DEFENSA / AEME

El Sahel y la amenaza del Sur

(Foto: https://www.msf.org.ar/actualidad/).

CICLO II 2025 DE AEME

LA CRÍTICA, 26 OCTUBRE 2025

Marín Bello Crespo | Domingo 26 de octubre de 2025

Un escenario de pobreza, violencia, conflictos e inseguridad política.

Hubo un tiempo, durante casi toda la segunda mitad del siglo XX, en que Francia podía escribir la Historia en África con un Batallón de paracaidistas. Y ya en los comienzos del siglo XXI, en enero de 2013, las tropas francesas volvieron a hacerlo a petición del gobierno de Mali, desencadenando la operación Serval contra fuerzas yihadistas que se habían apoderado de casi las dos terceras partes del país, aprovechando la revuelta de la población tuareg. La incapacidad gubernamental para hacer frente a ambas generó una grave situación de inseguridad y desgobierno, algo recurrente en el conjunto del Sahel, esa castigada zona de Africa donde todas las calamidades naturales y humanas, comenzando con las sequías y la desertificación y terminando con su condición presente de escenario de conflictos entre potencias europeas y asiáticas debido a la riqueza de su subsuelo, la han terminado identificando como una de las áreas, si no la más, peligrosas, inestables, desfavorecidas y castigadas del mundo por la violencia, la pobreza, el hambre y el desánimo de una población cuyas esperanzas de futuro son prácticamente inexistentes. (...)



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Las operaciones Sabre, Serval y Barkane, entre otras, han sido las últimas intervenciones militares importantes y relativamente recientes de Francia en su antigua África Occidental, a la que se unieron sucesivamente, con motivo de la inseguridad y de la precariedad e inestabilidad económicas, otras acciones de cooperación y ayuda a cargo de la ONU y otras organizaciones supranacionales, como la Unión Europea, así como de diversos Estados individuales como España, a quien nada de lo que suceda en África, y especialmente en el Magreb y el Sahel, le es ajeno. Y es que en el sentido de la ayuda no solo cabe hablar de la preocupación global por la supervivencia de la castigada población saheliana, sino por la percepción cierta de que el yihadismo, la subversión, el tráfico ilegal de personas, drogas y mercancías, las revueltas, los golpes de Estado y la angustia social constituyen, en su conjunto, no solo una seria amenaza para sus vecinos y para el resto de África, sino para la misma Europa y, de modo especial, para nuestro país.

En efecto, la acumulación en el escenario de la orilla sur del Sahara de tantos factores adversos constituye para España una fuente de inseguridad, particularmente por su proximidad a las Islas Canarias. No es el único factor de riesgo para nuestro archipiélago en estos tiempos de transición a un mundo multipolar, en que las fricciones entre potencias que ambicionan ser globales y, por tanto, ejercer la principal influencia sobre un territorio rico en oro, uranio y minerales estratégicos para competir en las nuevas tecnologías, no dejará de plantear conflictos y fricciones.

Los factores de inseguridad internos y externos se han combinado en el Sahel ofreciendo los ingredientes necesarios para una tormenta perfecta. La crisis y descomposición de Libia proporcionó una ingente cantidad de armamento desde Etiopía al Atlántico, ayudando a la extensión y profundización de la influencia de los tentáculos del ISIS, representado singularmente en los cinco países occidentales del Sahel –Mauritania, Mali, Níger, Burkina Faso y Chad– por el Estado Islámico en el Gran Sahara (IS-GS) y el Estado Islámico del África Occidental (ISWAP) donde se ha encuadrado el primero de ellos. Por su parte, Al Qaeda mantiene y expande el denominado Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM). Estas organizaciones ejercen y mantienen vivas sus actividades terroristas con ataques contra unidades militares, población civil, funcionarios e infraestructuras mediante el uso de armas y explosivos, perpetrando secuestros e incluso creando “academias” de instrucción. Y actúan de forma no solo aislada, sino aliándose ocasionalmente entre sí o coordinando, como ocurrió en el norte de Mali, con grupos rebeldes tuaregs que perseguían otros objetivos políticos.

