Acabó en París con acuerdo “in extremis” el 21º periodo de sesiones sobre el cambio climático (COP21) a la que también podíamos denominar sobre el calentamiento global pues sólo este aspecto se tuvo en cuenta basándose en las teorías de los “calentólogos”. (Ver pdf del Acuerdo en el interior).
Después del fracaso de Copenhague había muchos intereses en juego, miedo al futuro, sobre todo de países en vías de desarrollo y otros que temen acabar inundados si como dicen el nivel del mar va aumentar. Pero sobre todo había mucha ilusión.
Hubo en París otras reuniones paralelas de científicos escépticos y “negacionistas” que no habían sido admitidos a las sesiones oficiales pero aquellas no fueron ni mencionadas en la prensa.
Después de cambiar –a gusto de los americanos- un “deberán” por “deberían” y de alguna cesión de países como China, Brasil y otros de América Latina hubo acuerdo. Pero no se hagan muchas ilusiones. Es un primer paso. Es un acuerdo de buenas intenciones. Falta firmarlo a partir de la primavera del año que viene en la que con seguridad habrá celebraciones y festejos que tal vez no procedían ahora dado lo reciente de los atentados parisinos. Y por supuesto falta implementarlo, que entre en vigor y llevarlo a la práctica con los compromisos de las partes y con las revisiones cada 5 años.
Luces y sombras de un acuerdo “peligroso”
Es un acuerdo que no deja contento a nadie, es poco vinculante, difuso, altamente peligroso por la posibilidad de ser modificado “mutatis mutandis”, es decir, cambiando “lo que haga falta cambiar” de la legislación y reglamentos en futuras reuniones. Veremos lo que esto da de sí pues puede ser la disculpa perfecta para imposiciones futuras difíciles de imaginar hoy día.
Pero lo más peligroso de este tratado es que no contempla y desprecia cualquier variabilidad natural en el calentamiento global, sea la radiación solar, órbita terrestre, volcanes etc. Asume que el hombre puede controlar la temperatura simplemente variando las emisiones de Co2 y otros gases de la quema de combustibles fósiles. Se convierte en dogma lo que hasta ahora era una teoría, una hipótesis preconizada por los científicos del Panel Internacional del Cambio Climático (IPCC). A partir de ahora el científico que no comulgue con estos postulados será considerado hereje y condenado a la hoguera de no ver ni un céntimo de los recursos de investigación de las partes.
Acuerdo importante pero difuso
Pero es un acuerdo al fin y al cabo. Se quiera o no es un gran paso para la humanidad: Es la primera vez que 195 países –en la práctica todo el mundo- se pone de acuerdo sobre algo aunque todavía no esté muy claro el qué. Se supone que es la disminución de la temperatura del globo, antes de fin de siglo –si el Sol nos da su permiso- entre 1.5 y 2 grados Cº con referencia a la época preindustrial de 1880.
Después de un análisis minucioso del documento -y créanlo que hay que tener paciencia para descifrar párrafos como este el 2 del art 16 “2. Las Partes en la Convención que no sean partes en el presente Acuerdo -¿pero no lo aprobaron todos?- podrán participar como observadoras en las deliberaciones de cualquier período de sesiones de la Conferencia de las Partes en calidad de reunión de las Partes en el presente Acuerdo. Cuando la Conferencia de las Partes actúe como reunión de las Partes en el presente Acuerdo, las decisiones en el ámbito del Acuerdo serán adoptadas únicamente por las Partes en el presente Acuerdo.”- cabe preguntarse ¿Y ahora qué? Porque todo el acuerdo es un cúmulo de vaguedades, propósitos y buenas intenciones. Baste decir que en el articulado aparece en 42 ocasiones el “debería” y aunque se marcan plazos para futuras reuniones, no hay compromisos inmediatos claros sobre qué es lo que se tiene que hacer o reducir ni quien tiene que hacerlo, ni tampoco se desprende ningún aspecto punitivo –expresamente se dice que no habrá sanciones- .
