Entre el 1 y el 8 de Enero de 1780 dos futuros presidentes federales de los Estados Unidos de América, concretamente el segundo (John Adams) y el sexto (su hijo John Quincy Adams), atravesaron el viejo Reino de León acompañados de sus secretarios, criados y los arrieros contratados (éstos probablemente maragatos), en un accidentado y curioso viaje en dos coches de postas por tierras españolas, que había comenzado con su desembarco en El Ferrol el 8 de Diciembre de 1779 y concluiría con su llegada a la villa francesa de San Juan de Luz el 17 de Enero de 1780.
Las primeras noticias acerca de este poco conocido episodio de las biografías de sendos futuros presidentes aparecen en el periódico La Gaceta de Madrid del 24 de Diciembre de 1779, que ya informaba de la llegada de los ilustres viajeros norteamericanos a El Ferrol y su intención de dirigirse a Francia a través de nuestras tierras. Asimismo está especial y ampliamente relatado en la correspondencia oficial y privada junto a otros escritos de John Adams, The Adams Papers, edición de L. H. Butterfield, en los volúmenes 2 (Diary, 1771-1781, páginas 404-433) y 4 (Autobiography, 1777-178, páginas 193-238), The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1961.
Por lo que respecta a las tierras de su recorrido, desde Galicia –a través de León y Castilla- hasta el País Vasco, nunca más en la historia posterior hasta el presente fueron visitadas por personajes tan ilustres de la política norteamericana. Es decir, ningún otro presidente de los Estados Unidos las ha vuelto a recorrer. John Jay, que había sido presidente confederal del Congreso Continental, es decir “Jefe de Estado” de la nueva nación independiente entre 1778-1779, será a continuación el primer embajador de los Estados Unidos residente en la Corte de Madrid, a donde llegó tras desembarcar en Cádiz, entre 1780 y 1782. Teddy Roosevelt viajó discretamente a Madrid, siendo ya ex presidente, para asistir a la boda de su hijo Kermit con Belle Willard, hija del embajador norteamericano en España, en Junio de 1914.
Jack Kennedy y Bill Clinton visitaron otras partes de nuestro país (el primero probablemente solo la frontera en Irún) antes de ser presidentes. Visitarán oficialmente España como presidentes Dwight Eisenhower, Richard Nixon, Gerald Ford, James Carter, Ronald Reagan, George Bush Sr., William Clinton y George Bush Jr. (6 republicanos y sólo 2 demócratas). Por supuesto, el trayecto de los Adams no estuvo nunca previsto en ninguna de tales visitas presidenciales. Por otra parte, el presidente Obama rechazó las reiteradas invitaciones del presidente Rodríguez Zapatero, que hubiera sido el hombre más feliz del mundo llevando al americano a León como guinda de una ilusoria cumbre “planetaria”.
El objeto de este artículo es recordar las memorias de John Adams durante el itinerario leonés de este curioso viaje en diligencia por la España de Carlos III y Floridablanca. Curiosidad diría antropológica por las observaciones del propio autor acerca del paisaje, las costumbres y los tipos humanos, y asimismo interesante por las implicaciones históricas y políticas que podemos intuir de sus agudas reflexiones.
En 1779, recién incorporada España a la alianza franco-americana contra Inglaterra, por iniciativa del “primer ministro” Conde de Floridablanca, y siendo Samuel Huntington presidente del Congreso de los Estados Unidos de América, es decir, Jefe del nuevo Estado independiente bajo la forma de la Confederación, se nombra al “Honorable John Adams, Esq.” ministro plenipotenciario para negociar el Tratado de Paz en Paris, que el 13 de Noviembre de 1779 se embarca en el puerto de Boston en la fragata Le Sensible con destino a Europa. Le acompañan seis personas: Mr. Dana, secretario de la delegación y Chargé D´Affaires; Mr. Thaxter, secretario privado de John Adams; John Quincy Adams y Charles Adams, sus hijos, respectivamente de doce y nueve años; y dos criados, “one servant for me and another for Mr. Dana” ( The Adams Papers, vol. 4, página 191). El 7 de Diciembre de 1779, tras haber sufrido una importante avería en el barco, “Alrededor de las once de la mañana descubrimos tierra. Dos grandes montañas…tres cabos, Finisterre, Tortantes y Veillane… (y al día siguiente, 8 de Diciembre) llegamos al Ferrol” (Idem, página 193). En su diario especificará: “1779, 5 de Diciembre, Domingo: Sorprendidos de estar a unas 100 leguas de Ferrol o Coruña… La vía de agua en la fragata que ha tenido a dos bombas constantemente funcionando ha obligado al capitán a decidir que desembarquemos en España… 7 de Diciembre, Martes: Alrededor de las once en punto descubrimos tierra –dos grandes montañas… pasamos tres cabos, Finisterre, Toriñana y Villano. 8 de Diciembre, Miércoles: Llegamos a Ferrol… Visitamos al General español Don José San Vicente.” (Diary, vol.2, páginas 203-204).
