Varios ataques terroristas tuvieron lugar simultáneamente en seis lugares en París y Saint-Denis en la noche del viernes, dejando más de 120 muertos. Declarado el estado de emergencia en todo el territorio francés.
Francia no ha podido dormir. Imposible olvidar la matanza terrorista que ha provocado la muerte de al menos 127 personas en una serie de siete atentados en París. Los franceses no encuentran adjetivos para describir lo que anoche se vivió en las calles de la capital. No fue un atentado aislado contra un objetivo concreto, como el 11-S de Nueva York o el 7-J londinense. Fueron siete ataques, en diferentes zonas, para expandir el terror en toda la ciudad, en todo el país. También parece que han sido seis los terroristas muertos, según los últimos datos facilitados por las autoridades galas.
Todo empezó alrededor de las 21.30. Los distritos X y XI de París, la zona de la capital que ha recuperado la noche para el ocio y la fiesta, tenía sus terrazas, bares y restaurantes llenos a rebosar. La agradable temperatura para un mes de noviembre invitaba a disfrutar. Entre los paseantes aparecieron varios individuos armados con Kalashnikov que abrieron fuego apuntando directamente al público. Tiroteos similares se produjeron en calles próximas. El comando o los comandos terroristas (aún se desconocen gran parte de los detalles de los atentados) se desplazaban por la zona regando a balazos los establecimientos más concurridos.
Dos individuos armados con el mismo tipo de armas se dirigieron hacia otro de sus principales objetivos, la sala de conciertos Bataclan, donde actuaba el grupo californiano Eagles of Death Metal. Sin ninguna duda, los asaltantes conocían la hora del comienzo del concierto. Entraron en la sala disparando primero al techo y apuntando después a los espectadores que intentaban huir a la desesperada. Comenzaba la toma de rehenes. Los testigos confirman que los asaltantes gritaron "¡Allahu Akbar!" (Alá es grande) y "!Es por Siria!".
Las selecciones de fútbol de Francia y Alemania se enfrentaban en partido amistoso en el Stade de France. En plena transmisión en directo se oyeron dos grandes explosiones. El público presente en el estadio lo tomó a chanza. Pensaron que eran cohetes. La seguridad del presidente francés, François Hollande, presente en la tribuna, inició la evacuación del mandatario.
Por primera vez en Francia, varios kamikazes eran protagonistas de un atentado. Se especulaba a última hora con que se tratara de tres terroristas suicidas, cuya acción provocó la muerte a cuatro personas. Los viandantes descubrían cuerpos destrozados en las aceras aledañas al recinto deportivo. El encuentro fue suspendido por precaución. Muchos espectadores iniciaron entonces una pequeña avalancha hacia el exterior; otros prefirieron buscar refugio en el césped.
También iban apareciendo cadáveres en las calles del centro. Se contaron hastasiete puntos distintos de la capital donde los terroristas centraron sus ataques. Fuentes policiales barajaban la posibilidad de que alguno de los terroristas disparara a bordo de un vehículo. Eso explicaría que hubieran recorrido en tan poco tiempo zonas algo alejadas entre sí.
El presidente Hollande apareció en directo poco antes de medianoche, hora a la que había convocado un consejo de ministros de urgencia. El jefe del Estado francés estaba claramente afectado, casi balbuceaba, y antes de anunciar las medidas que iba a aplicar exclamó un "!Es un horror!". Hollande anunció -antes de reunirse con su gabinete- que había decretado el estado de emergencia en todo el territorio y ordenado el cierre de fronteras. Además, informaba de que el Ejército se iba a desplegar en las calles de la capital. El presidente matizó que la toma de rehenes del Bataclan no había concluido.
Hollande ya había ordenado a las fuerzas especiales el inicio del asalto para liberar a los posibles supervivientes de la sala. Sabía que los terroristas no habían entrado para negociar ni para difundir mensaje político alguno. Actuar cuanto antes era obligado.
Las televisiones mostraron minutos después imágenes similares a las vividas en el supermercado kosher en enero pasado: los supervivientes saliendo en fila y con los brazos en alto del Bataclan. Muchos se frenaban en plena acera y rompían a llorar. Comprendían de lo que se habían librado.
Horas después del inicio de los ataques, cuando París empezaba a vaciarse y sólo policías, militares y ambulancias ocupaban las calles, fuentes oficiales informaban de que cinco terroristas habían sido "neutralizados" (horas después la cifra se elevó a ocho). No estaba claro si uno de los miembros del grupo había conseguido escapar. No era difícil burlar el cerco policial en una zona tan amplia, en plena noche de un viernes. El temor al terrorista armado que busca refugio en las calles parisinas recordaba inevitablemente al periplo asesino de los hermanos Kouachi y de su cómplice Coulibaly, hace ahora once meses.
Francia, sus ciudadanos y sus dirigentes están en estado de shock. El atentado se produce a poco menos de un mes de las elecciones regionales y de la Cumbre Ecológica, la COP 21, que ya iba a provocar el restablecimeinto del control de fronteras durante un mes.