Según noticias recibidas, de toda confianza, parece ser que las normas que son de aplicación para entrar y salir en la zona Schengen, después de la salida del Reino Unido (RU) de la Unión Europea (UE), están produciendo los mismos efectos que tendría el cierre de una verja virtual, a juzgar por la escasa actividad comercial que se detecta estos días en Gibraltar. (...)
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Esta situación propicia una solución al contencioso de Gibraltar de interés para todos los implicados en él, que resuelva para siempre el conflicto que enfrenta España y al RU por su anacrónica presencia en Gibraltar y que permita cumplir con la correspondiente resolución del Comité de Descolonización de las NNUU. Esta propuesta de solución incluye obligaciones tanto para España como para el RU, como parece natural y lógico. Y, aunque pueda parecer extraño, también para los Estados Unidos de América (EEUU), como primera potencia mundial bajo cuya sombrilla descansa y probablemente seguirá descansando para siempre la seguridad europea.
Debemos de empezar reconociendo que la aparición de una guerra absolutamente imprevista en el corazón de Europa está obligando a un replanteamiento estratégico a todas las naciones que la componen y, entre ellas, a España que, como una de las es una de las más importantes naciones de ella, está obligada, anta una situación tan fluida y cambiante, a replantearse se seguridad y su defensa, dando prioridad a una estrategia que le permita el afectivo control del Estrecho de Gibraltar.
El Estrecho y sus accesos estuvo definido en el Plan General de la Armada (PLANGENAR) del año 1978 como una razón de permanencia para la Armada como instrumento imprescindible para poder defender adecuadamente los intereses marítimos de España en una zona tan crítica como codiciada.
No parece lógico que nuestra documentación estratégica actual se preocupe mucho más por lo lejano, como puede ser el Sahel, ya abandonado por Francia, y deje en un desconsiderado olvido lo más cercano, como es el Estrecho de Gibraltar, de tanta importancia para nuestra seguridad y nuestra economía e incluso para la seguridad y la economía de nuestros aliados.
Cualquier potencia mundial, en tiempo de guerra, estará interesada en convertirse en la llave del Estrecho, es decir, en tener la capacidad de decidir quién puede cruzarlo y quien no. Para lograrlo cualquier potencia mundial estará interesada en dominar el Estrecho y sus accesos.
Y parece evidente que España no puede limitarse simplemente a ser la plataforma material para que otros dominen por ella un Estrecho que por su naturaleza y su situación geoestratégica le corresponde. España puede y debe de colaborar con sus aliados para conseguirlo, pero, a su vez, debe tener un desempeño especial y prioritario para lograrlo, con fuerzas de tierra, mar y aire, aunque solo sea por la enorme reacción que la tierra tiene sobre el mar en el Estrecho.
Esta realidad no pasa desapercibida para el pensamiento estratégico norteamericano que a la hora de decidir puede preferir, con no poca justificación, que el control del Estrecho permanezca hoy en activas manos británicas antes que en pasivas manos españolas.
Sin un plan de control del Estrecho cualquier reclamación española de devolución de la colonia británica, se volverá absolutamente intrascendente, aun con el apoyo de las NNUU, por infinitas que sean las veces que nuestros sucesivos gobiernos la planteen ante la Asamblea General. Porque así son de complicadas las relaciones internacionales y la consiguiente interacción de tantos intereses en juego.
Para el RU su colonia en Gibraltar no es uno más de sus 14 “British overseas territories”, sino que es una pieza clave de su estrategia marítima, de ámbito mundial. Hay que resaltar que diez de los mencionados 14 territorios aún permanecen bajo la competencia del Comité de descolonización de NNUU.
Analizando todo lo anterior y teniendo en cuenta el dramático cambio que se está dando en la situación política internacional, podemos llegar a la conclusión de que el problema de la permanencia de la colonia de Gibraltar en nuestro territorio no tiene un único responsable sino dos: el RU como actor principal y los EEUU como actor secundario, pero concomitante con el hecho colonial. Porque, si la guerra en Ucrania llegase a desembocar en una crisis de ámbito mundial, el efectivo control del Estrecho de Gibraltar se convertiría automáticamente en una imperiosa necesidad para todos los miembros de la OTAN y hasta para todos los miembros de la Unión Europea (UE).
España no puede aceptar que dos de sus más importantes aliados en la OTAN coadyuven al mantenimiento de Gibraltar como colonia del RU. Por tanto, para lograr la devolución de la colonia todo indica que el gobierno español, a través de su Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación (MAEC), tiene que ponerse serio, de una vez por todas, y negociar con los coadyuvadores, posiblemente en los siguientes términos:
-Ofrecer el establecimiento en Gibraltar de una base de utilización conjunta hispano-anglo-norteamericana, bajo bandera española, que pueda dar satisfacción a las preocupaciones estratégicas de los tres países mencionados en una zona de tanta trascendencia para la seguridad mundial.
- Ofrecer la activación de COMGIBMED, bajo mando español, que mantenga actualizado y listo para poner en ejecución, un plan de control del Estrecho que permita negar el acceso, o negar su presencia en él, a cualquier unidad que pueda considerarse una amenaza para la seguridad y la defensa de la OTAN en su conjunto.
- Ofrecer a los gibraltareños una autonomía política similar a la que ya disfrutan Ceuta y Melilla con una fiscalidad igual o parecida, para asegurar su permanencia en Gibraltar y la buena marcha de sus negocios, abiertos a toda la UE.
- Esta situación permitiría el libre tránsito de personas y mercancías algo tan vital para el desarrollo de su economía gibraltareña que estaría incluida en el espacio Schengen.
Si esta propuesta no fuese aceptada y fracasasen las negociones para conseguir la devolución de la colonia por una decisión unilateral del RU, compartida en todo o en parte por los EEUU, nadie mejor que nuestro MAEC, que debe de conocer mejor que nadie las medidas de retorsión más adecuadas, tomase en consideración todas o algunas de las siguientes medidas:
-Una posible salida de España de la OTAN, para adoptar un estatus de neutralidad internacional, con las serias consecuencias que ello podría tener para la seguridad y la defensa occidentales. Desde esta situación de neutralidad se podrían ofrecer a terceros países facilidades navales en el Estrecho en cualquier punto de nuestra costa.
-Una posible denuncia del Tratado de no proliferación nuclear, firmado en su día.
-El cierre incondicional, y a todos los efectos, y para siempre, como estuvo y continúa estando ordenado por el propio Tratado de Utrecht, de la verja construida por el propio RU a principios del siglo XX.
Todo esto es por si alguno de nuestros gobiernos decide solucionar, de una vez por todas, la situación colonial de Gibraltar y, lo que es peor aún, su grave e inaceptable evolución, en contra de los más sagrados intereses de España.
Aurelio Fernández Diz
Capitán de Navío (R)
Asociación Española de Militares Escritores (AEME)
Academia de las Ciencias y Artes Militares (ACAMI)