Como se sabe, para Platón son seis las formas de gobierno, pero únicamente defiende dos de ellas: la monarquía y la aristocracia, puesto que la tiranía es una degradación de la monarquía y la oligarquía lo es de la aristocracia. La democracia, en este caso para Aristóteles, es una forma corrupta de la politeia. No obstante, existe, para Platón, otra forma de gobierno aceptable, la timarquía o timocracia (el gobierno de Esparta que Platón tanto admiraba) y que era un a modo de aristocracia de los que tenían más dinero, más riqueza, pero al que veía un único inconveniente: que prefería los guerreros a los sabios.
Más concretamente, dice del ciudadano que vive en democracia. : “Este sujeto vive gastando por igual en los placeres innecesarios como en los necesarios, lo mismo sea su gasto de dinero, de trabajo o de tiempo… entonces vive igualando sus placeres y dando, como al azar, el mando de sí mismo al primero que cae, hasta que se sacia y lo da a otro, sin desestimar a ninguno, sino nutriéndolos por igual a todos”. (Platón, la República, 561 a.).
Sin embargo, en la actualidad, la democracia se considera la forma de gobierno más aceptable, aunque en algunos países, en los que, por supuesto, no hay tiranía ni dictadura, no obstante los que gobiernan en el terreno político, económico o social, se estén aprovechando de la democracia y adulterando su funcionamiento.
Ahora bien, aún en el peor de los casos, uno de los derechos y obligaciones del ciudadano es el voto. Es lo mínimo que se le pide a un ciudadano que quiere vivir en democracia. La excusa de que no le gusta o no se siente representado por ninguna de las opciones políticas, no sólo no es óbice para cumplir su obligación y ejercer su derecho al voto, sino todo lo contrario.
Afirman los que saben de estas cosas, que el voto que más hace pensar a los que gobiernan en una democracia es el voto en blanco. En efecto, el ciudadano que vota n blanco es aquél que conoce todas las opciones o partidos políticos y los rechaza, pero no se abstiene cómodamente, sino que cumple como ciudadano y se toma la molestia de ir a votar. Estos conocedores del tema aseguran que un tanto por ciento elevado de votos en blanco es lo que más contribuye a modificar ese sistema de ejercicio democrático de los que gobiernan.
¿Qué ocurre en León si se comparan estos dos índices de participación y voto en blanco con los del total de España? En las Elecciones generales del 2008 la participación de los españoles fue del 73,85% y la de León el 74, 67%; los votos en blanco son casi idénticos, la población en general votó en blanco el 1,11% y la de León una centésima menos, 1,10%. En la Elecciones del 2011 la participación de la ciudadanía española fue del 71, 69% y la de León, algo superior, el 71,97%; el voto en blanco ascendió en el conjunto de España al 1,37y en León, al 1,88%. Finalmente, en estas últimas elecciones, en España participó el 73,20% y León, de nuevo, algo superior, el 73, 75%; con relación al voto en blanco, los porcentajes fueron del 0,75% y el 1,01%, respectivamente (no he hecho el cálculo, aunque estas diferencias parezcan mínimas, dado los millones de ciudadanos que las componen, es posible que sean estadísticamente significativas, incluso con un nivel de confianza del 95%).
Por consiguiente, en los índices de participación y voto en blanco, la ciudadanía de León resulta superior a la del conjunto de España, con lo que sigue su tradición, puesto que las Cortes de León de 1188 celebradas en el claustro de la Basílica de San Isidoro de León, han sido reconocidas por la Unesco como «el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo».