En esta jornada electoral no se han trastocado apenas las expectativas generadas por la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, y, en cambio, se han alterado las previsiones de los sondeos de los medios de difusión, incluso los de la misma jornada electoral, alterándose en parte modelos estadísticos aplicados los días previos, caso, entre otros, del periódico digital www.elespanol.com: “el PP lograría entre 109 y 131 diputados, el PSOE alrededor de 80, Ciudadanos entre 56 y 71, y Podemos entre 44 y 63... aunque es obligado señalar la incertidumbre de una predicción de este tipo”. El hecho de que por ley electoral el último día hábil de publicación de sondeos fuese el 14 de diciembre, provocó que las previsiones no se ajustaran a lo que serían los resultados, si bien se podía observar hace tiempo que había en liza cuatro partidos de ámbito estatal, dos tradicionales y dos emergentes, como también se observaba en los últimos sondeos la tendencia a la baja de Ciudadanos y al alza de Podemos, como así ha ocurrido.
A escala del territorio de España, los resultados consultados en www.elecciones.mir.es nos aportan que la abstención ha sido menor (26,32%), con algunas diferencias por regiones de más baja abstención en Madrid (22,5) y Comunidad Valenciana (23,42) y más alta en País Vasco (28,55) o en Cataluña (29,02). Igualmente, la asignación de escaños al Congreso se ha distribuido ahora entre diez partidos y coaliciones, uno más que en las anteriores de 2011, pero lo más notorio ha sido que de dos partidos dominantes (bipartidismo, PP, PSOE) se ha pasado ahora a tres partidos y una coalición (PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos) en la mayoría de las provincias.
El panorama político ha dado un vuelco en los comicios hacia el pluripartidismo, caracterizado, en primer término, por un ganador que de tener mayoría absoluta de 186 escaños pasa a una “mayoría minoritaria” de 123; en segundo término, el “partido de la oposición” es ahora más discutido al acercarse a su cota de poder los dos partidos emergentes, quedando más bien como “minoría mayoritaria”; en tercer término, las dos primeras fuerzas políticas necesitarán apoyos de diputados de uno u otro color para formar gobierno y participar en la labor parlamentaria con los votos al menos de la tercera y/o la cuarta fuerza y, llegado el caso, aún de los partidos nacionalistas catalán y vasco; y en cuarto término, la coalición de Podemos con En Marea (Galicia), Compromís (Valencia), En Comú (Cataluña) se convierte de hecho en un híbrido de ideología radical y nacionalista que va presumiblemente a complicar más las posibilidades de gobiernos estables de un signo y otro.
Así y todo, los colores de las dos fuerzas mayoritarias de PP y PSOE resisten aún en la imagen gráfica por demarcaciones (municipal, autonómica y provincial), pero el mapa político resultante de los comicios ha dado al traste con el orden tradicional de los distritos electorales de aquellas provincias con al menos cinco escaños, es decir, donde se encuentran las mayores densidades demográficas y hay presencia de ciudades grandes y medias, graneros de los nuevos partidos emergentes.
Para concretar más el nuevo panorama, veamos las posiciones de las fuerzas emergentes en algunas Comunidades: En el caso del País Vasco, uno de los territorios más urbanizados, el voto se distribuye entre cinco fuerzas electorales, donde Podemos se mete en cuña entre PNV y PSOE, 3, fagocitando de paso a Bildu, mientras que Ciudadanos se relega a un sexto puesto tras PP y con un porcentaje exigüo de voto del 4,0%. Asimismo, está repetido en Navarra el segundo puesto de Podemos y la escasa presencia de Ciudadanos. En Galicia, En Marea-Podemos retiene el segundo puesto en votos tras el PP y empata a 6 escaños con PSOE, manteniendo Ciudadanos 1 escaño y un 9,0% del voto total. En la Comunidad Valenciana, Compromís-Podemos alcanza igualmente el segundo puesto tras PP, superando a PSOE y a Ciudadanos, con 15,8 % del voto de la región. Por último, en Cataluña En Comú Podem, mantiene un primer puesto, destacando sobre el resto de partidos y donde Ciudadanos resta en quinto lugar. Por último, en la Comunidad de Madrid, Podemos se alza al segundo puesto, tras PP, y se destaca del tercero en liza, Ciudadanos, que mantiene un 18,8% del voto, por encima de PSOE y Unidad Popular.
En cambio, Castilla y León se confirma a diferencia de las regiones anteriores como prototipo de Comunidad pluriprovincial donde resiste el bipartidismo, con un primer puesto destacado de PP, pero donde también se perfilan en tercer y cuarto puesto, con 3 escaños en cada caso Ciudadanos (Valladolid, Salamanca, León) y Podemos (Valladolid, Burgos, León) y en torno a un 15% de votantes. Valladolid y León participan del mismo número de cinco escaños y su distribución correlativa de 2 PP + 1 PSOE +1 Podemos +1 Ciudadanos con las provincias de Cantabria y Castellón.
En particular, en la provincia de León ha estado muy reñido el escaño de Ciudadanos con el segundo frustrado de PSOE, en caso de confirmarse en los resultados definitivos. A la vez que el porcentaje de votos asignado a los partidos emergentes se altera en buena medida, dependiendo si se trata de municipios rurales o municipios urbanos. En este caso, los partidos emergentes levantan el vuelo y alcanzan porcentajes de voto más elevados que la media provincial, en particular en Ponferrada (Podemos, con el 24,3% del voto). Mientras que Ciudadanos, es preciso anotarlo, mantiene aquí el porcentaje de votos más bajo –con Zamora- entre las provincias de la región castellano-leonesa, pero a pesar de los problemas habidos en su candidatura la marca C’s ha tirado especialmente para obtener el “disputado quinto escaño” de la provincia, con votantes procedentes de diversas formaciones en anteriores comicios (UPyD, UPL, PP, PSOE) además de sus votantes iniciales.
Una lectura del día después de los comicios nos aproxima así al nuevo mapa electoral español, en buena medida diferente al de las vísperas, pero que aventura dar muchos quiebros a lo largo de próximas semanas y que de no desembocar en la formación de nuevo gobierno abocaría en tres meses a nuevas elecciones, horizonte que temen todos los partidos salvo quizá uno de los emergentes, Podemos.