Francisco Ansón Oliart

Signo de los tiempos: el Cambio Climático (y II)

Huerto solar flotante construido por China sobre una mina de carbón abandonada. (Foto: Business Insider España).

LA CRÍTICA, 11 JUNIO 2021

Francisco Ansón Oliart | Viernes 11 de junio de 2021

Si bien los puntos de partida, los fundamentos de sus conclusiones, son distintos, siguen las coincidencias entre el Papa Francisco y Bill Gates (ver “Signo de los tiempos: el cambio climático (I)”). Ambos también coinciden en que es preciso un acuerdo internacional global, para reducir las emisiones de gases contaminantes.

Escribe el Papa Francisco, en el Prólogo de su libro “Soñemos juntos”: “La era moderna -que tanto desarrolló y proyectó la igualdad y la libertad- ahora necesita añadir, con el mismo impulso y tenacidad, la fraternidad para enfrentar los desafíos que tenemos por delante”. (...)



... Bill Gates concreta, al demostrar con hechos, la necesidad y las ventajas de esa colaboración. He aquí uno de esos hechos: “Echemos ahora un vistazo a una historia de éxito en la que las políticas, la tecnología y los mercados se coordinaron de manera mucho más eficaz. Ya en la década de los setenta, Japón, Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea empezaron a financiar la investigación sobre las diversas formas de obtener electricidad a partir de la luz del sol. A principio de los 90, la tecnología solar había mejorado tanto que más empresas comenzaron a fabricar placas, pero el uso de esta energía aún no se había generalizado. Alemania dio un impulso al mercado concediendo préstamos a bajo interés a quienes instalaran placas solares y pagando una tarifa regulada -una cantidad fijada por el gobierno por unidad de electricidad procedente de fuentes renovables- a todo aquel que aportara energía solar a la red. Más tarde en 2011 Estados Unidos utilizó garantías de crédito para costear los cinco campos solares más grandes del país. China se ha erigido como una pieza clave en la búsqueda de sistemas ingeniosos para abaratar los paneles solares. Gracias a todas estas innovaciones el precio de la electricidad de origen solar ha descendido un 90% desde 2009. La energía eólica constituye otro buen ejemplo… ”. (Bill Gates, Cómo evitar un desastre climático –debido a que lo he leído en Kindle, Amazon, no puedo citar las páginas numeradas-).

Por su parte, dos de las personas más acreditadas para hablar de la necesidad de un acuerdo global, con objeto de evitar el letal cambio climático que se avecina y que ya fueron citadas en el artículo anterior: “Signos de los tiempos: el Cambio Climático (I)”), escriben: “Christiana es madre de dos hijas adultas y Tom tiene una hija y un hijo ambos menores de 10 años… De 2010 a 2016, Christiana fue secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la organización encargada de orientar la respuesta de todos los gobiernos al cambio climático. Asumiendo la máxima responsabilidad en las negociaciones justo después de la dramática debacle de la conferencia de Copenhague de 2009 sobre el cambio climático, Christiana se negó a resignarse a la imposibilidad de alcanzar un acuerdo global… En 2013 oyó hablar de Tom,… Christiana le pidió que se reuniera con ella en Nueva York para discutir la posibilidad de que él se uniera a Naciones Unidas… Al final de un paseo por Manhattan que ocupó buena parte del día, Cristiana se volvió a Tom y le dijo: “Me parece evidente que no tienes ni un ápice de la experiencia necesaria para este puesto, pero sí algo mucho más importante: la humildad para fomentar la sabiduría colectiva y el valor para trabajar en una complejidad que desborda cualquier mapeo”. Así pues, ella le invitó a sumarse al esfuerzo de Naciones Unidas… Unos años después se logró finalmente el acuerdo internacional de mayor alcance sobre el cambio climático jamás propuesto.

“Cuando el martillo verde golpeó la mesa a las 19.25 del 12 de diciembre de 2015 aprobando el Acuerdo de París, cinco mil delegados que habían estado conteniendo la respiración durante horas, saltaron eufóricos de su asiento en celebración del avance histórico. Ciento noventa y cinco naciones acababan de suscribir por unanimidad un acuerdo para orientar sus respectivas economías durante las cuatro décadas siguientes. Se había trazado una nueva senda global”. (Christiana Figueres y Tom Rivett-Carnac, El futuro por decidir, Ed. DEBATE, 2021 –debido a que lo he leído en Kindle, Amazon, no puedo citar las páginas-).

