A este acercador de escritores, a este preguntón, desmemoriado y despistado, hizo falta —oh, contradicción— que, aun todo su decir igualitario, le ronroneasen gatos y conciencia, a trío, y así como por lo suave para menor sonrojo, el término, poco poético donde los haya, de: misógino. Y es que, tal podría desprenderse el mismo del crecer de estas entrevistas dedicadas hasta hoy a escritores, varones.
Así, caído o precipitado a la clara conciencia del despiste —para que después le cuelguen a uno benitos nada santificables— y presto a corregir el yerro, acordé conmigo mismo dar comienzo al justo desquite con una de las voces que antes me llegó, dijo y acarició en el Ágora de la Poesía de León y a quien tuve el gusto y placer de presentar su “El otoño es nuestro” dentro de la colección “Tres voces, tres mundos” de CSed poesía. Por esto, para este octubre, primer mes ciertamente otoñal, paseamos y charlamos Marta y por la plaza de San Marcos, cerca de donde nos conocimos, cerca de donde, generosos creemos, debería yo penar mi, hasta hoy, misoginia preguntona.
Charlar con Marta es como asistir a un melodioso concierto de la sinfónica del entusiasmo, cuyo primer violín fuera la bondad e hiciese solos la consciente y voluntariosa, elegida, alegría de vivir.
Nos noticiamos de novedades y, aún celebrando encuentro y paseo, comienzo a preguntar:
¿Cómo percibes e interpretas tú, Marta, la efervescencia literaria, poética, que actualmente se da en León?
Yo soy una participante asidua de eventos literarios. Acudo con frecuencia a Cuento Cuentos Contigo, Ágora de la Poesía o L’Ekole Poetique, cuyo formato me encanta. Creo que es muy enriquecedor que existan espacios para compartir poesía y narrativa. León cuenta con la semilla plantada por otras generaciones que escribieron en torno a revistas tan importantes como Espadaña y Claraboya, es bueno que se intente tomar el relevo con mayor o menor dignidad. Hay presentaciones y formatos para diversos gustos y tendencias pero así el público tiene la oportunidad de elegir. Únicamente añadiría que deberíamos pensar en cómo hacer trascender todo este trabajo fuera de nuestro círculo, acercar a más personas, lograr que autores y obras que de verdad merezcan la pena sean promovidos más allá de nuestra ciudad o provincia.
¿Cuándo, cómo y, sobre todo, por qué comenzaste a escribir?
Recuerdo que sentí ese primer impulso, esa necesidad, a los 7 años. Lo primero que escribí fue un poema infantil, breve y sencillo que se tituló “Primavera”. Mi madre era una gran lectora de poesía y desde que nací me inculcó esta pasión. Necesitaba expresar lo que sentía frente al mundo, era la mejor manera de saberme parte de él. Escribía textos breves, muy simples y espontáneos en relación a lo que mi sensibilidad captaba del entorno: las nubes, los mosquitos, el verano, las estrellas… Los ilustraba incluso con dibujos en un cuaderno azul que aún conservo. Ahora disfruto releyéndolo porque me permite conectar de nuevo con mi infancia y todos los seres que habitaban en ella.
¿Qué fue primero, la prosa, la poesía, esa prosa tuya no carente de poesía?
En el principio siempre fue, es y será la poesía. La poesía es la esencia del ser humano que hay detrás de cada verso, es el “yo íntimo”. Durante la adolescencia llegan a nuestras manos libros de aventuras que muchos recordamos (“Los Cinco” de Enid Blyton, “Los Hollister” de Svenson, más tarde autores como Verne o Agatha Christie) y la imaginación toma el poder. La ficción resulta entonces tentadora y empiezas a escribir relatos breves, novelas cortas, pueriles y técnicamente torpes, pero suponen un aprendizaje necesario. Hasta que llega la juventud, y con ella García Márquez, Cortázar, Rulfo, la Generación del 27 en poesía, la de los 50 y los 60, la Poesía de la Experiencia, y descubres un universo nuevo, inagotable… Ahora combino ambos géneros, no soy capaz de ser fiel en exclusiva a ninguno. Yo nunca he establecido una frontera férrea que los separe, salvo la cuestión diferencial y esencial entre verso/línea. Quiero decir que esa barrera tan asentada de ficción es igual a narrativa y no ficción es igual a poesía, a mí me parece muy relativa. Puede haber mucho de uno mismo detrás de un personaje o una trama y el poeta es en ocasiones un fingidor como dijo Pessoa. Por eso me gusta alternar géneros o acercarlos, insertar poemas en capítulos de una novela o que aparezca un cuento escrito en prosa poética rompiendo el estilo inicial o el esperado.
¿Cuál fue tu primera obra, inédita o publicada, y cómo la sientes hoy?
Mi primer poemario está inédito y así seguirá, al menos en la forma primigenia en que fue concebido, tal vez rescataría tres o cuatro poemas pero el resto me resultan demasiado simples, mejor se quedan en el cajón. Son ternura y nada más.
Mi primera novela, Tiempo de Cerezas, (primera novela de madurez, acabada y revisada hasta la saciedad y el presente), verá pronto la luz. Este caso es distinto, la siento cercana porque nunca he dejado de trabajar en ella y es una liberación de pudor indescriptible, a ella siempre la amaré porque representa una etapa de mi vida que no puedo empujar al olvido. Seguramente ahora escribo de un modo distinto en Los Días Impares pero los personajes de Tiempo de Cerezas tienen una frescura irrepetible que sólo se derrocha la primera vez. También es cierto que desde el principio fue un proyecto muy ambicioso, supuso cinco años de un esfuerzo inmenso y una catarsis que me transformó a nivel espiritual, literario y vital. Fue la obra que me descubrió facetas de mí misma que nunca sospeché poseer.
¿Sigues creyendo, Marta, que ”los amantes ignoran/ cuando se muere el tiempo”?
Sí, lo creo firmemente. Me encanta que recuerdes esos versos de “El Otoño es Nuestro”. Los amantes viven inmersos en su propia historia de amor y cuando amamos superamos la mortalidad, vencemos a la muerte, es nuestra única oportunidad de rozar la eternidad. Los amantes no tienen edad.
Miras el conjunto de tu obra y actividad en pro de la poesía, de la literatura y ¿qué sientes?
Siento que aún me queda mucho por leer, por aprender, por escribir y por compartir pero me alegra poder ofrecer alivio al dolor humano (si es que lo consigo). Vivimos en una sociedad materialista y deshumanizada en la que es de obligado cumplimiento, por ejemplo, ofrecer siempre una imagen bella y alegre, es como si estuviésemos destinados a ser felices de modo permanente. En nuestro mundo está muy mal vista la tristeza o la enfermedad… No está permitido mostrarnos vulnerables. Eso es antinatural y creo que la poesía puede ayudar mucho a derribar esas fachadas.
¿Tu pasión y saber musical son ayuda a la hora de escribir?
Yo diría que sí. La música está presente en todo lo que escribo inevitablemente. Dicen que mi poesía es muy musical y estoy segura de que así es porque no concibo la existencia de un verso que pueda carecer de ritmo. Sin música no hay poesía. Y yo tengo la suerte de trabajar en música todos los días. Y con la prosa pasa algo parecido, la sintaxis cuando tiene una función literaria, no sólo referencial, debe tener su musicalidad. No es tanto lo que se dice sino cómo se dice. La fonética tiene valor en sí misma, convierte palabras cotidianas en belleza al entrelazarlas de un modo especial. Otra manía que tengo, o costumbre o sello de la casa, podría decirse, es que en mis novelas cada capítulo suele llevar el título de una canción. Son historias con banda sonora, tienen su propia guía de audición incluida que son las canciones que he escuchado mientras escribo ciertas páginas. Creo que la música intensifica muchas de esas escenas que el lector está leyendo, como sucede en el cine.
¿Tiene nombre el paraíso?, ¿y el infierno?
El paraíso son esos pequeños grandes momentos de la vida que uno disfruta sin darse apenas cuenta, aquellas pequeñas cosas que diría Serrat, un Tiempo de Cerezas o de Rosas que en ocasiones tiene nombre propio, como para ti y para mí podría ser “Paraíso Felechas”, el escenario donde cada verano hemos vuelto por un día a ser felices. Los paraísos son tan frágiles y efímeros como mágicos y escurridizos.
El infierno, por desgracia, también forma parte del juego, es la ausencia del amor, el dolor que está presente en forma de hambre, desasosiego, muerte y olvido. El infierno vive a nuestro lado todos los días.
¿La escritura, la poesía, son goce, dolor o resistencia?
Goce, seguro. Yo disfruto mucho escribiendo, si fuese un acto doloroso no lo haría, me dedicaría a otra cosa. No identifico el dolor con el acto de crear, sí la condición terapéutica de exprimir ese dolor mientras escribes, hacerlo salir desde las entrañas al papel. Una vez escritas, las heridas duelen menos. Resistencia desde luego. Escribir es una forma de rebelarse ante la injusticia, la desigualdad, el materialismo o la pobreza. No es que la literatura tenga que convertirse en un panfleto político o un ideario pero como decía Celaya, la poesía es un arma cargada de futuro. En un país cuyos gobernantes demuestran ser mediocres e insensibles, la poesía debe despertar conciencias pero que se preparen nuestros políticos porque España goza de muy buena salud poética.
¿Una recomendación a los escritores noveles?
Cuando pienso en la ilusión que me hacía ver publicado mi primer poemario me siento etimológicamente ilusa. Ahora mismo no lo publicaría por nada del mundo. La palabra impresa es imperecedera, por eso es bueno corregir sin prisas, no precipitarse, aquí no importa llegar el primero sino saber llegar. Leer mucho, escuchar, ser críticos y no tener miedo a volver a empezar. Si la publicación ha de llegar, lo hará cuando menos te lo esperas. No importa si a tu alrededor hay muchos autores publicando un libro tras otro y tú te sientes raro porque tu obra aún no ha visto la luz. También les diría que escojan muy bien a sus editores, que no se lancen a autoediciones ruinosas, no merece la pena. Todos sabemos que escribir no proporciona muchos beneficios pero tampoco es cuestión dejarse estafar por ver tu libro en un escaparate.
