Carlos Cañeque

¡Ay, el amor, el amor!

(Ilustración: https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-amor-siglo-xxi).

LA CRÍTICA, 19 JULIO 2025

Carlos cañeque | Sábado 19 de julio de 2025
Hay muy pocas palabras tan polisémicas como la palabra “amor”. Su significado varía según sean los contextos y los actores que se implican. Desde una perspectiva secularizada como la mía, no puede ser el mismo amor el que sentimos por un hijo, por un dios infinito o por un ser humano en el que entra el componente erótico. En términos generales podemos entender que el amor es un intenso estado emocional, un sentimiento. Un sentimiento profundo que surge de la atracción o la admiración de un ser humano hacia otro (aunque creo que algunos mamíferos como el perro o el gato pueden ampliar esa supuesta exclusividad humana). (...)

...

Desde el ámbito de la antropología, la psicología y la sociología se han estudiado distintas formas de amor, pero en la tradición occidental tendemos a pensar que el amor, sobre todo a partir de la temperatura alcanzada en el modelo romántico, es pasional y sexual. El amor erótico ha sido considerado una adicción por muchos psicólogos y psiquiatras, aunque éstos suelen diferenciar al menos dos fases: la del enamoramiento (con una fecha de caducidad que dura entre dos y cuatro años) y la del amor duradero (que se mantiene y puede incrementarse con el tiempo si se consiguen nuevas afinidades que se desarrollan con el cariño acumulado).

Supongo que cada persona tiene una percepción única del amor según las experiencias que haya tenido en su vida. Supongo también que todo divorcio o separación es una forma de fracaso. Confieso que a mí, el amor como tema me provoca un cierto rechazo. Creo que esto se produce por el prejuicioso temor a que esta palabra me lleve a películas, novelas o historias muy cursis. También me siento ajeno a los discursos cristianos sobre el amor que de niño tuve que aprender de memoria. Con todos mis respetos a los creyentes, amar “a Dios sobre todas las cosas” me parece en gran medida inhumano. Es un dios infinito que no puede ser parecido a nosotros, es decir, que nosotros no podemos haber sido creados “a su imagen y semejanza”. Desde un criterio que considero cabal y sincero, ese ser infinito, por muchas vueltas que le dé, más que amor me produce miedo.

Para vacunarnos de la empalagosa cursilería no estará mal citar unos aforismos (¿realistas, pesimistas?) de tres grandes maestros que me parecen muy irónicos. Nos dice Ciorán: “Desde una mirada lúcida, el amor es un intercambio de flujos”, y en otro aforismo, añade: “Vitalidad del amor: es cometer una gran injusticia denigrar un sentimiento que ha sobrevivido al romanticismo y al bidé” (Silogismos de la amargura). Borges, en una de las poquísimas ocasiones que escribe sobre el amor, concluye: “Enamorarse es crear una religión cuyo dios es falible” (Nueve ensayos dantescos). Finalmente, el gran Fernando Pessoa sentencia con su contundente sencillez: “Todas las cartas de amor son ridículas. No serían cartas de amor si no fuesen ridículas” (Cartas a Ophélia). Bueno, ya estamos vacunados contra los excesos de la miel.

Cuando decido comenzar un texto, sea para escribir una novela, el guion de una película, un ensayo o un artículo como este que ahora escribo, pienso en los libros que he leído y me gustaron sobre el asunto. Tal vez el libro que más me ha interesado sobre el tema del amor y sus aledaños sea La llama doble (amor y erotismo) de Octavio Paz. El banquete de Platón, el Cantar de los Cantares, El arte de amar de Ovidio o “el amor cortés” son referentes que mi errática memoria también me trae, así como el amor de Dante por Beatriz o el de Romeo por Julieta, pero el libro de Paz lo tengo más a mano en mi modesta biblioteca, a pocos pasos de la silla de mi despacho. Es más próximo.

La llama doble, más que abordar las distintas formas del amor en la historia de Oriente y Occidente, intenta dar cuenta de las ideas sobre el amor en relación con la poesía, el pensamiento y la propia vida personal del gran autor mexicano. Esta última fuente es tal vez la más importante, como apunta en la primera página del libro: “Me enamoré. Entonces decidí escribir un pequeño libro sobre el amor que, partiendo de la conexión íntima entre los tres dominios -el sexo, el erotismo y el amor-, fuese una exploración del sentimiento amoroso”. El ensayo, que fue concebido por el poeta durante su estancia en la India (y publicado por primera vez en 1993), recoge los pensamientos, reflexiones, imágenes y metáforas sobre el amor que acompañaron siempre a Paz. El ambicioso objetivo de La llama doble es el de acercarse a comprender el vínculo entre poesía y erotismo. Para el autor, en el contexto amoroso, el yo no existe sin la relación con otro yo. Unidos en una oposición complementaria, “los amantes se convierten en una metáfora de la experiencia poética”. La sexualidad levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez, sostiene la llama azul del amor. Así, la experiencia amorosa y la experiencia poética ilustran la distancia que siempre existe entre nosotros y el mundo, al mismo tiempo que retiran el velo que opaca o nos separa de la realidad. Por eso Blanco, uno de los poemas de Paz más conocidos, es al mismo tiempo un poema de amor y un poema acerca de la creación del mundo (cosmogonía) a través de la palabra: “No y Sí / juntos / dos sílabas enamoradas / Si el mundo es real / la palabra es irreal / Si es real la palabra / el mundo es la grieta, y el resplandor el remolino”. Paz entiende el erotismo como una experiencia que deja de ser enteramente sensorial para convertirse en una percepción (¿en una trampa?) verbal: los amantes ya no ven con lucidez porque “creen ver engañosamente en el reverso del lenguaje”. De esta forma, el erotismo y la poesía en Paz son las vías de acceso a una realidad que nos elude. Eso que percibimos en el inefable momento del beso o el abrazo es también para Paz un espejismo. Los amantes crean el lenguaje que surge del cuerpo (deseo), la mirada y la imaginación, y se sitúan en un tiempo anterior a la palabra que percibe un mundo que no son capaces de comprender ni de nombrar. De esta forma, el amor es impulso e invención, sentimiento e idea. Paz señala que “el testimonio poético nos revela otro mundo dentro de este mundo. ¿No es esto, por lo demás, lo que ocurre en el sueño y en el encuentro erótico?”

Como el pensador rumano E. Cioran hace también de otra manera, Paz descubre en las figuras del asceta y el libertino los dos polos extremos del impulso erótico: “ambos niegan la reproducción y son tentativas de liberación personal frente a un mundo caído, perverso, incoherente o irreal”. Frente a la represión que las sociedades han impuesto para rechazar o apaciguar el sexo, el asceta y el libertino hacen de la perversión sexual una poética vital cuyo fin es la liberación del individuo. El asceta quiere alcanzar –a través de la castidad– la comunión con lo trascendente y el ascenso al éxtasis espiritual. El libertino, por su parte, rechaza la divinidad en busca de un estado superior aquí en la tierra (como Nietzsche). Tanto el uno como el otro buscan una ruptura con el mundo y, en gran medida, una mejora de la condición humana. Por eso, matiza Paz, todas las parejas son, en realidad, una réplica de la pareja original. Expulsados del Edén, los amantes se abandonan al tiempo sucesivo en busca de algo que los reconcilie con el paraíso. Para el autor mexicano, el amor permite una última reconciliación que al mismo tiempo es una expiación, es decir, una aceptación de nuestra “condena original”. En la percepción que cada uno de los amantes tiene del otro o de la otra, se produce una relación simétrica e imaginaria que convierte a la otra persona en un misterio. El cuerpo amado se pierde en un montón de sensaciones convirtiendo toda pulsión erótica es un acto de “creación y destrucción. Es instinto: temblor pánico, explosión vital”.

La llama doble es una pieza fundamental en el universo paciano, no solo porque ilustra, desde la memoria histórica, la relación que ha existido siempre entre el sexo, el erotismo y el amor en distintos tiempos, sociedades y culturas, sino, sobre todo, porque reproduce los grandes temas que configuran la filosofía siempre algo poética de Paz: el cuerpo y el alma, la sensación y la percepción, el tiempo y el instante, el lenguaje y la realidad. El amor es, para Paz, un acto de aceptación del tiempo y de la muerte, de reconciliación con el mundo y con nosotros mismos.

