Félix Ballesteros Rivas

Lo que cuesta hacer algo frente a lo que cuesta no hacerlo

Tacita a tacita... (Foto: www.paginapopular.net)

LA CRÍTICA, 10 OCTUBRE 2018

Félix Ballesteros Rivas | Miércoles 10 de octubre de 2018
Parece una forma sencilla de tomar decisiones: comparar lo que cuesta hacer algo (arreglar el tejado de la casa: 12000 €, por ejemplo) frente a lo que cuesta no hacerlo: 120000 € de rehacer de nuevo la casa cuando se nos hunda...

... en unos años). Pese a ello, decisiones que, con ese criterio, resultan obvias… y no se emprenden. Es una cuestión de sujetos, porque en el razonamiento anterior faltan un par de pronombres.

Efectivamente, la frase que sirve de título a este artículo, subconscientemente, la redactamos de esta otra manera: ‘Lo que nos cuesta hacer algo, frente a lo que nos cuesta no hacerlo’. La diferencia es sutil, pero decisiva porque, cuando un político se enfrenta a decisiones de esas difíciles, lo que le cuesta hacer algo es, no dinero, que lo ponen otros, sino popularidad, votos, el sueldo de los siguientes años, en suma; mientras, lo que le cuesta no hacerlo es… nada: lo pagarán los del partido contrario cuando no tengan más remedio que abordar el problema, o las generaciones futuras.

Lo que nos cuesta reciclar correctamente nuestros residuos es, nada menos, el esfuerzo de mantener varias bolsas de basura, y llevarlas al correspondiente contenedor, que no suele estar al lado de casa. Y si no lo hacemos… nada, aparentemente nada; desde luego nuestros hijos y nietos vivirán un poquito peor, pero si todos los demás si que hacen el esfuerzo de reciclar, lo nuestro no será tan grave.

Igual pasa con los antivacunas, de los que ya hemos hablado en otro artículo. A ellos quienes les protegen son sus vecinos y compañeros que, al sí estar vacunados, no pueden portar la enfermedad y, por lo mismo, no se la van a contagiar a sus indefensos hijos. Claro, es cuestión de estadísticas (ahora, como se hacen con cada vez más información, se llama big data), que se crucen varios sin vacunar para que se produzca algún contagio y, también es cuestión de estadísticas (se suele llamar mala suerte en este caso) el contagio sea grave y se nos muera el niño o se nos quede minusválido. Pero la Estadística es una Ciencia, de esas que se cumplen a rajatabla, así es que al alguien le cae; lo mismo que la lotería, pero en fatal.

Igual pasa con los presidentes-vergüenza de países más o menos ricos y/o poderosos, que renuncian a luchar contra el cambio climático, por ejemplo, confiando en que los demás hagamos el esfuerzo y ellos sólo se lleven los beneficios. Eso se podría describir, a largo plazo, como tendencias suicidas; me explico: en los siguientes años ese ¡país! tendrá un cierto margen de comodidad, utilizará coches enormes y que consumen la (super barata) gasolina por galones en lugar de por litros pero, cuando, el día llega, siempre llega, y tienen que reconsiderar sus políticas, se encontrarán (otra vez) con que su industria de automoción, que ya antes estaba tecnológicamente obsoleta, está en ese futuro más o menos inmediato aún más retrasada y, probablemente, sea ya irrecuperable. Y dirán que han tenido muy mala suerte.

Igual ocurre con las inversiones en Investigación (luego nos quejaremos del inmenso poder de esos países, o esas multinacionales, que nos ‘roban’ con sus casi-monopolios de medicamentos, simientes o productos de alta tecnología), con las medidas de Seguridad (nos ahorramos el dinero de la revisión de los extintores y, cuando llega el incendio, probablemente son otros los que tienen la mala suerte; igual con las inversiones en Defensa), con las ayudas al Tercer Mundo (nos quejamos de que los subsaharianos aporreen nuestras fronteras, pero nos ha parecido muy bien, durante siglos, pagar las materias primas de sus países a precio de ganga), o con el pago de impuestos (regateamos a la hora de pagar, pero no a la hora de exigir pensiones dignas).

Por todo ello, es importante que las cosas nos cuesten lo que realmente cuestan, y que se pague por lo que se hace… y por lo que no se hace. No sé si alguien de mayor imaginación que la mía tiene ideas mejores, pero creo que la solución es que resulte caro no reciclar (no llamemos fascistas a los gobiernos que ponen multas por ello), que los antivacunas paguen de alguna manera sus imprudencias (ellos, no sus hijos), los países insolidarios se encuentren con trabas comerciales o sociales, etc. etc. etc.

Félix Ballesteros Rivas

03-10-2018

agente.provocador.000@gmail.com