Desde el pasado Junio del mismo año 1779, España se había comprometido oficialmente con Francia, en virtud de los Pactos de Familia, en la guerra contra Gran Bretaña y en el apoyo a los independentistas americanos. John Adams, como embajador plenipotenciario de la rebelión anti-británica, tomaba contacto por primera vez en la ciudad portuaria de El Ferrol con un jefe militar de la nación aliada.
El grupo viajero de los Adams dejaron Galicia, tras una noche de descanso en Betanzos, y atravesaron el viejo Reino de León (según la denominada Nomenclatura Floridablanca), con paradas para pernoctar en Villafranca, Ponferrada, Bembibre, Astorga, León y Sahagún, antes de dirigirse a Burgos, Bilbao, San Juan de Luz, y finalmente llegar a Paris.
No pretendo descubrir mediterráneos, es decir, no trato de “descubrir” el viaje por España y el paso por Astorga de los Adams. Más de dos siglos antes, como he señalado, La Gaceta de Madrid del 24 de Diciembre de 1779 ya lo había hecho. Desde 1779 las referencias a dicho viaje han sido conocidas y publicadas en un buen número de obras, libros y artículos, tanto en los Estados Unidos como en España, y particularmente en la abultada bibliografía biográfica sobre los Adams: J. Morse (1884), J. Truslow Adams (1933), G. Chinard (1933), C. D. Bown (1950), L. H. Butterfield (1961), P. Smith (1962), E. Handler (1964), Z. Haraszti (1964), J. Howe (1966), M. Hecht (1972), R. A. Brown (1975), L. H. Butterfield (1975), F. Russell (1976), y P. Shaw (1977), son sólo una muestra de libros publicados antes de 1978 (cuando un periodista en Astorga lo recordó), en los que se hace referencia al viaje y a Astorga. Entre los autores recientes, por ejemplo, baste citar al reputado biógrafo David McCullough, en su famosísima obra John Adams (Simon & Schuster, New York, 2001, página 230), que menciona por supuesto a Astorga -aunque no a León- en el viaje por España del ilustre personaje.
Mi investigación estaba interesada concretamente en la parte correspondiente al itinerario leonés según se reflejaba en los diarios y la autobiografía de John Adams, que hasta la fecha –que yo sepa- no han sido traducidos al español o analizados en detalle. En Astorga descansaron tres días en una posada aparentemente ubicada en la calle de Postas, en el centro de la vieja ciudad, a mitad de camino entre la Catedral y el Ayuntamiento. Averigüé, como dato anecdótico de cierto interés (especialmente para un grupo de amigos astorganos, interesados en que se reanudara en 2006 el mercado semanal de los martes en la Plaza Mayor), que precisamente los Adams y compañía estuvieron en Astorga los días 3, 4 y 5 de Enero de 1780, y que el primer martes del año (el día 4) visitaron las Murallas, la Catedral, el Ayuntamiento, y observaron con enorme curiosidad, en la Plaza Mayor de la ciudad, el mercado tradicional de verduras y otros productos de la región, y asimismo los personajes de la comarca (campesinos, maragatos y maragatas con sus trajes típicos) que allí concurrían.
Aunque John Adams escribió comentarios no siempre amables sobre los españoles y sus costumbres, con Astorga hizo una excepción, alabando la limpieza de la posada, la gastronomía local, y el arte de la ciudad (con grandes alabanzas de la Catedral, que –extrañamente- le impresionó más que la de León, mencionando el hecho que faltaba una torre a causa del célebre terremoto de Lisboa en 1755). Es fácil imaginar que el profundo pensador político calvinista John Adams tuviera un momento de meditación filosófica –como anteriormente tuvieron Voltaire y Kant- ante el colosal desastre humano y material que había alcanzado al gran templo de Astorga.