Tampoco la fecha de entrada en vigor está clara: “El Tratado entrará en vigor al trigésimo día en que 55 Estados cuyas emisiones de gases estimadas representen un 55% de las mismas hayan depositado sus instrumentos de ratificación, aceptación, aprobación o adhesión”.
Ciertamente se habla de reducir en el futuro las 50 gigatoneladas de CO2 a 40 y de intentar reducir la temperatura del Planeta en 2ºC y preferiblemente 1,5ºC sobre los registros preindustriales, además de tratar de equilibrar el CO2 emitido con el absorbido por los sumideros. Pero esas son -aparte de las fechas futuras que marcarán las sucesivas reuniones- las únicas cifras que aparecen en las 40 páginas del documento.
Acuerdo muy caro
Bueno, Sí que aparece otra cifra. Esa está rotundamente clara: Hay que dotar al proyecto con, como mínimo, cien mil millones de dólares -lo ponemos en letra y no en cifras como aparece en el documento original dado que, como son muchos, es fácil comerse algún cero- cada año a partir de 2020, cantidad que deberá ser aumentada a partir de 2025. No se aclara quienes tendrán que pagar esto ni con cargo a qué, si serán las partes con cargo a sus presupuestos o directamente los ciudadanos vía impuestos especiales o aumentando el importe del sus recibos de factura energética. Tampoco se detalla a donde van a ir destinados esos fondos salvo referencias a que cubrirán los gastos administrativos y de investigación del comité de científicos y que esos fondos serán destinados a países en vías de desarrollo a fin de que puedan adaptar sus estructuras a políticas energéticas menos contaminantes. Es de suponer que algo quedará para estos últimos después de los gastos administrativos.
Pero no son sólo los costos directos de financiación lo más caro. Según los estudiosos -entre ellos Bjorn Lomborg Director del Consejo de Copenhague- se calcula entre 1 y 2 billones de dólares anuales las pérdidas por el empobrecimiento causado al elevar el precio de la energía.
Para los franceses, anfitriones del evento, no será muy gravoso, aunque es de suponer que algo les tocará pagar. Con sus 58 centrales nucleares activas tienen prácticamente cubiertas sus necesidades energéticas. Para España, que casi la mitad de su energía depende todavía del carbón y otros combustibles, será distinto.
Los científicos escépticos no están de acuerdo
Cada vez son menos los científicos que niegan que los gases de origen antropogénico sean los únicos causantes del supuesto calentamiento global. Es normal, las subvenciones y los millones de dólares sólo llegan a los alineados con los postulados del IPCC. Así y todo siguen siendo muchos los que afirman que no existe la más mínima evidencia científica de que los GEI sean los culpables de la supuesta elevación de las temperaturas.
Estos escépticos dicen que todo es una gran mentira a la que se ha llegado “cocinando” informes y falseando datos, en ocasiones con escándalos añadidos como el conocido “climategate” o “watergate climático” del 2009. Como recordarán, posiblemente un espía informático o alguien de dentro, divulgó en las redes correos y cruce de informaciones reconocidos como auténticos que demostraban cómo se amañaban informes para que cuadrasen con los propósitos de los “calentólogos”. En su momento este escándalo se cobró alguna víctima como la dimisión de Phil Jones Director de la Unidad de Investigación Climática (CRU) de la Universidad Británica de East Anglia centro de referencia de los calentólogos.
Acuerdo insuficiente
A los que querían un acuerdo más amplio sobre otros aspectos del clima -y no solo el del calentamiento- les resulta sorprendente que no se mencionen otros factores importantes que están alterando el medio ambiente.
Por ejemplo, no se dice nada acerca de la contaminación de la navegación marítima ni de la aérea responsable de más de un 10 % de las emisiones de CO2. Esta última está, sin tener en cuenta las emisiones, alterando el clima de la tierra e influyendo de manera clara en la radiación solar. Las estelas de condensación de los aviones comerciales- si, esas bellas y bucólicas rayas de los reactores, principalmente formadas por cristales de hielo cuando las condiciones de temperatura son adecuadas- acaban deshilachándose y transformándose en cirros altos que reflejan como espejos más de un 20 % de la radiación solar en rutas muy transitadas.
