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Contra la oligarquía y el caciquismo del siglo XXI

Miércoles 18 de noviembre de 2015
Los mismos motivos que pueden llevar a la fama a un teórico de la política pueden conducir también a su total eclipse. Y en ambos casos esto puede ser injusto.

El autor

Álvaro Rodríguez Núñez

(Cambados, 1972)
Abogado y Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Santiago de Compostela.
Publicaciones: En la revista Razón Española (Revista bimensual de pensamiento): "Envidia igualitaria y acción política"; "Tradicionalismo, Carlismo y Catolicismo"; "López-Amo. El tradicionalismo liberal-organicista”; "Vicente Risco, el pensador del galleguismo"; "El error del Estado de las autonomías"; "Crisis de la partitocracia y actualidad del corporativismo" ; "Envidia e Igualdad en el pensamiento de Gonzalo Fernández de la Mora". La legitimación política del franquismo. De la II República a la instauración de la democracia en España, CSED, 2014.
Recensiones: “Las tinieblas de Occidente”. (Santiago de Compostela. Sotelo Blanco. 1990.) de Vicente Risco. En Revista Empresas Políticas, nº 12, 1º semestre 2009; “La envidia igualitaria” (Madrid, Áltera, 2011) de Gonzalo Fernández de la Mora. (Prólogo de P.C. González Cuevas. En RIPS, Revista de Investigación Política y Sociológica, de la Universidad de Santiago de Compostela.
Publicaciones digitales: Franquismo y tradicionalismo. La legitimación teórica del franquismo en la teoría política tradicionalista. Tesis doctoral. Repositorio Institucional MINERVA, de la Universidad de Santiago de Compostela, 2014.

Prólogo

Miguel Anxo Bastos Boubeta
Universidad de Santiago de Compostela

Los mismos motivos que pueden llevar a la fama a un teórico de la política pueden conducir también a su total eclipse. Y en ambos casos esto puede ser injusto. Es lo que ocurre con los pensadores políticos que legitimaron el régimen franquista. Había entre ellos tantos oportunistas, injustamente elevados durante un tiempo a honores y prebendas académicas, como teóricos de altura, que brillaron al mismo nivel de los mejores teóricos europeos de su época, se esté o no de acuerdo con ellos. Si ambos tipos por igual compartieron la gloria por causa de la política, ambos comparten ahora también por igual el olvido, cuando no la animadversión de la época. Con la distancia en el tiempo se van haciendo cada vez más difusas sus motivaciones políticas y destacando cada vez más la calidad o falta de calidad teórica de sus aportaciones. ¿Quién recuerda hoy en día que la obra de Locke o Hobbes, por poner dos ejemplos célebres, fue en buena medida dictada por la necesidad de justificar banderías en las cruentas guerras civiles de su tiempo? ¿Quién recuerda las motivaciones de servilismo con el poder de un Hegel, por poner otro ejemplo? Hoy día se estudia y analizan como obras maestras del pensamiento político con independencia de las razones por las que fueron escritas. Cobran vida propia por sus propios méritos.

Algo de esto acontece con el pensamiento de Gonzalo Fernández de la Mora. Durante los años del desarrollismo franquista disfrutó de fama y honores, llegando incluso a detentar puestos políticos de relevancia en el régimen. Con la llegada de la democracia en cambio su estrella fue poco a poco desvaneciéndose hasta el punto de que su obra fue poco a poco olvidada e incluso llegó a ser usada como baldón con el que atacar a quienes en ella se inspiraron alguna vez, como el actual presidente del gobierno, Mariano Rajoy, quien fue muchas veces atacado por escribir, años atrás, un artículo inspirado en su Envidia Igualitaria.

El destino de la obra de Gonzalo Fernández de la Mora es doblemente injusto. Primero porque las obras que le dieron fama, prestigio y poder no se cuentan a mi entender entre las más logradas del autor, pues son las que más acusan el paso del tiempo y las que se han revelado como menos adecuadas al discurrir de la evolución social de nuestra época. Es el caso, por ejemplo, de sus libros más célebres, El crepúsculo de las ideologías y El estado de obras. En ellos hace un canto a la tecnocracia y al fin de las ideologías, que serían sustituidas por una aséptica razón técnica orientada al progreso, en la forma en que este se defina. El primero en concreto abrió en su momento un efímero pero intenso debate académico, años después reabierto por Fukuyama y su fin de la historia. Fue además injustamente acusado de plagio de otro clásico, El fin de las ideologías, de Daniel Bell, acusación desmentida sólo con abrir ambos libros. Sus tesis sobre la tecnocracia abrieron también un debate en el seno del tradicionalismo sobre las bondades relativas de esta y despertaron una fértil polémica en círculos conservadores y tradicionalistas a finales de los años 60 y principios de los 70 del pasado siglo. Esta obra lo alejó del tradicionalismo de tal forma que nuestro autor no puede a mi entender ser considerado un autor encuadrado en esta órbita, ni siquiera un conservador clásico sino un modernizador, incluso un modernizador radical. Su dios no es la tradición sino las modernas formas de gobierno desarrollistas de su época. Eso no obsta que compartiese espacios con ellos en revistas y editoriales, pero su visión del mundo es más próxima a la de un Calvo Sotelo o un Victor Pradera que a la de los clásicos antiguos o contemporáneos de la tradición. Sólo hay que comparar sus escritos sobre el gobierno de los técnicos con las duras invectivas contra la tecnocracia de un Vallet de Goytisolo por ejemplo.

En cambio lo mejor de su obra fue, en mi opinión, redactado en tiempos democráticos y es probablemente la menos conocida. Si injusto fue que en su momento sus posiciones de privilegio en el régimen franquista auparan sus libros a posiciones no merecidas, también es injusto que lo mejor de su obra pase desapercibido por culpa de los vientos de la memoria histórica que hacen políticamente incorrecto la mera cita de sus trabajos. En la época de la transición y comienzos de la democracia es cuando publica su Envidia Igualitaria y La partitocracia, reflexiones ambas profundas y serenas sobre el devenir de la política contemporánea y que son clásicos con mayúsculas del pensamiento político hispano del siglo XX. En especial su Envidia en el que tras analizar filosóficamente el concepto realiza magistrales observaciones sobre el concepto político central de nuestra época, la igualdad. Su Partitocracia inspirada en el elitismo clásico de Mosca, Pareto y Michels describe perfectamente la evolución de los gobiernos de partido en España y en Europa Occidental y por lo menos en el caso hispano parece como si hubiese sido escrito hoy.

A rescatar para el lector de hoy estas y algunas otras obras, menores en extensión pero no en calidad, y a discutir los principales temas de Gonzalo Fernández de la Mora fueron las intenciones con que este libro que nos presenta Álvaro Rodríguez fue concebido y redactado. Es un libro sin duda que despertará polémica, tanto por los temas que en él se tratan como por la forma en que se tratan. Si sirve para que se reabra el interés en este autor y en el pensamiento político de su tiempo bienvenido sea.

Miguel Anxo Bastos Boubeta