Partidos políticos y medios de comunicación amplifican de forma coordinada las pequeñas miserias del Partido Popular con el objetivo claro de impedir una posible investidura de Mariano Rajoy.
Rita Barberá y el caso Soria son los dardos que, en el totum revolutum de una agitación de manual, protagonizan la actualidad.
Siendo esta agitación de claro signo marxista, aunque muchos de sus protagonistas no sean conscientes, sorprende la rápida subida a ese carro de Albert Rivera que, una vez más, descoloca a gran parte de sus votantes.
La Crítica / Redacción / 14 Septiembre 2016
Rita Barberá: fuera; el ex ministro Soria: fuera. Aun sacrificando la presunción de inocencia protegida por nuestra Constitución.
Pero es muy dudosa la eficacia de estas campañas, como la pequeña historia de nuestra democracia nos muestra una y otra vez. La sociedad española no carece de memoria y sabe que de las corruptelas del régimen franquista e incluso de la UCD, la Corrupción con mayúsculas entra en España de la mano del PSOE en el mismo instante en que toca poder, en 1979 y en el ámbito de los ayuntamientos, para asentarse de forma definitiva a partir de 1982 con la histórica victoria del cambio de Felipe González. Y prácticamente la totalidad de los partidos políticos, en mayor o menor grado, han seguido los pasos de esa senda tan bien trazada.
La sociedad española lo sabe y es consciente de que, como consecuencia de la revolución digital, la repercusión social de los hechos hoy es bien diferente a la del reciente pasado, sin que por ello haya de cambiar su perfil ético. De ahí la ineficacia de las campañas de agitación.