Si, ante el potencial o presente caos mundial, Donald Trump es un “factor” a tener en cuenta, como sostiene Boris Johnson, Joe Biden sería un patético “no-factor” o “anti-factor”. Numerosos análisis y encuestas describen ya al actual presidente como el peor de los EEUU en toda la historia, haciendo feliz a Jimmy Carter, que hasta ahora ostentaba tan dudoso título. (...)
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La verdad es que en el siglo XIX hubo otros presidentes, hoy casi desconocidos por el gran público, que podrían competir con Carter y con Biden. Pero ciertamente, desde la Guerra Civil hasta el presente, exceptuando los casos del vicepresidente de Lincoln, Andrew Johnson (sometido al primer “impeachment” presidencial, aunque sin lograr –por un solo voto– su dimisión), y James Garfield (malogrado en su brevísima presidencia de solo cuatro meses al ser herido mortalmente en un atentado), resulta claro que Biden ha sido el peor presidente en cuanto a un balance objetivo de su primer mandato.
El contraste con la anterior administración, insinuado por Boris Johnson y destacado por mí (en diversos artículos y en el último, “El factor Trump”, La Crítica, 26 de enero de 2024) es obvio: las desastrosas gestiones de la retirada en Afganistán (“Afganastan”, como lo escribe Biden); del control de la inmigración ilegal (cerca de 10 millones desde 2021) en la frontera sur y consiguiente aumento de la delincuencia; de la pandemia del coronavirus comunista chino; de la economía e inflación; de los conflictos bélicos en Ucrania y Gaza, etc.
Y para el colmo, la presunta corrupción, sin precedentes (rigurosamente investigada por comisiones del Congreso cara a un posible impeachment), de la propia familia Biden desde su etapa como vicepresidente en la administración Obama (y a propósito: ¿qué sabía y desde cuándo el propio presidente sobre la corrupción de su vicepresidente? ¿acaso no le informaba el FBI y la CIA?).
Hay un sector importante de la opinión pública americana (incluidos los RINO y los histéricos “NeverTrump”) o de la opinión pública mundial, que detesta la incontinencia verbal de Trump pero, como ha subrayado el economista afroamericano Charles Payne, el ex presidente es crítico con individuos concretos que se han cruzado en su camino. Biden ha descalificado también a sus enemigos políticos, pero sobre todo ha insultado a millones de americanos simplemente por ser simpatizantes del movimiento MAGA o por haber votado a Trump.
La degeneración del Partido Demócrata viene ya de lejos, como han investigado varios autores (D. Horowitz, D. D’Souza, M. Levin…), corrompiendo la propia democracia americana con sucesivos fraudes electorales desde 1960. Biden representa el punto culminante de ese proceso con el añadido de una incompetencia personal manifiesta y una demencia senil prematura, acreditada por el fiscal especial Robert Hur de su propio Departamento de Justicia.
El Partido Demócrata ha renunciado a permitir un debate libre de los candidatos críticos de Biden durante la presente fase de las “primarias”. Unos como Robert F. Kennedy Jr. han optado por presentarse como “independientes”. Otros como Dean Phillips, un liberal tradicional (“Humphrey Democrat” se define a sí mismo), han sido marginados o censurados por el Partido y los medios afines.
Ya lo anunció Obama en una frase filosófica célebre: “Nunca desestimemos la capacidad de Joe Biden para joder las cosas”. Y lo más irritante ante la confusión y polémica legal generada por los abogados, fiscales y jueces protectores de Biden es la pretendida ignorancia de lo obvio: Trump no intentó ninguna insurrección el 6 de Enero de 2021 (fue una protesta descontrolada –con agentes provocadores del FBI–, imposible una insurrección sin armas); y Trump no cometió ningún delito llevando documentos clasificados a su residencia privada (protegidos por el Servicio Secreto) mientras era presidente (de acuerdo con el Presidential Records Act).
Todos los presidentes lo han hecho.
Biden, por el contrario, objetivamente cometió un delito ya que llevó documentos clasificados a su residencia privada, al garaje y a otros lugares (no protegidos por el Servicio Secreto) sin tener autoridad para hacerlo, ya que lo hizo cuando era senador o vicepresidente.
El informe del fiscal especial Hur es ambivalente. Por una parte revela la incapacidad mental de Biden, y por otra utiliza tal revelación para desestimar una imputación formal del presidente ante el correspondiente jurado o tribunal de justicia.
Manuel Pastor Martínez
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