Desde nuestra posición de independencia ideológica y económica, en La Crítica no podemos sino lamentar el escaso eco que este evento ha tenido en la prensa en general. ¿Cómo es posible que una convocatoria que superó el millón de asistentes, con jóvenes acampando en Tor Vergata y participando en confesiones masivas en el Circo Máximo, haya pasado casi desapercibida?
El Papa León XIV, en su aún breve pontificado, ha demostrado una capacidad de convocatoria que trasciende fronteras y estereotipos. En sus palabras, dirigidas a la llamada “generación Z”, resonaron preguntas esenciales: “¿Qué es realmente la felicidad? ¿Qué nos libera del sinsentido?”. Y su respuesta fue clara: la plenitud no se encuentra en el consumo, sino en la comunión, la fe y el servicio a los demás.
Durante la vigilia, León XIV tomó la cruz del Jubileo en sus propias manos y encabezó una procesión entre los jóvenes. En su homilía, instó a “aspirar a cosas grandes” y a no conformarse con una vida dictada por el consumismo. Recordó también a los ausentes: a la joven madrileña María Cobo, a Pascale Rafic, a Ignacio González... jóvenes que no pudieron completar su peregrinación por enfermedad o fallecimiento.
Este Jubileo no fue un espectáculo, sino un testimonio. Un millón de jóvenes reunidos en oración, reflexión y compromiso social. ¿No merece eso una portada? ¿No es eso noticia?