Santos con Historia II

San Juan Nepomuceno: mártir del secreto de confesión

Puente de Praga desde donde San Juan Nepomuceno fue arrojado al río. (Foto: https://es.aleteia.org/ Shutterstock | ANADMAN BVBA).

LA CRÍTICA, 15 JUNIO 2023

Pilar Riestra | Jueves 15 de junio de 2023

Se ha llegado a decir, aunque no con carácter general, que una de las pruebas de la santidad de una persona es la persecución de los buenos. Buenos con su mejor voluntad. Ejemplo de ello es San Vicente de Lerins, el autor del tan leído Commonitorio, que consideró y acusó a San Agustín de hereje. Pero, en cuanto el Papa aclaró el asunto, rectificó y únicamente los monjes –ejemplares en el amor a su vocación–, de Lerins y Marsella, incluido el futuro San Vicente, erraron en el initium fidei que atribuyeron a la voluntad del hombre. (...)



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Pues bien, nuestro santo, San Juan Nepomuceno, fue perseguido, también, después de muerto. Quizás la persona que más y mejor ha estudiado la vida de San Juan Nepomuceno es Lamberto de Echeverría, que escribe: “Es curiosa la persistencia que las leyendas, sea cualquiera su signo, logran frente a la historia mejor fundada. Conocemos ya con absoluta certeza cuál fue, en realidad, la vida de San Juan Nepomuceno, cuáles las vicisitudes de su culto y los fundamentos documentales de todo orden en que puede apoyarse. Y, sin embargo, mientras esto ocurre, nos encontramos con que todavía la leyenda persiste con toda su fuerza”. (Lamberto de Echeverría, San Juan Nepomuceno, Año cristiano, Biblioteca de Autores Cristianos, 1959, p.394).


En efecto, en 1835, los protestantes afirmaron que, como un tardío e improvisado intento para conseguir borrar en el pueblo bohemio el recuerdo de Juan Hus –dado que los husitas negaban la confesión sacramental–, que los jesuitas presentaron a Juan Nepomuceno como el legendario mártir del secreto, mantenido frente al rey, sobre la confesión de la reina y así intentar borrar el tenaz recuerdo y la popular veneración que los bohemios conservaban del que ya consideraban San Juan Nepomuceno, que entregó su vida para no violar el sigilo sacramental. También se afirmó, que la razón por la que el rey Wenceslao martirizó a Juan Nepomuceno fue porque quería la abadía, que pertenecía a la Iglesia, para entregársela a un familiar de este rey, de modo que de esta forma no tenía que pasar la humillación y reconocer que torturaba y asesinaba a Juan por celos hacia su esposa, Juana de Baviera. Otros, finalmente, afirman que existieron dos “Juanes”: el que se opuso a entregar la abadía a Wenceslao y el que murió mártir por guardar ese inviolable secreto de la confesión y no decirle al rey los pecados de su esposa, la reina. Sin embargo, como expongo al final de este artículo, fue el propio santo, San Juan Nepomuceno, ya muerto y enterrado desde hacía 300 años, el que probó la verdad sobre la razón de su martirio.


No se sabe con certeza qué año nació el futuro santo, quizá hacia 1345, aunque sí se conoce su lugar de nacimiento, en Nepomuc, en Chequia. Estudió en las universidades de Praga y de Padua y ya ordenado sacerdote, en 1393, el arzobispo de Praga le nombró viario general.


Casi toda la vida de Juan transcurre bajo el reinado de Wenceslao IV, cuya esposa, Juana de Baviera, tuvo ocasión de conocer a Juan, y poco después le nombró su confesor. “Por ello, siguiendo la costumbre de la época, Juan Nepomuceno ha de convivir en la corte de Wenceslao, sentarse a su mesa en ocasiones… Allí observa dolorido el trato cruel del rey para con sus servidores. Más de una vez ve cómo el soberano usa injustamente de los servicios del verdugo… Cuentan que en una ocasión le presentaron un ave mal asada y, sin dar más explicaciones, mandó asar al pobre cocinero”. Nadie, se atreve a enfrentarse a Wenceslao, “todos le temen: su esposa, los dignatarios de la Corte, su pueblo. Sólo Juan Nepomuceno no le tenía miedo, y solía advertir al rey que su actitud no correspondía a los principios de quien se confiesa cristiano. La valentía de Juan es admirada por todos…”. (San Juan Nepomuceno - Omnes (omnesmag.com).


Pero debido a unas insidias, llegan a los oídos de Wenceslao sospechas de la infidelidad de su mujer. Wenceslao, sabiendo que su esposa se confiesa con Juan le pide que le revele si su mujer le es infiel. Juan se niega, defendiendo la inviolabilidad del secreto del sacramento. El rey le ofrece honores. Juan sigue negándose, por lo que Wenceslao manda encerrarlo y torturarlo. Vuelve a llamarlo y a prometerle honores y beneficios. Juan vuelve a negarse. Así, hasta cuatro veces. Al final el rey le plantea la disyuntiva: la vida en la corte con honores, riquezas y dignidades o la muerte. El futuro santo no duda: la muerte antes que faltar al secreto de confesión. Y, en efecto, el 19 de abril de 1393, Juan es arrojado desde el puente al río Moldava donde perece ahogado.


Debido a tres milagros que se atribuían a Juan Nepomuceno, el 27 de enero de 1725 se formó una comisión formada por el arzobispo, varias personalidades eclesiásticas y civiles, así como representantes de especialidades de la medicina, con objeto, según costumbre, de abrir la tumba de Juan y reconocer el cadáver. Se sorprendieron al ver, precisamente, la lengua que había defendido hasta la muerte el sigilo de la confesión, aparentemente incorrupta, seca y gris. De repente, ante todos ellos, la lengua comenzó a esponjarse, a adquirir un tono rosa, al punto que no podía distinguirse de la lengua de una persona viva. Este milagro tan evidente como irrebatible, junto con los tres anteriores, sirvieron para la canonización de Juan Nepomuceno en la basílica de San Juan de Letrán. Era el 19 de marzo de 1729.


Termino dejando constancia que, según mis noticias, el secreto de confesión es un tesoro de la Iglesia que se ha mantenido, sin excepción alguna, a través de los siglos; e igualmente, señalar, que Juan Nepomuceno, cuya festividad se celebra el 16 de mayo, es el Patrono de la Infantería de Marina española, la más antigua del mundo, ya que se creó en 1537.


Pilar Riestra

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