La comarca de la Maragatería y sus habitantes han sido, durante siglos, un enigma envuelto en una manta de lana y lino. Su carácter reservado e introvertido, sus costumbres poco exogámicas, sus tradiciones, su vestimenta y, sobre todo, su fiabilidad y solvencia absoluta en el transporte de mercancías en la España moderna, se han prestado a multitud de leyendas. Sin embargo, el mayor misterio sigue siendo su nombre.
¿Por qué "maragatos"? Las viejas teorías del Mauregatus, Mauri capti, Mericatus -entre otras-, además de alguna actual como la de las margas o la de del mar a los gatos cojean ante la documentación histórica y el sentido común. Este artículo defiende una tesis diferente, elaborada... (...)
...mediante análisis de patrones lingüísticos e históricos: el nombre no define una raza o una prenda de vestir –que dicho sea de paso es bastante moderna-, sino una ruta. Y más concretamente una ruta antigua, exclusiva y difícil pero más rápida.
Pero para entender el nombre, primero hay que entender un hecho sociológico clave: ningún maragato se llamó a sí mismo así en origen.
El fenómeno exógenoEs un hecho aceptado por la historiografía moderna que "maragato" es un término foráneo. Los habitantes de los pueblos de la falda del Teleno se autodenominaban "somozanos" (habitantes de La Somoza –del latín sub montia-). La voz "maragato" nace fuera de la comarca. Nace en el camino.
Es muy probable que el término surgiera primeramente en el habla popular en las ventas, paradores y posadas donde coincidían arrieros de diversas rutas y más tarde en las ferias y mercados como, por ejemplo, el de Medina del Campo o más tardíamente Madrid. Otros arrieros y comerciantes, quizás con una mezcla de admiración por su osadía y valor, —y por qué no también de envidia por su celeridad y éxito comercial—, comenzaron a referirse a ellos por su procedencia inmediata o su ruta habitual.
No fue hasta finales del siglo XVI y principios del XVII cuando el término, ya extendido por toda la península gracias a esas ferias, fue asumido por los propios somozanos. Lejos de rechazarlo, lo adoptaron con orgullo, convirtiendo un apodo de ruta en una marca de identidad y fiabilidad comercial. Pero, ¿cuál era esa ruta comprometida por la que eran conocidos estos arrieros?
La persistencia de la memoriaAquí entra en juego la geografía. La ruta principal de la arriería somozana hacia, y desde, Castilla y posteriormente la corte, pasaba obligatoriamente, si se quería ahorrar tiempo, por un punto estratégico aunque peligroso: el cruce de los ríos Esla y Órbigo muy cerca de lo que hay conocemos por Benavente. Varios fueron los puentes en esa zona, tanto en la Alta como en la Baja Edad Media e incluso en la Moderna (Deustamen, Castrogonzalo, etc.). Y poco era lo que duraban en pie por las crecidas. Tanto es así que constantemente y mientras eran reconstruidos una y otra vez, tenían que ser sustituidos por puentes de barcas.
Es en este paso difícil donde probablemente se origina el nombre actual de estos arrieros. Benavente, más concretamente el asentamiento (llamado Ventosa por los suevos) que designaba la fortaleza y el paso difícil, se llamaba a principios del siglo XII Malgrat (del latín Malum Gratum, "mal grado" o paso desagradable/difícil). Aunque el rey Fernando II de León repobló la villa y le cambió el nombre oficial a Benavente ("Buen o bien parados") en torno al año 1167 para borrar las connotaciones negativas, el pueblo llano no olvida tan rápido.
Tenemos un caso gemelo muy cercano: Valencia de Don Juan. A pesar de su nombre oficial, sus habitantes y pueblos vecinos la siguieron (y siguen) llamando Coyanza. Del mismo modo, es altamente probable que, para el gremio de transportistas y el vulgo, Benavente siguiera siendo "Malgrat" durante mucho tiempo. En la actualidad persiste el nombre en una asociación y algunos negocios en esta villa y se usa escasamente en ambientes festivos.
La documentación medieval es rotunda al respecto. En diversos cartularios de donación y fueros de la época, la referencia al nombre antiguo se resiste a desaparecer. Encontramos la fórmula jurídica que ata el nombre al lugar:
"...in castro quod dicitur Malgratum..." ("...en el castillo que es llamado Malgrat...")
O referencias aún más explícitas en documentos de transición:
"...ad villam de Benavente, qui antiquitus vocabatur Malgratum."
Esta persistencia del topónimo Malgratum en la memoria oral de los caminos es, probablemente, la semilla del gentilicio. Los arrieros somozanos eran, para los ojos de aquellos castellanos, "los que cruzan por Malgrat", o "los de la ruta de Malgrat".
Evolución Fonética: La maquinaria del lenguajeSi aceptamos que el pueblo llano seguía refiriéndose al paso como Malgrat, la evolución hacia "Maragato" es un proceso lingüístico natural y documentado, explicable a través del rotacismo.
El hablante tiende a economizar esfuerzos y buscar sonoridades más cómodas. El proceso de transformación propuesto es el siguiente:
Así, el "hombre de Malgrat" se pule en la boca de las gentes hasta ser el "maragato".
El rastro en Oseira: La prueba documentalPara sustentar esta hipótesis filológica, acudimos a las fuentes que registraban el movimiento de mercancías. El Real Monasterio de Santa María de Oseira, en Ourense, mantenía una relación comercial vital con arrieros gallegos y somozanos que también abastecían de pescado (pulpo, congrio) a la meseta. Además, hacían el retorno con grano y vino en una ruta bidireccional, pues no nos hemos de olvidar que, al igual que en los transportes actuales, el llevar carga solo en un sentido es antieconómico.
En los libros de registro y aforamientos del cenobio, aparecen los primeros indicios. Los monjes, meticulosos administradores, anotaban quién transportaba la carga. Es revelador encontrar referencias latinas que vinculan a estos transportistas con la ruta del sur, hacia y desde Benavente/Malgrat.
En una de las anotaciones marginales de los libros de Cilla (despensa/granero), se hace referencia al pago por el transporte y nos da una primera pista de lo expuesto hasta aquí:
O esta otra posterior, del mismo monasterio, en que ya aparece “maragato” en 1275 y nos anima a pensar o incluso corrobora que la aparición del término se produjo bastante antes de lo que se pensaba hasta ahora:
Esta conexión explícita entre el transportista (el somozano) y la vía que le daba nombre (Malgrat) es el eslabón perdido que conecta la geografía con la etimología. No eran "maragatos" por etnia, sino por oficio y ruta.
ConclusionLa historia del término "maragato" es la historia de un viaje. Es un nombre forjado en el polvo (mejor en el agua) del camino, nacido de la boca de otros (exógeno) y pulido por la erosión fonética del tiempo, tal y como el agua pule el canto rodado. Los somozanos no se nombraron a sí mismos maragatos; fueron nombrados por su contexto laboral. El nombre de Malgrat sobrevivió al decreto real de Benavente en la memoria de los caminos, igual que Coyanza sobrevivió a Valencia de Don Juan. El paso de Malgratum a Maragato es un ejemplo claro de rotacismo y evolución popular. El maragato, pues, lleva en su nombre el recuerdo del "Mal Paso" que dominó con admiración durante siglos, demostrando que, a veces, la filología y la geografía explican mejor la historia que las leyendas.
Leo G. Llamas
Bibliografía y fuentes: