Íñigo Castellano

Ángel Laborde Navarro: el marino que sostuvo el pulso del Imperio español en América

Retrato del almirante español Ángel Laborde y Navarro (1772-1834). Museo Naval de Madrid.

LA ESPAÑA INCONTESTABLE

LA CRÍTICA, 10 MAYO 2025

Íñigo Castellano Barón | Sábado 10 de mayo de 2025
En el ocaso del poderío imperial español, cuando las provincias de América comenzaban a escindirse una a una del tronco europeo, en guerras de secesión lideradas por elementos masónicos y oscuras ambiciones, en contra de las mismas poblaciones criollas que no quisieron renunciar a su pertenencia como ciudadanos españoles, emergió la figura de un marino tenaz, brillante y valiente: Ángel Laborde y Navarro (1772–1834). Su nombre puede no figurar entre los más populares de la historia naval española, pero sus acciones fueron determinantes para que España lograra conservar hasta el año de 1898, más de medio siglo tras las guerras de secesión, las islas de Cuba y Puerto Rico, últimas joyas de su imperio ultramarino. (...)

...
Un marino formado para el desafío

Laborde fue hijo de Cádiz, ciudad marinera por excelencia, y se educó desde joven en Francia, donde adquirió conocimientos en geografía, idiomas y matemáticas, herramientas clave para el arte de la guerra naval. Su entrada en la Armada en 1791 lo lanzó a los convulsos escenarios de la Europa revolucionaria. Desde sus primeras campañas mostró una combinación singular: rigor intelectual, temple bajo el fuego y una firme lealtad a la Corona.

Estratega y hombre de acción

A lo largo de las guerras napoleónicas, Laborde destacó por su habilidad para coordinar operaciones navales en aguas peligrosas, tanto contra franceses como contra ingleses. Su papel en la rendición del almirante francés Rosilly en 1808, frente a Cádiz, es ejemplo de su audacia táctica. Pero su leyenda se forja sobre todo en América. En 1813 fue ascendido a capitán de fragata y nombrado director del Colegio Militar en Santiago de Compostela, donde escribió el «Tratado de Geografía Matemática» en 1814. Ascendido a comandante del Apostadero de La Habana en 1825 y posteriormente nombrado Ministro de Marina en 1832, cargo que nunca asumió, permaneciendo en Cuba hasta su muerte en 1834. Laborde se convirtió en la figura clave de la resistencia española en el Caribe. Desde Cuba, organizó y dirigió misiones navales para intentar frenar el avance de los movimientos emancipadores que barrían el continente. Aunque el resultado general fue la pérdida de la mayor parte del imperio, sus esfuerzos prolongaron la presencia española en el Caribe durante casi 70 años más.

El Caribe, último bastión

Entre sus acciones más ambiciosas destaca la expedición de 1829, desde La Habana, al mando de Isidro Barradas, cuyo objetivo fue reconquistar México. Aunque fallida, la magnitud de la operación demuestra la confianza que la Corona tenía en el aparato militar de La Habana, estructurado bajo la dirección de Laborde.

Su hoja de servicios, refleja los combates destacados de Laborde que desde 1793 participó en la ocupación y defensa del puerto de Tolón junto a fuerzas británicas, contra la Francia revolucionaria. Al siguiente año defiende Rosas durante la Guerra del Rosellón contra las tropas republicanas francesas. Siendo el año de 1808, participa en la rendición de la escuadra francesa del almirante Rosilly en la bahía de Cádiz. En 1821 al mando de la fragata «Ligera», combate contra insurgentes en las costas de Venezuela.

Cabría destacar el combate que mantuvo en 1823 en Porto Cabello (actual Venezuela), al mando de una flotilla contra las fuerzas patriotas bajo el comodoro estadounidense de la Gran Colombia, John Danells. Mientras todos los territorios ya se habían emancipado de la Corona española, el marino Laborde siguió manteniendo la última resistencia realista en Venezuela frente a los llamados patriotas, partidarios de la secesión y de la nueva República. Su bahía natural y sus defensas costeras hacían de Porto Cabello el último bastión del poder español en la costa central venezolana. El 8 de noviembre de aquel año, tuvo lugar uno de los últimos enfrentamientos navales de la Guerra de Secesión de Venezuela: Puerto Cabello, el puerto más importante de la región, fue bloqueado por la escuadra republicana en una operación naval decisiva. Las fuerzas de la naciente República de Colombia (Gran Colombia), reforzadas por navíos patriotas y corsarios extranjeros, bloquearon el puerto bajo el mando de Danells, que estaba respaldado por la flota de la Gran Colombia. Danells cortó el suministro marítimo y presionó a las defensas del puerto en una serie de maniobras audaces. Ángel Laborde, reconocido por su valor y habilidad naval, organizó una tenaz resistencia desde el castillo San Felipe y los buques anclados en la bahía, haciendo las defensas costeras más sólidas. Laborde desplegó una defensa en profundidad con artillería pesada en el castillo, baterías auxiliares y reductos en las entradas de la bahía. También minó los accesos marítimos y reforzó las fortificaciones con los pocos recursos disponibles. Sin embargo, el bloqueo y el asedio prolongado fueron minando la capacidad de la resistencia realista. Faltaban pólvora, municiones e incluso alimentos.