Es extraño que no se mencione nada de los cambios provocados en el clima por las superpotencias. Hay aspectos como la igualdad y cuestiones de género que aparece hasta 5 veces en el texto (no se entiende muy bien que tiene que ver con el cambio climático) y sin embargo no se mencionan los cambios intencionados que rusos y americanos están causando al clima con proyectos y armas estratégicas ( HAARP y SURA respectivamente) emitiendo más de un millón de vatios de trenes de ondas de radio a las que hacen chocar contra la ionosfera, causando auroras boreales, calentando y alterando las capas altas de la atmósfera, alterando la corriente de chorro y consecuentemente el clima de la tierra. Hubiera sido una ocasión única de prohibir o regular estos experimentos.
No hablemos nada de la deforestación -que solo se menciona de refilón- y de la lucha contra los incendios forestales que ni se menciona
Intereses oscuros
No faltan quienes aseguran que hay intereses no muy claros detrás de estos acuerdos: promoción de energías nucleares antes malditas y hoy hasta vistas con simpatía por grupos ecologistas (no sería de extrañar que cambiaran el “nucleares no gracias” por “nucleares si, por favor” en un futuro próximo); menor dependencia de los países exportadores de petróleo, o simplemente forrarse con los cientos de miles de millones comprometidos.
Los “conspiranoicos” llegan a afirmar que el fin último de todo esto es frenar a los países emergentes provocando una desindustrialización a base de imponer nuevos modelos energéticos tan caros que no sean asumibles ni siquiera con las ayudas prometidas.
¿Se beneficiará en algo el Planeta?
Incluso aunque las teorías de los que sostienen el calentamiento global no fueran ciertas, no cabe duda que al Planeta le vendrá bien un ajuste en las emisiones. No son solo los supuestos gases de efecto invernadero los dañinos. La quema de combustibles fósiles lanza a la atmósfera, además de los GEI, millones de toneladas de monóxido de nitrógeno, dióxido de azufre, mercurio y un sinfín de elementos y productos químicos altamente contaminantes y destructivos de la vida que al final acaban en el mar afectando también al fitoplancton. Aunque solo fuera por esto, el acuerdo de París será un paso importante para el futuro.
¿Cómo nos afecta en León?
Las cuencas mineras del Norte de León y Palencia tienen los días contados con el acuerdo de París. Si ya habían sido heridas de muerte con la normativa restrictiva de la Unión Europea, esto puede ser el remate. El reciente acuerdo de subvención para la quema del carbón nacional son solo cuidados paliativos para un enfermo terminal. No nos queda muy claro si llegará algo de esos cientos de miles de millones de dólares prometidos a los países para cambiar a energías limpias. Es algo que le tocará luchar a nuestros políticos si andan listos cuando llegue el momento.
Conclusión
El calentamiento global está de moda. Y –pásmense- es culpable de casi todo. Lo más peregrino oído últimamente es lo del Príncipe Carlos de Inglaterra quién asegura que “sin duda el calentamiento global está en relación directa con la guerra en Siria” ¿?
Viendo el ímpetu con que los científicos ingleses han luchado por imponer el “dogma” del cambio climático. A la vista de la independencia energética francesa que con sus 58 centrales nucleares podría abastecer de energía a media Europa –no es de extrañar que Hollande se empeñara en que el acuerdo no fracasase-. Y por último considerando que los leoneses vamos a ser uno de los “paganini” del acuerdo, viene bien recordar la tonadilla popular, que después de Trafalgar y poco antes de la invasión napoleónica, cantaba asi:
¿Quién prevalece en la guerra?
-Inglaterra
¿A quién se ofende y se daña?
-A España
¿Y quién saca la ganancia?
-Francia