¿Se aprende algo leyendo, escuchando poesía?
Leyendo se aprende casi todo. Es imprescindible leer y leer mucho si quieres escribir medianamente bien. Luego también está esa facultad de ser receptivos a los estímulos que proporciona el mundo, la sensibilidad, que aunque se alimenta de la genética, también puede desarrollarse.
Escuchar es un acto de aprendizaje en sí mismo. El silencio propio es un gran maestro.
¿Leer, además de una habilidad cognitiva, puede ser un arte?
Sí, desde luego. Hay poetas cuya obra no es gran cosa pero al leerla, el poema cambia y dice mucho. Y viceversa, grandes poetas que escriben muy bien pero que a la hora de recitar su poesía no saben transmitirla de forma adecuada. Lo ideal sería escribir y leer bien nuestra propia obra.
Es difícil, como todo arte, requiere su talento y su entrenamiento.
Por último, ¿nos regalas un verso, un pequeño poema para mejor afrontar este “vivir con la ilusión encadenada”?
Os dejo un fragmento de uno de mis últimos poemas, “El paciente inglés” inspirado en la película homónima de Anthony Minghella y la novela de Michael Ondaatje:
“Seamos polvo, cenizas, huesos rotos,
corazones de vuelo interminable
hasta llegar al Palacio de los Vientos.
Si existe algo capaz de vencer a la muerte
es todo aquello que tu cuerpo y el mío
crearon para decirle al mundo
que dos amantes solos
pueden justificar el universo.”
Apenas recobrado de la hermosura oída, apenas vuelto a la realidad de esta ciudad entre ríos, me disponía a decirle a Marta lo mucho que me encantaría, un día, con ella “bailar en medio de “una” (esta, sic) niebla espesa”, cuando atisbando un viajero a Ítaca, sentí llegada la hora de regresar silencioso y aplicado a mis mundos imaginarios pues ya la plaza con él cruzaban mis reales maestros, los príncipes Carmencita y Alejandro. Además para bailar, a pleno sol o a aguacero abierto, todos sabemos que: siempre nos quedará Felechas.
Juanmaría G. Campal
MARTA MUÑIZ RUEDA - RESEÑA BIOBIBLIOGRÁFICA
Marta Muñiz Rueda nació en Gijón, Asturias, el 24 de diciembre de 1970.
Es licenciada en Filología Hispánica-Literatura, por la Universidad de Oviedo y profesora titulada en Música (piano) por los Conservatorios de Gijón y León.
Ganadora del primer premio “ESENCIA DE MUJER”, poesía, en marzo del 2015, certamen que organiza el Ayuntamiento de Astorga desde la Concejalía de Igualdad y Bienestar Social.
Ganadora del II Certamen de Poesía Lord Byron (Avilés) en octubre de 2015.
Finalista del Certamen de Relatos Vigo Histórico 2015, por su relato “Antía y Abdou”, publicado por la Editorial Elvira en su colección “Relatos na rúa”.
Publicó en marzo de 2015 su libro de poemas “El otoño es nuestro”, con prólogo del escritor Juan María García Campal en la colección “Tres voces, tres mundos II”, Ed. Csed.
En enero de 2016 se publica bajo el sello Piediciones, su primer libro de relatos: “13 Cuentos Dementes para Mentes Insomnes”.
Ha publicado poemas en las revistas “Pausas Forum” (Universidad de Oviedo), “Palavras contra el balium’10”, “La Curuja”, “Chispas de poesía”, “Maremágnum”.
Publicaciones colectivas: “Mujer” (proyecto contra la violencia de género), “Sagrado invierno” (Antología poética no venal coordinada por el poeta Luis Carnicero), “Poemas por vidas” (en favor de los refugiados y los socorristas del Egeo), “15 autores, 24 horas” (Artesana Ediciones), miscelánea que reúne la experiencia de un encierro colectivo de escritores, “Ágora de la Poesía- Antología” (Ed. LápizCero) y “Cuento Cuentos Contigo” (Piediciones 2016).
Es autora de los poemarios “De pétalo y de rosa”, “Tú, yo, la lluvia” (inéditos). Actualmente escribe su segunda novela: “Los días impares” y tiene prevista la publicación de la primera: “Tiempo de Cerezas”.
Participante asidua de eventos poéticos y literarios como “El Pasquín Poético”, “Ágora de la Poesía”, “L’Ékole Poetique”, “Cuento Cuentos Contigo”, “VII Recital en el Hayedo de Busmayor”, “VI Encuentro Poético en Noceda del Bierzo”, invitada ponente en el ciclo de narrativa “En otoño, narradores” en la Biblioteca Río Órbigo (diciembre de 2015) y en Tardes Literarias de Bembibre (marzo 2016), así como ponente del último ciclo de conferencias del Club de Prensa del Diario La Nueva España en Gijón el pasado día 30 de junio de 2016.