Manuel Pastor Martínez

EL TERROR TOTALITARIO Y LA CHEKA (Chequismo en España 1936: el caso de los hermanos Osorio)

Manuel Pastor Martínez | Miércoles 10 de febrero de 2016
Con la muerte de los hermanos Osorio quedó truncada la línea sucesoria de varonía en su familia y heredó los títulos nobiliarios su hermana María del Perpetuo Socorro, que asimismo heredaría de sus padres el título de marquesa de Astorga...

Aunque existen otras formas de totalitarismo y de terror, el siglo XX se caracterizó principalmente por el modelo comunista soviético, imitado posteriormente por todos los partidos comunistas de la Komintern y por su gran rival/competidor el Nacional-Socialismo alemán. Éste, afortunadamente, fue destruido militarmente en la Segunda Guerra Mundial. El primero se consolidó durante décadas en la Unión Soviética hasta su propia “implosión” o colapso, pero sobrevive, modificado y con limitaciones (en China, Corea del Norte, Cuba, Vietnam, Laos…), e imitado en otros países “socialistas” del Tercer Mundo, no definidos oficialmente como comunistas pero con pulsión totalitaria.

Mi maestro Stanley G. Payne, prestigioso hispanista y gran experto en fascismo, apunta en su obra La Europa revolucionaria (2011) a un modelo precedente que surge en Turquía con el régimen de los Jóvenes Turcos (1908) y que reúne los ingredientes del terror totalitario, el partido único y su propia cheka, la Teshkilat, incluido el infame genocidio de la comunidad armenia (1915-16) con un número aproximado –según diferentes cálculos- entre un millón y un millón y medio de víctimas. Hubo antes, señala el profesor Payne, “episodios incipientes de genocidio registrado entre 1894 y 1909, en los que más de 200.000 armenios fueron masacrados durante el primer gran estallido de violencia yihadista del siglo XX”. En la segunda mitad del mismo siglo hemos sido testigos del surgimiento de formas diversas del totalitarismo islamista (incluso enfrentadas entre sí, siguiendo la tradicional rivalidad sunnita/chiita y de las diversas sectas), a partir de la revolución de Jomeini en Irán, cuya ideología un año antes ya fue calificada como “le fascisme islamique” o “islamofascismo”, término acuñado por el marxista francés Maxime Rodinson en 1978 (M. Pastor, “A propósito del término islamofascismo”, La Ilustración Liberal, Madrid, 2007). La invocación aparentemente delirante del comunista francés convertido al Islam, Roger Garaudy (“Vamos hacia la Revolución con el Corán en una mano y el Capital en la otra”) era premonitoria. Sostenía yo en el citado artículo que se trataba de un nuevo totalitarismo, de fundamento teocrático con su concomitante terror, que en algunos casos promueve el yijadismo. Me complace constatar que el gran experto en el totalitarismo soviético, Richard Pipes, coincide con esta calificación (“A Cold Warrior at Peace”, The Wall Street Journal, August 20, 2011). Pese a mis objeciones al término “islamofascismo”, parece que se ha consolidado gracias a muchos autores que lo han seguido usando, particularmente David Horowitz (Islamo-Fascism and the War against the Jews, Los Angeles, 2014, volumen que reúne artículos suyos desde 2007).

Pero volvamos al modelo original y paradigmático del comunismo soviético. Ya recordé la paternidad teórico-ideológica de Lenin al proponer un tipo nuevo de Partido revolucionario que eventualmente se impondría al Estado (M. Pastor, “El Siglo del Totalitarismo”, La Crítica, León, Enero 2016). Su implementación práctica se iniciará también en el período 1917-19, principalmente gracias a la Cheka y el terror sistemático, combinando los asesinatos masivos y el Gulag (la idea de Parvus-Trotsky de la “Revolución permanente” será sustituida por la práctica de Lenin-Stalin del Terror permanente, práctica que por otra parte también asumiría Trotsky: véase su panfleto ideológico Terrorismo y Comunismo. Anti-Kautsky, 1920).

En mi ensayo “Memoria histórica: las víctimas del comunismo” (Cuadernos de pensamiento político, 17, Madrid, 2008) hacía un balance aproximado, a partir de las obras de investigación de R. J. Rummel, de L. Edwards y de S. Courtois et al., con informaciones más recientes, proponiendo una cifra en torno a los 110-112 millones de víctimas. Señalaba, asimismo, el asesinato por la Cheka de la familia imperial rusa (el Zar, la Zarina, sus hijos: el Zarévich y las cuatro Grandes Duquesas) junto a otros grandes duques y duquesas, miembros de la misma dinastía Romanov, precedidos todos por la ejecución en Junio de 1918 del Gran Duque Miguel -hermano del Zar y brevemente su heredero tras la abdicación forzada de Nicolás II en 1917- asesinados brutalmente en compañía de otros príncipes, sus ayudantes, damas y sirvientes, durante 1918-19, en un número cercano al medio centenar.

De acuerdo con el gran historiador de Harvard antes mencionado, Richard Pipes, la masacre de la familia del Zar el 17 de Julio de 1918 marcaba el inicio del terror totalitario comunista. Según mis indagaciones, pudo ser el propio Stalin quien tomó la decisión, como comisario de las nacionalidades (controlando el Soviet de los Urales) y supervisor de la Cheka (provisionalmente dirigida por Martyn Latsis, tras el asesinato del embajador alemán conde Wilhelm Mirbach y la revuelta anti-comunista de los social-revolucionarios, que motivaría la destitución temporal de Felix Dzerzhinsky entre el 8 de Julio y el 22 de Agosto de 1918), presentando a Lenin y al resto del Politburó los hechos consumados.

Sobre la historia y métodos de la Cheka/GPU/NKVD/KGB disponemos hoy de una importante bibliografía, entre la que destacamos las obras de John Barron (1974, 1984, 1988, 1996), George Leggett (1981), Christopher Andrew & Oleg Gordievsky (1990), y Christopher Andrew & Vasili Mitrokhin (1999, 2000, 2005).

Chequismo en España 1936

En los últimos años se han publicado importantes estudios acerca del chequismo en España, coincidiendo con el hundimiento de la Monarquía liberal de Alfonso XIII y la irrupción de un movimiento revolucionario anarquista-comunista-socialista, que culminó en la Segunda República, el Frente Popular y la Guerra Civil (1931-39). Destaquemos las obras de César Vidal (Las Checas de Madrid, Barcelona, 2003, y Paracuellos-Katyn, Madrid, 2005), de José Francisco Guijarro (Persecución religiosa y Guerra Civil. La Iglesia en Madrid, 1936-1939, Madrid, 2006), de Ángel David Martín Rubio (La Cruz, el perdón y la gloria. La persecución religiosa en España durante la II República y la Guerra Civil, Madrid, 2007), de José Javier Esparza (El Terror Rojo en España, Madrid, 2007, y El libro negro de Carrillo, Madrid, 2010), de Vicente Cárcel Ortí, Caídos, víctimas y mártires. La Iglesia y la Hecatombe de 1936 (Madrid, 2008), de Santiago Mata (El Holocausto Católico, Madrid, 2013), de Julius Ruiz (El Terror Rojo, Madrid, 2012, y Paracuellos. Una verdad incómoda, Madrid, 2015), etc., sin olvidar la reedición por J.M.M. Valdueza del importante y “difícil” libro, según el editor, Causa General. Ministerio de Justicia 1943. La dominación roja en España (Akrón, Astorga, 2008). Obras sobre el terror en la Guerra Civil española como las de Ian Gibson, Paul Preston, Santos Juliá, Alberto Reig Tapia y otros, ideológicamente muy sesgadas, son perfectamente prescindibles.

El caso de los hermanos Osorio es ilustrativo de los métodos chequistas en España que acompañaron al terror totalitario del Frente Popular en 1936. Lo destacamos aquí por ser miembros de un linaje vinculado a la historia del viejo reino de León y de la ciudad de Astorga. Los antepasados de los Osorio fueron condes de diferentes titularidades en la monarquía leonesa, y desde el siglo XV marqueses de Astorga. Uno de ellos, don Vicente Osorio de Moscoso y Álvarez de Toledo, incluso llegó a ser Jefe del Estado español, como presidente (tras la muerte del conde de Floridablanca) de la patriótica Junta Central, por ausencia del Rey durante la Guerra de Independencia.

El martirio y asesinato de los tres hermanos Osorio, los jóvenes Gerardo, Javier, y Ramón (33, 31 y 26 años respectivamente) fue un caso más en la “Hecatombe” u “Holocausto” del catolicismo en la trágica España de 1936-39, alcanzando un número de víctimas que oscila entre los 6.500-7.250, según autores como C. Bayle (1939), A. Montero (1961), R. Salas Larrazábal (1977), y más de 10.000, como posteriormente han sugerido los historiadores E. Malefakis (1980), J. M. Sánchez (1987), A. Riccardi (2001), C. Vidal (2003), S. G. Payne (certificando éste los datos en sendos prólogos a J. M. Sánchez, 1987 y S. Matas, 2013), o autores recientes antes mencionados, J. F. Guijarro (2006), A. D. Martín Rubio (2006), y V. Cárcel Ortí (2008).

Gerardo, conde de Altamira, Javier, conde de Trastámara, y Ramón, conde de Cabra, eran hijos de los marqueses de Astorga, una familia profundamente católica, conservadora de los valores nacionales sin pertenencia a ningún partido político, cuyo motivo aparente de su detención fue únicamente por haber asistido a Misa. Retenidos durante varios días en una checa madrileña, fueron conducidos a Paracuellos del Jarama, donde serían ejecutados y enterrados en una fosa común el 28 de Noviembre de 1936.

En las páginas 302 y 304 de la edición mencionada de la Causa General se reproduce la fotocopia del documento con la lista de detenidos y posteriormente asesinados procedentes de la checa de San Antón (calle Farmacia, 18, Madrid) en la que figuran los nombres de los hermanos Gerardo, Ramón y Javier (por ese orden, aunque Ramón era el menor) con los apellidos Osorio de Moscoso. Se utiliza el término “evacuados” para titular la relación de 113 personas (todos varones) con la indicación: “Sírvase poner en libertad a los presos que se mencionan en la hoja adjunta y hoja segunda. Madrid 27 de Noviembre de 1936. El delegado de Orden Público (firmado: Serrano Poncela).” El socialista Segundo Serrano Poncela actuaba como director general de Seguridad, bajo las órdenes del Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa, el comunista Santiago Carrillo (dirigente de las Juventudes Socialistas Unificadas). Carrillo, a su vez, actuaba bajo órdenes o “asesoramiento” de un personaje de confianza de Stalin en España, supervisor de las matanzas masivas, el chequista soviético Josif Grigulevich (alias Mask, Felipe, Artur, Teodoro Castro, José Escoy, José Ocampo…), que también participaría en los asesinatos por la NKVD de Andreu Nin (1937) y de León Trotsky (1940), entre otros.

La selección de los presos para ser conducidos a Paracuellos del Jarama, donde serían asesinados, la efectuaba un Consejo presidido por el también comunista Santiago Álvarez, procediendo, aparte de las razones políticas, arbitrariamente, “a capricho, guiados en muchas ocasiones única y exclusivamente por lo ilustre de los apellidos de los detenidos” (Causa General, ob. cit., página 313).

Con la muerte de los hermanos Osorio quedó truncada la línea sucesoria de varonía en su familia y heredó los títulos nobiliarios su hermana María del Perpetuo Socorro, que asimismo heredaría de sus padres el título de marquesa de Astorga (y otros muy importantes, como duquesa de Maqueda, de Sessa, de Santángelo, etc., varios marquesados y condados, con varias Grandezas de España). Al quedar viuda María Astorga ingresó en la orden de las carmelitas descalzas, en el convento de la Encarnación de Ávila, donde por bula papal mantuvo el título de marquesa de Astorga hasta su muerte el 20 de Octubre de 1980.