...
Fracturas y reconfiguraciones en Occidente
Estados Unidos, bajo la administración Trump, ha endurecido –aún más– su tono y redefinido prioridades, apostando por un perfil unilateral que sacude el tablero internacional. La ruptura de negociaciones comerciales con Canadá y la propuesta de clasificar el fentanilo como “arma de destrucción masiva” ilustran una estrategia que mezcla seguridad nacional con política sanitaria. El aviso de retirar el apoyo a Israel si anexa Cisjordania y la inminente reunión con Xi Jinping en la cumbre de la APEC subrayan la volatilidad de las alianzas y la importancia de los equilibrios en el Pacífico.
Europa, por su parte, enfrenta sus propias grietas internas. El posponer el acuerdo sobre el uso de activos rusos congelados para Ucrania revela las dificultades para mantener una posición cohesionada frente a Moscú. La autonomía estratégica europea sigue siendo un horizonte lejano, y la dependencia del paraguas de seguridad estadounidense se reconfigura en medio de tensiones políticas y económicas, entre las que destaca la causada por el gobierno español con su actitud en la OTAN. La guerra en Ucrania ha dejado una herida abierta, una crisis continua que redefine la seguridad continental y pone a prueba la voluntad política de sus líderes.
América Latina y Oriente Medio: soberanía, militarización y paz incompleta
En Venezuela, el despliegue militar y la retórica beligerante de Maduro, junto con la afirmación de poseer miles de misiles rusos, elevan el riesgo de graves incidentes en una región donde las alianzas con Rusia y China están redefiniendo el equilibrio estratégico. Brasil, con Lula da Silva buscando un cuarto mandato, se mantiene como actor clave en la diplomacia climática y los equilibrios del Mercosur, en un contexto de polarización y desafíos económicos cada vez mayores.
En Oriente Medio, la aparente calma tras la devastadora campaña militar israelí en Gaza es engañosa. La Franja se ha convertido en un protectorado internacional de facto, administrado por una coalición inestable de potencias y agencias humanitarias. La paz es la ausencia de cohetes, pero no la presencia de esperanza. La radicalización y el reajuste de alianzas regionales dibujan un escenario donde la solución de dos Estados parece más lejana que nunca.
La Nueva Guerra Fría: tecnología, narrativas y poder
El verdadero motor de la geopolítica global se ha desplazado al terreno tecnológico. La competencia entre Estados Unidos y China es ahora una guerra fría existencial por la hegemonía del siglo XXI, donde el control de semiconductores, la inteligencia artificial y la computación cuántica son las nuevas doctrinas de contención. Europa, atrapada entre regulaciones, sanciones y demandas contrapuestas, busca sobrevivir sin convertirse en vasallo, aunque de hecho ya lo sea.
En el Sur Global, China expande su influencia a través de modelos de desarrollo autoritarios y financiación sin ataduras, mientras Occidente responde con promesas que a menudo llegan tarde. Taiwán permanece como el punto de fricción más peligroso, recordando que esta guerra fría tecnológica podría volverse caliente con un solo error de cálculo.
Crisis existenciales: clima y verdad
Más allá de la geopolítica, dos crisis amenazan los cimientos de nuestra civilización. La climática, con olas de calor extremas y desastres naturales, avanza más rápido que la capacidad de respuesta política y social. Las cumbres climáticas siguen arrojando promesas sin mecanismos vinculantes, y la transición energética se percibe como lenta e injusta, alimentando el descontento y el populismo. La paradoja se produce en la dispar y simultánea actitud, militante en la teoría y negacionista en la práctica, de muchos y grandes países respecto de la emergencia climática.
La segunda crisis es epistemológica: la guerra contra la verdad. La inteligencia artificial generativa, democratizada y poderosa, se ha convertido en herramienta de desinformación masiva. Las campañas electorales y el debate público se libran en un terreno donde los deepfakes y las noticias fabricadas erosionan la confianza en las instituciones y en la propia evidencia empírica. La polarización y el extremismo encuentran terreno fértil en este nuevo ecosistema informativo, polarizado en sí mismo.
Navegar el vértigo: esfuerzo y crítica
El mundo de finales de 2025 exige abandonar las narrativas simplistas. La calma aparente en los frentes de guerra no es un final feliz, sino el preludio de desafíos más complejos. Afrontar este tiempo que nos toca vivir requiere menos optimismo ingenuo y más capacidad de reacción: en la seguridad, la economía, las instituciones y, sobre todo, en el esfuerzo colectivo para discernir la verdad.
La tarea de los medios es ofrecer análisis rigurosos, alejados del ruido y la polarización. Los ciudadanos debemos exigir transparencia, respeto y visión estratégica a nuestros líderes. Navegar el vértigo del día después exige una defensa insobornable de los principios democráticos, además de los valores intrínsecos a la condición humana, y una apuesta por la cooperación entre todos y la conquista de la verdad, por muy impopular que resulte en la era del ruido.
Porque lo que está en juego no es solo la estabilidad global, sino la posibilidad de construir un orden basado en el diálogo, el esfuerzo y la inteligencia compartida. Ese, y no otro, es el camino que deberíamos recorrer.
LA CRÍTICA