El pasado 19 de mayo, falleció en un accidente de helicóptero el presidente de Irán, Ebrahim Raisí en la provincia iraní de Azerbaiyán Oriental, situada en el noroeste del país. Acompañaban al presidente el ministro de Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian, y otros altos cargos iraníes, que también fallecieron.
En Irán existen dos grandes tendencias políticas. Por un lado, se hallan los ultraconservadores cercanos a los líderes religiosos donde se encuentran los ayatolás que dan preponderancia a la sharía o ley islámica. Son todos seguidores del líder supremo Alí Jamenei. En esta tendencia los ulemas tienen un gran poder. El líder supremo es elegido por la Asamblea de Expertos, una cámara compuesta por unos 80 ulemas elegidos en elecciones cada ocho años. (...)
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Por otro lado, se encuentran los reformistas cuyo liderazgo espiritual lo ostenta el expresidente Mohammad Khatami, que pretenden establecer un régimen democrático y transparente como única manera de gobierno iraní. En las elecciones del pasado 1 de marzo para el Parlamento y para la Asamblea de Expertos triunfaron los ultraconservadores, resultados esperados dado el gran número de candidatos reformistas que fueron vetados por el Consejo de los Guardianes. Solo votó el 41% de la población, la más baja desde la Revolución de 1979.
De acuerdo con la Constitución persa, le ha sustituido Mohammad Mojber, que ocupaba el puesto de vicepresidente primero en el ejecutivo de Raisí. Como presidente interino, Mojber se ha convertido en la segunda autoridad del régimen teocrático, por debajo del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, máxima representación del Estado. Irán celebrará elecciones presidenciales el próximo 28 de junio.
En el año 1997, Zbigniew Brezinski, en su obra El gran tablero mundial indicaba que Irán se encontraba en el interludio entre jugador geoestratégico y pivote geopolítico, es decir, entre ser un país con capacidad de ejercer poder e influencia más allá de sus fronteras para alterar el estado actual de las cuestiones geopolíticas y el ser un país, cuya importancia se deriva no de su poder y de sus motivaciones sino más bien de su situación geográfica sensible y de las consecuencias que su condición de vulnerabilidad provoca en el comportamiento de los jugadores estratégicos.
En el momento actual, Irán se acerca mucho más al perfil de jugador estratégico que de pivote geopolítico ya que ejerce un especial poder y una gran influencia en Oriente Medio que tiene implicaciones geopolíticas no solo en dicha región sino también en el horizonte internacional. A mayor abundamiento, no se debe olvidar que participa, junto con China y Rusia, en el movimiento revisionista –donde se enmarca su firme apoyo a la invasión rusa de Ucrania– del actual sistema geopolítico internacional implantado por Occidente desde el final de la II GM.
Los desafíos de Irán se encuentran en el exterior y en el interior. En el papel como jugador geoestratégico, y con independencia de su participación en el movimiento revisionista citado anteriormente, Irán lidera el eje de resistencia que es una alianza antiestadounidense y antiisraelí con la que el país persa está reconfigurando Oriente Medio a través del poder e influencia que tiene sobre las milicias de varios países. Dicho eje incluye a Siria, el grupo Hezbolá de Líbano, las milicias chiitas de Irak, Afganistán y Pakistán así como los hutíes de Yemen. También se halla en este eje el grupo suní palestino Hamás que debe su presencia en la alianza a compartir enemigo con Irán: Israel.
De hecho, Irán está participando en la guerra en Gaza contra Israel a través de los citados actores del eje de resistencia que consideramos como proxis. Irán ha sido y continúa siendo un actor principal en dicha guerra. No solo ha utilizado y está utilizando a sus proxis para atacar a Israel sino también ha tenido un enfrentamiento directo con Tel Aviv cuando lanzó cientos de drones y misiles contra el territorio israelí, el pasado mes de abril, después de que Israel hubiera atacado la Embajada iraní en Damasco.
En el exterior Irán mantiene un pulso con la comunidad internacional por su pretensión de disponer del arma nuclear. Rafael Grossi, director general de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) se reunió en Irán, el pasado 6 de mayo, con el ministro de Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian, para tratar del nivel de enriquecimiento de uranio y el acceso a instalaciones y le propuso una serie de medidas prácticas y concretas que pretenden restablecer el proceso de refuerzo de la confianza y aumentar la transparencia.
El proceso de enriquecimiento que realiza el régimen iraní es un motivo de especial preocupación para la sociedad mundial. Según la propia agencia de la ONU, actualmente Irán enriquece uranio hasta el 60% de pureza y se acerca al 90% necesario para fabricar una bomba atómica. La muerte del presidente Ebrahim Raisí incrementa la incertidumbre sobre el futuro de este proceso ya que aparece la incógnita de quién será el sucesor de Alí Jamenei, de 85 años, en un puesto que parecía destinado a Raisí.
Aparte de los tres desafíos mencionados del régimen iraní en el exterior, el movimiento revisionista, el eje de resistencia –en el que se enfrenta, principalmente, con Israel– y el programa nuclear de enriquecimiento de uranio, Irán también tiene dos importantes desafíos de política interna.
El primero se deriva del profundo malestar expresado en las calles a raíz del asesinato por la policía de la joven Mahsa Amini, en 2022, donde el régimen respondió a las protestas con cerca de 500 muertos y algo más de 19.000 detenidos. No será fácil para el régimen recuperar el apoyo de los ciudadanos ante este terrible comportamiento represivo de las fuerzas de seguridad iraníes. En este sentido, las elecciones de junio encierran un alto grado de incertidumbre, tanto en el proceso de realización como en los resultados.
El segundo desafío se relaciona con la sucesión de Alí Jamenei, cuando el sector ultraconservador ha perdido a uno de sus principales adalides, Ebrahim Raisí. Es verdad que el régimen teocrático dispone de un mecanismo perfectamente engrasado para dominar el poder, pero también es cierto que las actuales circunstancias no tienen nada que ver con las existentes el pasado 1º de marzo. Ahora, la muerte del cruel y represivo presidente puede permitir a la oposición ejercer un mayor y mejor papel en el nuevo gobierno que se avecina.
En definitiva, el complejo laberinto en que se encuentra Irán con las cinco diferentes y complicadas encrucijadas señaladas tiene grandes dificultades para descubrir una salida sólida, acertada y digna en el entorno democrático. Dadas las atribuciones del Consejo de los Guardianes para vetar a los candidatos reformistas en las elecciones del 28 de junio, la única solución viable para los intereses occidentales y de la comunidad internacional consiste en que el sucesor de Raisí sea más abierto y menos ultraconservador.
Soy consciente de que no será nada fácil, pero contribuiría a conseguir una mayor seguridad y estabilidad tanto en Oriente Medio como en el entorno internacional.
GD (R) Jesús Argumosa Pila
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