Dejo al premio Nobel y su llama doble para aterrizar en el presente y en la más rabiosa actualidad. Me pregunto cómo están afectando las redes sociales a los jóvenes enamorados de hoy. Estoy seguro de que ahora mismo se están escribiendo miles de tesis doctorales y libros sobre el asunto. Es un fenómeno muy importante porque está cambiando masivamente las formas de encontrar pareja. El término genérico acuñado en castellano es el de la traducción del inglés: “Aplicaciones de citas en línea” (Online dating apps). Una aplicación de citas en línea es un servicio que solo requiere un teléfono inteligente con localizador GPS que permita el acceso a galerías de imágenes y fotos digitales. Estas aplicaciones (apps) pueden simplificar y acelerar el proceso de selección de posibles compañeros de citas, y permiten “chatear”, “flirtear” y potencialmente encontrarse e involucrarse romántica o sexualmente con otras personas. Aunque parezca increíble, la mayoría de las parejas ya no se forman por pura casualidad geográfica, o gracias a la intermediación de amigos, familia o compañeros de trabajo, sino por internet, y eso es nuevo en la historia. En 2023, la mayor parte de las parejas heterosexuales estadounidenses se habían encontrado así, y la pandemia aceleró la tendencia en todo el mundo.

Afortunadamente yo estoy felizmente casado desde hace más de cuarenta años y nunca se me ha ocurrido meterme en alguna de estas apps. Pero tengo amigos que recurren a Tinder (la aplicación globalmente más importante) cada vez que se quedan solos. También conozco a personas que se conocieron en Tinder y llevan ya muchos años juntos. Tinder es una aplicación creada en 2012 que filtra las “coincidencias” según la ubicación del usuario. Los usuarios pueden elegir la distancia máxima en la que desean enfocar su búsqueda, así como filtrar a las personas por edad y género, o por aficiones y gustos. En 2016 el Pew Research Center realizó un estudio que indicaba que 1 de cada 5 personas de 18 a 24 años (22%) en Estados Unidos había usado aplicaciones de citas. Ignoro el crecimiento a día de hoy pero lo presumo exponencial y globalmente altísimo. En 2022, Tinder tenía 10,9 millones de suscriptores y 75 millones de usuarios activos. En 2018 aparece Grindr, la primera plataforma de citas gay. También existen apps para ricos, como Millionaire Match. Imagino que con la IA podremos conocer aplicaciones cada vez más sofisticadas que nos permitan filtros y coincidencias mucho más certeras y precisas que las actuales. Y sin duda estarán llegando ya nuevas aplicaciones de grupos cada vez más concretos: divorciados, divorciados con hijos, divorciados homosexuales, padres con hijos enfermos, amantes de la caza de mariposas, etc. Seguro que estos encuentros no pueden tener la magia que nos ofrecía el azar en aquella noche de verano en la que conocimos a fulana, pero a las aplicaciones de citas en línea les veo muchas ventajas y posibilidades. Recuerdo que cuando yo era muy joven me hacía la siguiente reflexión probabilística al salir fracasado y ebrio (y con mi “amor propio” por los suelos) de una discoteca: en mi ciudad de Barcelona tienen que existir al menos mil chicas con las que yo podría tener una relación estupenda al poder compartir el juego de filosofar sobre la vida, el humor, la literatura, el cine, la música, etc. Pero, me preguntaba, ¿cómo podría conocer a alguna de ellas? No tengo ninguna duda de que las aplicaciones de citas en línea racionalizan y facilitan encuentros amorosos (o amistosos) más fructíferos. Por supuesto, también existen importantes riesgos y se han dado casos terribles. Estafadores, ladrones, violadores, asesinos y psicópatas de toda ralea aparecen con frecuencia en los medios. Sí, estas noticias muestran un peligro muy serio, pero creo que, con atentas y calculadas precauciones, las apps de citas podrían estar hoy generando mucho amor en todo el mundo… Eso sería un gran triunfo humanitario de la tecnología.

Carlos Cañeque es profesor de Ciencia Política en la UAB, escritor (premio Nadal 1997) y director de cine.

Conozca a Carlos Cañeque

acceso a la página del autor


acceso a las publicaciones del autor

TEMAS RELACIONADOS: