro derecha -del mismo modo que lo venimos viviendo durante décadas en la España actual-, los de entonces en el poder, capitaneados por Sánchez Guerra recién nombrado Presidente del Consejo de Ministros por el Rey, vienen a ofrecer el mismo día de su nombramiento -el 12 de febrero de 1936- dos carteras ministeriales a los miembros del Comité Revolucionario en aquellos momentos en prisión en la cárcel Modelo de Madrid. Oferta que es rechazada por este, para asumir el Gobierno en su integridad sin la más mínima oposición un par de meses después, con la defenestración de la Monarquía incluida.
Acabo de relatar someramente unos hechos previos a la proclamación de la República que constituyen la primera victoria por goleada de la propaganda republicana frente a ninguna otra, que no la hubo. La "beatificación" de los mártires de la República Galán y García Hernández y la conversión de los golpistas en héroes nacionales y próceres de la libertad, es una buena muestra de lo que irá ocurriendo en su inmediato futuro, en el devenir de una República que no supo gestionar las utopías liberal y revolucionaria, que venían de muy atrás, generando, por contra, el odio irreconciliable entre sus ciudadanos.
Continuará en:
Así se reescribe la Historia. El ejemplo español. 2) La Segunda República
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