La escuadra de Danells constaba de varias goletas y bergantines que hostigaron continuamente el puerto. Aunque sin lograr un asalto frontal decisivo, el bloqueo cortó todo suministro y comunicación con la Capitanía General de Cuba. Laborde organizó contraataques navales para intentar romper el cerco con salidas audaces de sus naves, como la corbeta «Ceres» y la fragata «Lealtad», pero estas fueron repelidas por la superioridad numérica y táctica de los patriotas. Pese a todo ello, Laborde mantuvo la moral, la disciplina y la cohesión de su tropa, compuesta por marinos, soldados, oficiales españoles y milicianos locales aún leales al rey. Su liderazgo fue clave para prolongar la resistencia durante más de dos semanas bajo constante fuego. Pero finalmente, el valor y el honor como todo lo humano, tuvieron su límite, y ante la imposibilidad de recibir refuerzos desde Cuba o España, Laborde se vio obligado a capitular el 10 de noviembre de 1823, tras haber agotado todas las municiones y provisiones. El acto de capitulación fue realizado con honor, y se permitió la salida digna de los oficiales y soldados realistas y la garantía de no represalias a la población civil. Este enfrentamiento marcó la caída definitiva de Puerto Cabello en manos republicanas y el fin del dominio español en Venezuela, consolidando la independencia del país.

La caída de Puerto Cabello representó la desaparición definitiva del poder español en Venezuela, y fue reconocida por los historiadores como una de las últimas acciones militares de la independencia hispanoamericana. La tenacidad de Laborde fue posteriormente reconocida incluso por sus adversarios, y él mismo seguiría una carrera destacada en la Armada Española.

Extrañamente, este combate de Porto Cabello, ha pasado casi desapercibido a la historiografía. Allí, se mostró el espíritu hispano de los partidarios de mantenerse bajo la Corona española. El puerto se mantuvo asediado por tierra pero igualmente bloqueado por mar. La situación fue angustiosa y desesperanzadora. Realmente era difícil prever una solución salvo la resistencia a toda costa hasta el límite que el honor y la razón fijara. Solo la armada española pudo evitar la conquista de Porto Cabello y eso era más que complicado, pues España se encontraba diezmada en sus recursos desde la Guerra de la Independencia en 1808. Igualmente se había adentrado en una senda absolutista como liberal y constitucional, de modo que las crisis políticas afectaron claramente las posibilidades de diseñar una estrategia conjunta de los partidos políticos que pudiera poner fin al declive. Pronunciamientos militares y otros hechos marcaron el fatal destino. Un destino que no impidió la nobleza y gallardía de muchos marinos dispuestos a llegar a su fin pero salvar la integridad de su patria. Sin embargo, las consecuencias de todo ello pudieron sentirse en la Real Armada, pues el estado de bancarrota no pudo atender sus todavía enormes necesidades, pese a que aún después de Trafalgar, la Armada siguió siendo la tercera potencia naval del mundo, con una cuarentena de navíos y unas treinta fragatas y tampoco en los siguientes años la flota no se vio mermada por ninguna unidad de combate, incluso se había capturado la escuadra francesa de Rosilly y algún navío francés más. Pero lo cierto es que el mantenimiento de los buques no se llevó a cabo, y el abandono de estos no permitió una navegabilidad segura. En 1823 se disponía de 8 navíos (4 desarmados) y 10 fragatas (4 desarmadas). Este escenario fue aprovechado por Bolivar quien tras lograr un decisivo triunfo en la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821, pudo continuar avanzando, extendiéndose por todos los territorios de la entonces llamada «Gran Colombia» (hoy las actuales Colombia y Panamá, Venezuela y Ecuador), y amenazar desde el norte la última resistencia española en el virreinato del Perú, formando tenaza con las fuerzas argentinas y chilenas que convergían desde el sur.

Laborde no solo fue un comandante, sino un verdadero organizador del poder naval español en la región. Su vida entera fue un acto de servicio al imperio en declive. Bajo su liderazgo, el apostadero de La Habana se convirtió en uno de los centros navales más sólidos de España, resistiendo tanto las amenazas extranjeras como las internas. Esta solidez, junto a una importante presencia de la milicia realista, permitió que Cuba—rica en azúcar, tabaco y recursos estratégicos— se mantuviera en manos españolas. No fue un conquistador ni un político: fue un soldado, un estratega, un defensor del orden que creía justo. Su figura representa el último espíritu de resistencia del Imperio español en América. Dejó a España un legado de firmeza y sobriedad de los valores que adornan nuestra patria, En tiempos donde todo parecía perdido, su valor, su capacidad organizativa y su lealtad retrasaron lo inevitable, pero no sin dejar una marca profunda: la de aquellos que, sin gloria ni epopeyas, sostuvieron el mundo viejo mientras se gestaba el nuevo. El vicealmirante Laborde siempre será recordado como el hombre que resistió hasta el último día en nombre de un imperio que ya se desvanecía.

¡Gloria y Honor!

Iñigo Castellano y Barón

Conozca a Íñigo Castellano y Barón


acceso a la página del autor


acceso a las publicaciones del autor

TEMAS RELACIONADOS: