Manuel Pastor Martínez

¿Enemigo invisible?

(Foto: RTVE)

LA CRÍTICA, 3 JUNIO 2020

Manuel Pastor Martínez | Miércoles 03 de junio de 2020
(...) la democracia americana y todas las de Occidente tienen perfectamente visibles a su enemigo exterior (China) y a su enemigo interior (Antifa, BLM, movimiento War on Cops y otros grupos radicales o terroristas vinculados a Soros, El “Deep State” y al “Shadow Party” dentro del propio Partido Demócrata: (v. el artículo premonitorio M. Pastor Martínez, “Antifa”, La Crítica, 3 de Octubre, 2017). El problema, como me enseñó mi madre, es que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Siendo niño mi madre me enseñó el refrán “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Otro célebre que aprendí muy joven es “Coger el rábano por las hojas”.

Desde el comienzo de la crisis de la peste “cochina” (“comunista-china”) el presidente Trump ha hecho reiteradas referencias al “enemigo invisible”. En la reunión del gabinete del presidente que fue televisada el pasado 19 de Mayo, algunos secretarios –Ben Carson en concreto– repitieron la expresión.

En mi opinión el enemigo (el “rábano”, es decir, la raíz) es perfectamente visible. El instrumento o arma (las “hojas”) es lo que parece invisible. En el discurso político y diplomático podemos permitirnos cualquier licencia retórica o metafórica, pero en el análisis estratégico tenemos que ser rigurosos y precisos.

Los dos criterios básicos de todo análisis estratégico son la definición del enemigo (racional o no racional) y la calidad de la inteligencia (correcta o incorrecta). Sun Tzu ya avisó en su famoso Arte de la Guerra (siglo V antes de Cristo): “Conoce al enemigo y conócete a ti mismo”, señalando muy sintéticamente la importancia de tener en cuenta las dimensiones objetiva y subjetiva del problema, alertando sobre el posible auto-engaño (lo que en el léxico I-C-I, de la inteligencia-contra-inteligencia, en lengua inglesa se llama “self-deception”). Aquí el auto-engaño – claramente en el Partido Demócrata, en los medios progresistas y asimismo en muchos gobiernos europeos- respecto a la presente crisis es creer que el “rábano” es el coronavirus, es decir, un “enemigo invisible”, cuando lo cierto es que el enemigo es perfectamente visible: el régimen comunista de China liderado por su presidente Xi Jinping, ese personaje siniestro de cara abotargada con un rictus que pretende ser una sonrisa.

El impacto informativo sobre la peste “cochina” ha sido muy oportuno y conveniente para difuminar el escándalo del golpe de Estado frustrado alentado por el Partido Demócrata que culminó con el impeachment de Trump. Pero los conspiradores del intento golpista han vuelto a la carga de nuevo, difuminando en este caso las revelaciones sobre el “Obamagate” (acción combinada del Partido Demócrata, Soros y el Deep State), alentando las revueltas violentas en protesta por el “Caso George Floyd”.

De las tres grandes crisis contemporáneas experimentadas por EEUU -Pearl Harbor, Diciembre 1941 (enemigo racional y visible, inteligencia incorrecta), Cuba, Octubre 1962 (enemigo racional y visible, inteligencia correcta), NYC-WDC, 11-Septiembre-2001 (enemigo no racional e invisible, inteligencia incorrecta)- la última fue la que tuvo la peor combinación de factores. La presente crisis se parece a la de 1941, pero la gradual y lenta Pearl Harbor actual se ha cobrado ya un número incomparablemente superior de víctimas (más de 108.000 muertes según datos hasta la fecha). El enemigo es un actor “racional” y visible (un Estado y un gobierno reconocidos por el derecho internacional), pero la inteligencia e información sobre el mismo no ha sido correcta, colaborando muchos agentes estadounidenses internos y externos en su ocultación y en el auto-engaño de los países occidentales.

Una vez más en la historia contemporánea nos encontramos ante la “cuestión china”, como la llamaron Lenin, Trotsky y la Komintern. Se trata de una prolongada Guerra Civil y posterior Reconstrucción, como en EEUU tras la guerra civil americana. Pero en China ganaron los malos (Mao y los comunistas) y perdieron los buenos (Sun Yat-sen, que era el Lincoln chino, y el generalísimo Chiang Kai-shek el Grant chino). Grant fue el generalísimo y presidente que ganó y completó la guerra civil con la Reconstrucción (magnífica la biografía de Ron Chernow, cuya lectura he completado esta primavera durante el confinamiento en el norte de Minnesota; aceptable la serie televisiva del pasado Memorial Day en la cadena History). Pero Chiang perdió la guerra civil y tuvo que hacer su “Reconstrucción” en la isla de Taiwan –antigua Formosa- tras ser derrotado por Mao y expulsado del continente en 1949.

Desde entonces cobrará gran importancia estratégica el experimento de la República de China en Taiwan y del partido Kuomintang (en su evolución ideológica y política bajo la “tutela política” de Chiang, consolidándose como una democracia liberal, pluralista y multipartidista –la primera con éxito en toda la historia del Lejano Oriente. Durante la presente crisis pandémica, pese a la proximidad al continente controlado por el régimen comunista, Taiwan ha demostrado ser un modelo de resistencia, negándose a creer las mentiras del Partido Comunista de China (y con el resultado ejemplar solo 7 víctimas mortales en una población de casi 24 millones).

Estados Unidos y Gran Bretaña, principalmente, deberían ignorar el chantaje de la China comunista y la servil ONU con la OMS, dando ejemplo a las democracias constitucionales reconociendo diplomáticamente -aplicando la propia “Doctrina Estrada”- a Taiwan.

Resumiendo: la democracia americana y todas las de Occidente tienen perfectamente visibles a su enemigo exterior (China) y a su enemigo interior (Antifa, BLM, movimiento War on Cops y otros grupos radicales o terroristas vinculados a Soros, El “Deep State” y al “Shadow Party” dentro del propio Partido Demócrata: v. el artículo premonitorio M. Pastor Martínez, “Antifa”, La Crítica, 3 de Octubre, 2017). El problema, como me enseñó mi madre, es que no hay peor ciego que el que no quiere ver.