Uno de los autores leoneses que, aparte de su habitual presencia en los medios de comunicación como opinador u opinante, viene participando en numerosas actividades literarias de las que actualmente se desarrollan en León al margen de los circuitos oficiales. Él es Juanmaría G. Campal y nos recibe, amigable y sonriente, junto a sus gatos, en su casa, en su estudio-biblioteca.
¿A qué cree que se debe esta efervescencia literaria, poética, que actualmente se da en León?
Creo que fue Miguel de Cervantes quien dijo: “El año que es abundante en poesía, suele serlo de hambre” y Carmen Conde quien, de alguna manera, siglos después, apostilló: “La poesía es el sentimiento que le sobra al corazón y te sale por la mano”. Piénsese un poco en estos años de derribo de todo lo construido por la sociedad para bien estar de la mayoría y quizá encontremos una explicación al fenómeno. Las personas, mayores y jóvenes, tienen ganas de decir y el poder ha tenido y tiene mucha suerte de que haya sido y sea poéticamente.
¿Desde cuando participa en ella y por qué?
Hace poco más de dos años. Rompí la timidez a leer en público en Candás, en las Jornadas Mar Adentro, animado por Ana Galán, una amiga y gran poeta de Madrid, después, aquí en León, de la mano de José Luis Campal y Felipe J. Piñeiro. Aún recuerdo como temblaba las primeras veces en que leí en el Ágora de la Poesía, en que más de una vez algún compañero –recuerdo a Toño Morala- me tuvo que sujetar el papel. Bueno, aún tiemblo cada vez que he de leer en público, sobre todo, si lo leído es de mi cosecha. No obstante, lo importante no soy yo, un caso aislado, son las decenas de personas de varia edad, sexo, estado y condición que en ellas participan, es la libertad y necesidad de comunicar literariamente.
¿Qué echa de menos entre tanta actividad poética, literaria, qué cambiaría o mejoraría?
De menos, quizá un poco más de franqueza, de tolerancia, de humildad, de diálogo; de más, un sinsentido sectarismo, una insana preocupación por la adscripción a grupos o capillas. No entender que a muchos nos gusta ir, porque así venimos, a nuestro propio aire. Cambiar y mejorar, con cambiarme a mí mismo e intentar mejorar mi escritura cada día ya tengo bastante. Por eso últimamente estoy pensando muy seriamente en regresar a mi cueva, desaparecer de tanta actividad pública. Sobre todo, porque de seguir en ella, me veré obligado a iniciar estudios de teología; cada vez se encuentra uno con más pequeños dioses por doquier. La mirada del espíritu crítico no debe ser sólo dirigida al exterior. A veces, es mucho más fructífera dirigida al interior. Al menos para mí, no estoy tratando de pontificar.
Una de las últimas actividades en que ha participado ha sido el Encierro creativo de escritores 15 autores / 24 horas, celebrado en el Café Ristán de la mano de Aller & Jular, ¿cómo se sintió en él?, ¿le sirvió, como escritor, para algo?
Sentir, me sentí genial. Todos los participantes eran amigos o conocidos. El ambiente fue bueno y respetuoso con las “manías” de cada uno. Para mí fue muy enriquecedor aun cuando yo me encontraba muy afectado, determinado, por los dolorosos atentados de París. También fue muy esclarecedor en lo personal. Me vino a confirmar que, por más que lo intente, al menos para escribir, que no sólo, me encuentro mejor en soledad, en mi casa, con mi música, mis gatos, mis libros.
¿Cuándo comenzó a escribir?
¿A escribir o a publicar? A escribir desde muy joven, aún aparecen por casa notas, apuntes, pequeñas redacciones o relatos, algún intento de renglón corto. A publicar ya mayor, hará 9 o 10 años, en el 96 creo.
¿En que se inspira para escribir?
No soy nada original para eso. En la vida, en los eternos temas humanos, el amor, el desamor, la muerte, la suerte, el azar. En ese vacío que permanentemente nos ocupa, en el abismo existencial del hombre siempre solo por más acompañado que se encuentre.
¿Cuál fue su primer obra?, ¿cuál su última?
La primera, SOLEDADes y otros relatos cortos, caóticos y casuales, una colección de trece relatos de carácter totalmente intimista. La última, Pliego de quebrantos en renglones cortos, publicada, junto a dos grandes poetas Fernando Álvarez Balbuena y Juan Manuel Martínez Valdueza, en Tres Voces, tres mundos, editada por CSed.
Pero aclaro, que yo aparezca junto a poetas no quiere decir que yo lo sea. Yo no escribo versos, escribo renglones cortos y, en consecuencia, no creo poemas, recojo por escrito instantes que considero estados de gracia, regalos de la vida, no siempre felices pero sí vitales.
¿Por qué la columna de opinión?
Por suerte siempre, por suerte desde la primera de ellas hasta la última. Pues suerte es poder comunicar, más como ciudadano que como escribidor, cómo ve uno el mundo, la vida, la convivencia, las relaciones y abusos del poder, de los poderes. Tan sólo espero que le sirvan a alguien, a un solo lector, para sentirse menos solo, más acompañado, menos bicho raro, al ver que le escribe otro.
¿Qué género o géneros escribe?
Escribo sencillamente, la calificación de qué se la dejo a otros. Yo he llamado textos a lo que otros dijeron cuentos. Dije cuento que se me alargó, lo que dijeron novela y, repito, a lo que otros llaman versos yo les digo renglones cortos.
¿Cuál ha sido su libro más vendido?
¡Ah! ¿He vendido alguno? Eso debería preguntárselo a mis editores que, más de una vez, ante mis dudas por su querer publicarme, amigable pero muy seriamente me han aclarado que ellos no son una ONG sino una empresa editorial. Yo sigo pensando que, al menos conmigo, algo de ONG tienen, además de una gran paciencia con mi extrema lentitud para entregarles mis textos.
¿Qué es lo próximo que tiene pensado escribir?
Acabar lo que acabarán llamando una novela con la que estoy ya hace más que demasiado tiempo y continuar con mis renglones cortos y otros textos. Soy playa a la que llegan las mareas en forma de escritura.
¿Qué les diría a los jóvenes escritores?
¿A los jóvenes o a los nóveles? Es igual, a todos, tan sólo les repetiría lo que dijo Simone de Beauvoir: Escribir es un oficio que se aprende escribiendo, y leyendo, añadiría yo.
¿Y tanto libro aquí?
Son mi escuela, recuerde que soy autodidacto. Son mi mejor propiedad material, mi tesoro. Además, siempre me gustaron las buenas compañías.
¿Y los gatos?
Él, Jotacé, que no son mis abreviaturas. Ella, La Maga. Otras grandes y buenas compañías. Todo un mundo, el felino, recién descubierto. También me dictan y corrigen, pero esto no se lo cuente a nadie, no se lo creerían.
Una última pregunta, ¿siempre es así de alegre y vital como se comenta y parece?
Todos tenemos nuestros problemas y tribulaciones. Como viejo mastín las mías me las lamo en soledad. Hacerlo con los demás, quejarme, viendo lo que se ve cada día más cercanamente, me parecería soberbia por mi parte. Creo que la alegría, en el sentido enseñado por Spinoza, y la vitalidad, en el sentido de celebración del sencillo hecho de estar vivo, son obligaciones éticas y morales y, en estos tiempos, si se me permite, actitudes revolucionarias.
Y ahora, ¿puedo preguntar yo?
Sí, cómo no.
¿Un vaso constrictor, tipo café, o uno dilatador, tipo güisqui?
Todo lo demás ya pertenece al secreto del sumario.