Tanto el Papa Francisco como Bill Gates, como Christiana Figueres y Tom Rivett-Carmac, facilitan una serie de medidas que ya existen y que pueden disminuir significativamente la emisión de gases contaminantes. Son muchas, pero por citar, en mérito a la brevedad, únicamente dos, esto es, las que se refieren al incremento de las energías renovables para producir electricidad que evitan las emisiones contaminantes y la energía nuclear, cuyas centrales, no sólo han aumentado su productividad sino que han reducido al mínimo sus residuos radiactivos e incluso en un futuro inmediato pueden reciclar dichos residuos.

De hecho, en Estados Unidos el 20% procede de la energía nuclear y en nuestra vecina Francia, el 71%. Por eso y a modo de ejemplo, de los muchos que se pudieran aducir, un escritor tan ponderado como Emilio Chuvieco, comentando nuestra Ley del Cambio Climático y Transición Energética, escribe: “Llama la atención que no se cite la contribución a la generación eléctrica de la energía nuclear (actualmente un 20%), salvo para prohibir nuevas explotaciones de minerales radioactivos y nuevas instalaciones nucleares. Aunque ciertamente es una fuente de energía muy controvertida socialmente, y con importantes problemas en la gestión de residuos, no hay que olvidar que la energía nuclear es climáticamente neutra, ocupa poco territorio y tiene alta estabilidad (no está sujeta a fluctuaciones meteorológicas). En mi opinión, si podemos prescindir de ella, mucho mejor, pero si es a costa de mantener las energías fósiles, debería reconsiderarse esta alternativa.” (Emilio Chuvieco, Algo se mueve (por fin) para mitigar en serio el cambio climático, ACEPRENSA, 23 de abril de 2021).

La realidad de medios que se están adoptando y se van a seguir adoptando, los resume, Alieto Guadagni, en el siguiente párrafo de su artículo, publicado en El Imparcial, el 21 de Abril de 2021, titulado: “¿Hacia un acuerdo climático de alcance global?”: “Cuando Biden convocó a la reunión climática de líderes de muchos países… celebrada en abril de este año, Biden se comprometió a reducir las emisiones de gases invernaderos de Estados Unidos alrededor de un 50 por ciento respecto a los niveles de 2005 para el año 2030. Biden también expresó que propiciará nuevas medidas para “atajar la crisis climática”, afirmando que apuntará tanto “dentro como fuera de sus fronteras”, esto significa que si Estados Unidos implanta el impuesto a las emisiones podría también determinar que sus importaciones desde países donde no existan estos tributos deban abonar el mismo impuesto vigente para la producción norteamericana. Esta política para ser efectiva… debería ser coordinada con la UE y también con Canadá, el Reino Unido, Japón, Corea. Esta alianza podría así presionar a China, India y Rusia para que también graven impositivamente las emisiones contaminantes… Por esta razón la próxima reunión convocada por Naciones Unidas en Glasgow (Escocia) en noviembre será decisiva para nuestro futuro en la Tierra.”

En efecto, el Reino Unido anunció el viernes pasado que la cumbre sobre el clima COP26, "última esperanza" para evitar un alza descontrolada de la temperatura global, se celebrará en persona (presencialmente) en noviembre en la ciudad escocesa de Glasgow pese a la pandemia. Por su parte la UE, a partir de 2023, gravará la “emisión de dióxido de carbono” a la importación a una serie de bienes o productos como el acero, el cemento, la electricidad, los fertilizantes,…

Ahora bien, a día de hoy es claro que resulta más barato producir esos bienes o productos con combustibles fósiles que mediante las nuevas tecnologías, por ello debería existir una moratoria para que pudieran crecer los países pobres o que empiezan a emerger, que no han creado este angustioso problema al no generar apenas dióxido de carbono, ya que resultaría profundamente injusto que tuvieran que pagar un perjuicio que ellos no han provocado.
Coinciden con esta conclusión, entre otros muchos, tanto Bill Gates, Christiana Figueres y Tom Rivett-Carnac, como, sobre todo, el Papa Francisco -demuestra que es lo que más le importa-, que consideran que resulta una injusticia que los pobres que son los que menos han contribuido a generar los gases de invernadero, tengan que pagar también lo que hemos generado los ricos.

Francisco Ansón