Me decía un politólogo y sociólogo, catedrático de Universidad y leonés de nacimiento, que aunque en Estados Unidos tuvieran un Presidente de Gobierno y un Gobierno como el que en España se ha padecido y se puede volver a padecer, en aquel país, en Estados Unidos, no puede ni podría hacer tanto daño a los ciudadanos y a la sociedad americana como aquí, a España y a los españoles. Las razones, las dos únicas razones que me dio –eso sí, exhaustivamente glosadas- radicaban, se fundamentaban en el funcionamiento de las instituciones y en la mayor estructuración de la sociedad americana, con relación a la española, dado que esas dos razones permiten controlar el poder abusivo. De la primera razón –casi un imposible en España- me ocuparé otro día y hoy de la segunda.
En efecto, en España es preciso conseguir una sociedad más estructurada, en la que la libre creatividad de sus ciudadanos y de las familias cuaje en millares de asociaciones, grupos, clubes, realidades territoriales de barrio, de pueblo, de ciudad -expresiones de la creatividad social de las personas singulares-, de tipo económico, social, cultural, deportivo, recreativo, periodístico, profesional, artístico, etcétera, a las que esas personas singulares dan vida espontáneamente y posibilitan su crecimiento, formando un tejido social que limita las posibles arbitrariedades del poder.
Es impensable promover la dignidad de la persona, del ciudadano, si éste no se puede desenvolver en un auténtico ámbito de sociedad civil, en un denso conjunto de las relaciones entre individuos y entre sociedades intermedias, que se llevan a cabo en forma originaria como producto espontáneo de la creatividad del ciudadano.
La Historia lo ha demostrado: cuando el ciudadano depende directamente del Estado, cuando entre ese ciudadano y el Estado no hay una sociedad intermedia, la familia, sobre todo, unido a otros tipos de agrupación vecinal, profesional o del tipo societario que sea, la dignidad de la persona peligra o desaparece y el desarrollo de esa sociedad queda entorpecido o anulado.
Por ello un Estado, como el español, que confisca, legalmente, cerca del 50 por ciento de lo que producen los españoles, debe tutelar esas expresiones originarias de la sociabilidad.
Me encuentro en el ordenador una ficha que resulta tan adecuada con lo que estoy sosteniendo, que reproduzco su párrafo: “… todas las sociedades de orden superior deben ponerse en una actitud de ayuda, respecto a las menores. De este modo, los cuerpos sociales intermedios pueden desarrollar adecuadamente las funciones que les competen, sin deber cederlas injustamente a otras agregaciones sociales de nivel superior, de las que terminarían por ser absorbidos y sustituidos y por ver negada, en definitiva, su dignidad propia y su espacio vital. A esta ayuda, entendida en sentido positivo, como ayuda económica, institucional, legislativa, ofrecida a las entidades sociales más pequeñas, corresponde una serie de implicaciones en negativo, que imponen al Estado abstenerse de cuanto restringiría, de hecho, el espacio vital de las células menores y esenciales de la sociedad. Su iniciativa, libertad y responsabilidad, no deben ser suplantadas.” (Compendio DSI, vatican.va, p. 94).
De manera más concreta. Por ejemplo, los periódicos y revistas, especialmente las digitales que necesitan un capital mínimo para sostenerse y en consecuencia para conservar su libertad e independencia, constituyen una de las formas de estructuración de nuestra sociedad. Reúnen un grupo de profesionales del pensamiento y la opinión; sus páginas son visitadas, esto es, leen sus páginas por cientos de miles, tal y como ocurre con el periódico que está usted leyendo, con la influencia y la defensa para el ciudadano que ello conlleva. Y pasando a otro ejemplo muy diferente, en Astorga existe una Asociación de los Arrieros que funciona y constituye, ora un acicate, ora un freno al poder del tipo que sea. Y así podríamos continuar con un larguísimo etcétera; porque, afortunadamente, León y su provincia se están estructurando a marchas forzadas. Siguiendo con los ejemplos concretos, en la provincia de León, a 7 de Noviembre de este año, existen 131 Asociaciones Juveniles de ámbito provincial y ése es nuestro futuro.
Esta estructuración de la sociedad la agradecen los políticos, los sindicalistas y los financieros auténticos, porque facilitan extraordinariamente su cometido; no así los políticos, sindicalistas y financieros abusones porque este tejido social forma una malla que entorpece y limita sus abusos.
Pero, sobre todo, que lo que puede hacer el individuo no debe hacerlo la familia y lo que puede hacer la familia no debe hacerlo el inmediato grupo intermedio superior a ella y así se debe seguir hasta el Estado. La dignidad de la persona, del individuo, del ciudadano exige, que lo que puede hacer él o la sociedad no debe hacerlo el Estado, sino que el Estado, al acaparar una ingente cantidad de medios de sus ciudadanos, ha de contribuir al desarrollo de las personas individuales y de esas estructuras intermedias de la sociedad.