Manuel Pastor Martínez

WYOMING, CORAZÓN DE AMÉRICA, Y LA VICTORIA DE TRUMP

10 Noviembre 2016

Manuel Pastor Martínez | Miércoles 09 de noviembre de 2016
El Estado de Wyoming se sitúa aproximadamente en el centro del “pecho” de los Estados Unidos. Con poco más de medio millón de habitantes, es símbolo de la cultura tradicional del Oeste, la América rural y profunda...

El Estado de Wyoming se sitúa aproximadamente en el centro del “pecho” de los Estados Unidos. Con poco más de medio millón de habitantes, es símbolo de la cultura tradicional del Oeste, la América rural y profunda.

Sin embargo en 1868 dio ejemplo de progresismo a la Nación cuando en su territorio se firmó el Tratado de Fort Laramie, el primer y único tratado “internacional” entre el gobierno federal de los Estados Unidos y la Nación de los Sioux. Y al año siguiente establecería por primera vez en la historia, en un Estado dentro del ámbito de la civilización occidental euro-americana, el derecho al voto de las mujeres, esto es, el sufragio universal, fundamento único e imprescindible de la legitimidad en las modernas democracias liberales.

El pasado 8 de Noviembre los ciudadanos de Wyoming emitieron un voto a favor del candidato presidencial Donald Trump superior al 70 por ciento del total (los más cercanos han sido West Virginia con el 69, y Oklahoma con el 65 por ciento, respectivamente), récord absoluto nacional en el apoyo popular al futuro (cuando tome posesión del cargo el 20 de Enero de 2017) Presidente de los Estados Unidos de América. Es muy probable que la NRA y los defensores de la Segunda Enmienda, asimismo los grupos religiosos y Pro-Vida, hayan tenido algo que ver con los porcentajes tan altos a favor de Trump en estos Estados y otros de la América “roja” (al contrario que en Europa, el rojo es el color de los republicanos y conservadores, mientras el azul es el de los demócratas y progresistas). Por otra parte, hay que subrayarlo, contrariamente a lo que propaguen éstos, no ha sido un voto contra “la” mujer, sino contra “esa” mujer.

Pendientes cuando escribo esto del recuento definitivo de votos en algunos Estados, Mr. Trump ha obtenido más de 59.472.000 votos (un 47.5 %) y más de 279 electores (eran necesarios 270 para victoria). Ms. Clinton ha obtenido más de 59. 679.000 votos (un 47.7 %) y de momento solo 228 electores.

Una vez más en la historia de las elecciones presidenciales, paradójicamente, gana la Casa Blanca quien obtiene más electores aunque con menos votos populares. Así ha ocurrido en otros cinco casos, el anterior en el año 2000 en la competición entre George Bush Jr. y Al Gore. Precisamente ese año me encontraba en los Estados Unidos en el puesto de director del colegio español en la Universidad de Harvard, y tuve la oportunidad de observar las elecciones y la crisis del recuento en Florida hasta que se resolvió a favor de Bush Jr.

En la misma elección general del 2000 Ms. Clinton ganó el puesto de senadora en el Congreso por el Estado de New York, y recuerdo que sus primeras palabras, en la noche celebrando su victoria, fue anunciar ante sus fans y los medios de comunicación –en referencia a la crisis de Florida- que su propósito desde el primer día en el Congreso sería luchar por la supresión del Colegio Electoral y por la elección directa de la Presidencia con el voto popular. Su ignorancia de las complejidades de la Constitución, en razón de su estructura federal, le llevó a prometer algo que nunca podría hacer y de lo que nunca volvió a hablar. Qué ironía que dieciséis años después ella misma ha tenido que sufrir también la situación que afectó a Al Gore.

Volviendo a Wyoming, un gran político de este Estado, Richard Cheney, ha sido el enlace entre la administración Reagan y la campaña de Trump. Cheney, secretario de defesa con Bush Sr. y vicepresidente con Bush Jr., frente a la dinastía del Establishment (tras la poco analizada ruptura con el hijo por las ramificacions del ”affair Valerie Plame”), ha avalado desde el principio a Trump.

Uno de los tópicos falsos divulgados en España es que el partido Republicano se distanció del candidato anti-Establishment: véase la lista de los avales que ha publicado Wikipedia, y compruébese que las únicas ausencias notables son la familia Bush, el clan de los mormones entorno a Mitt Romney, y cuatro gatos tipo John McCain. Trump cuenta con personalidades tan sobresalientes como Newt Gingrich (probable Secreterio de Estado), Ruddy Giuliani (probable Secretario de Justicia), el doctor Ben Carson, la ex gobernadora Sarah Palin, el general Michael Flynn, etc.

Resulta evidente que a favor de Trump han jugado varios factores: el voto oculto, el voto rural de la América profunda, el voto de la clase media baja y trabajadora, el Tea Party, los “Blue Dogs” (votantes demócratas conservadores), los blancos marginados, los grupos anti-inmigración ilegal, los críticos de la globalización, los grupos evangélicos y católicos tradicionales pro-Vida. Esta compleja coalición populista conservadora que ha destrozado al Establishment del GOP (el partido republicano de los Bush ha sido desplazado por el partido/movimiento de Trump). Su objetivo, seguramente, es destrozar también el Establishment del partido Demócrata y desmontar el legado de Obama. El nuevo Presidente tendrá además como factor añadido para el poder y capacidad de maniobra de su administración la mayoría absoluta republicana en ambas cámaras del Congreso.

En España, con excepción de algunos analistas del grupo Intereconomía, las discretas declaraciones del presidente Rajoy y del nuevo Ministro de Asuntos Exteriores tras los resultados, resultan patéticos los comentarios de casi todos los periodistas a lo largo de la campaña y ante la victoria de Trump. Algunos progres y liberales (ya no cuento los izquierdistas y radicales), se han retratado: políticos como Esperanza Aguirre, diplomáticos acreditados, la inmensa mayoría de periodistas (conservadores como Antonio Jiménez o liberales como Eduardo Inda), y múltiples politólogos “expertos” (como Gustavo Palomares), en televisiones privadas y particularmente en programas de la televisión pública, donde opinan con demasiada frecuencia sin tener que contrastar sus ideas con otros punto de vista, han demostrado una extraordinaria ignorancia sobre la cultura política de los EEUU hoy. Los más osados han insinuado incluso que Trump necesita un psiquiatra…Yo creo que por el tono paranoico con que se han expresado, solo comparable a la histeria de los titiriteros e “intelectuales” a un lado y otro del Atlántico, deberían aplicarse la misma prescripción médica.

El autor visitando Fort Laramie, Wyoming, en el verano de 2012