El deterioro de la influencia occidental

La permanente crisis política, social y económica del Sahel ha provocado una creciente desafección de la población hacia la antigua potencia colonizadora, Francia, que durante décadas ha monopolizado su influencia tras los procesos de descolonización mediante intervenciones directas o indirectas, la imposición de un marco económico y financiero mediante el control monetario del franco CFA, y una presencia militar que no ha logrado su propósito de eliminar el terrorismo, sino incluso el de mitigar sus efectos.

En el aspecto político, los regímenes que tanto Francia como Europa y la ONU pretendían y pretenden mantener dentro de los parámetros democráticos al uso en Occidente, chocan con las realidades incontrovertibles de la necesidad de realizar, previamente a las elecciones, las consiguientes campañas electorales, y para realizarlas se necesita un instrumento fundamental: dinero. El dinero es la única fuente de donde emana el poder, y ese poder, una vez conseguido, acaba encerrado en lo que Jean-Pierre Olivier de Sardan denomina “las cuatro prisiones del poder”, esto es: los grandes comerciantes locales con posibilidades económicas para corromper a los candidatos; los militantes, aliados y “cortesanos” de los partidos políticos; los burócratas aferrados a sus privilegios y, en estos países de bajísimo nivel de desarrollo, los expertos internacionales, proveedores de planes preconcebidos y ajenos muchas veces a las necesidades reales de la población, y generadores de créditos que también muchas veces son difíciles de pagar salvo con favores económicos de explotación muy especiales. La frustración ante la corrupción rampante en países donde no están aseguradas por el Estado ni la seguridad ni las prestaciones básicas y la incapacidad de la antigua potencia colonial, cuya ayuda fue solicitada para acabar militarmente con el terrorismo han destruido la confianza y la influencia de Occidente en el área, y el vacío ha sido llenado rápidamente por China, Rusia, Turquía y otros actores, Ucrania incluida, con lo que a la amenaza de la exportación de los tráficos ilegales y del terrorismo se suma ahora la pugna mundial por las riquezas minerales, las esferas de poder y el dominio de África en general y el Sahel en particular.

La pugna geopolítica global en el escenario saheliano

Los actores exteriores que han desembarcado en el Sahel han aprendido la lección del final abrupto de la influencia de Francia y de la retirada de las fuerzas de Occidente, incluidas las de Estados Unidos en Níger. Ofrecen seguridad sin interferencias, reciprocidad y respeto a la soberanía, en países donde gobiernan jóvenes líderes militares que están en trance de crear y fortalecer alianzas regionales y buscar lazos de unidad y cohesión en épocas de esplendor en sus antiguos imperios africanos. Por su parte, los recién llegados buscan extender la multipolaridad, relevar a los anteriores en la explotación de los recursos e incorporar esta zona de África al modelo geopolítico que propugnan. El efecto combinado de los factores que configuran la amenaza ya existente y los que se han incorporado, asociados a la pugna geopolítica global, han aumentado el nivel de preocupación y la búsqueda de soluciones por parte del mundo occidental en general y de España en particular, situada como está en primera línea, por proximidad, de un escenario cada vez más complicado.

Es del mayor interés para España asegurar la seguridad del archipiélago canario en todos los órdenes. Controlar la inmigración, perseguir cualquier tipo de tráfico ilegal, fortalecer y preservar la seguridad y la confianza ciudadanas, establecer los necesarios planes y recursos necesarios para la disuasión y el refuerzo de las islas y hacer de ellas un “erizo” potencial frente a cualquier amenaza. Parte de esas medidas pasa por fortalecer la cooperación con los países del Sahel y sus vecinos en todos los aspectos, incluidos los relativos a la defensa y la seguridad, sin perder de vista que el establecer una esfera de seguridad común no está necesariamente ligada a establecer al mismo tiempo una zona de influencia, sino un espacio en que se preserve la soberanía de cada Estado, y ello tanto como miembro de la Unión Europea como en calidad de vecino con los mismos intereses en un área donde cualquier problema particular se convierte en un problema para todos..

Marín Bello Crespo
General de Brigada de Infantería (R)

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