Sabido es que los servicios de inteligencia, todos, pueden realizar funciones de espionaje exterior, fomento de la subversión en otros países, sabotajes en sus infraestructuras críticas, presión política, influencia mediática, agresión directa sobre objetivos concretos, acción sicológica sobre la población adversa, y un largo etcétera, por ello estas acciones, las más relevantes, figuran entre los riesgos y amenazas a la Seguridad Nacional.
La diplomacia de Moscú siempre ha sido un vehículo para algunas de las acciones descritas, aunque sin emplear la “metodología de inteligencia”, pero coadyuvando a la construcción del relato afín a la ex Unión Soviética; en la Guerra Fría, era especialmente diestra en su descubrimiento y descifrado Hélène Carrière D’Encausse, ya fallecida, que interpretaba con maestría la “langue de bois” de los soviéticos.
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La Guerra de la Información es una disciplina integral que en el Arte Militar tiene su componente de combate, y como toda acción de guerra encuentra su completo desarrollo en la Política, en el conjunto del Estado, ahora conocido como “comprehensive aproache” o actuación holística. Se trata de evitar que triunfe el relato del adversario y que domine el ámbito cognitivo, propiciando el propio.
Existe una cierta laxitud general, no exenta de desconocimiento, en considerar a los conflictos actuales como híbridos, cuando en realidad se trata de admitir “que todo vale” para algunos, y que esta doctrina se practica cada vez más.
El entonces Mayor General James Mattis, más tarde Secretario de Defensa de EE. UU., gran experto en la guerra híbrida, indicaba que, en ella, “se podrían emplear todo tipo de acciones, convencionales, asimétricas, de desinformación, sicológicas, etc., incluso el terrorismo”, y en la actualidad las que corresponden al ciberespacio, y que todo ello corresponde a un estudio minucioso del enemigo, y de qué herramientas se puede servir para derrotarle; no olvidemos que hace más de 2000 años, Zun Tzu, ya indicaba la preferencia de vencer al adversario sin entrar en combate directo con él, que es más costoso; en 2006 las FDI judías no salieron precisamente vencedoras contra Hizbollah, que demostraron la validez del concepto de guerra híbrida; hay que apuntar que la doctrina militar anglosajona no destierra completamente su utilización.
Pero el caso de la Rusia de Putin es paradigmático en el empleo de este tipo de práctica; si analizamos sus acciones recientes, dirigidas hacia Occidente, podemos encontrar una panoplia de antiguas agresiones tipificadas como encubiertas y otras tantas en las que solo el ciberespacio es novedoso y testigo directo de su autoría.
Para los analistas sensibles a estas acciones indirectas, la proyección de los servicios de inteligencia rusos hacia el Oeste se ha incrementado notablemente, tanto los que se protegen mediante la Convención de Viena, como los ilegales; sus orígenes, el SVR y el GRU, servicio de inteligencia exterior y servicio militar, respectivamente, pretenden conocer mejor a sus objetivos en esta contienda, evitando errores como los de determinación de la capacidad defensiva de Ucrania en febrero del 2022, o la ausencia de dudas de Suecia y Finlandia para adherirse a la OTAN, por ejemplo.
Existe, sin embargo, un nuevo campo, no tanto porque estos servicios no tengan claras sus capacidades para fomentar la subversión en Occidente, sino por realizar operaciones muy rentables a corto plazo para incrementar el “hastío” de los países OTAN en sus apoyos a Ucrania, y es su relato.
Incrementan sus acciones de influencia en Universidades a través de analistas prestigiosos, en thing tanks que reúnen a los cargos más señeros de cada Sociedad, en entidades que difunden on line mensajes de seguridad nacional, o aprovechan disfunciones de organización e instituciones, como sucede en la frontera norte de Polonia y Ucrania, con la cuestión del grano, o irrumpen corrompiendo a los eurodiputados, o intentan subvertir Cataluña.
El relato que llega a España es muy sutil, pues se les ofrece plataforma y cargos, y asistentes para escucharlo; se refiere a la preeminencia de Rusia en esta guerra: “una futura negociación será más dura para Ucrania, dada la situación bélica, las condiciones siguen siendo las mismas que antes del ataque de febrero de 2022”, insisten.
Sus principios de actuación, los rusos, discurren por esgrimir “la amenaza de sus más de 6000 cabezas nucleares, y la afirmación de que si hubiera guerra con la OTAN no se podría evitar el uso de estas armas, además se emplearían armamentos nuevos que todavía no se han utilizado, entre ellos el novedoso misil intercontinental”.
“La industria de Defensa rusa no solo no ha quebrado por las sanciones, sino que ha aumentado 5 veces más su producción y 3 veces más que todo el mundo occidental”, prosigue el relato.
Si antes colocábamos Divisiones Acorazadas para protegernos de sus ataques, el peligro llega, una vez más, porque nos convenzan de su relato, perfectamente construido, conducido y difundido; solo hay una herramienta para ganar, imponer el nuestro.
Conozca a Ricardo Martínez Isidoro