Dedico este pequeño articulo a su esposa, a sus hijos y nietos, a sus amigos y a todas las personas que han sabido reconocer en Alberto Pérez de Vargas Luque la valía intelectual y humana de un hombre sensible, de un académico sabio, de un amante de la verdad y de un defensor a ultranza de los más sagrados intereses de España, conculcados permanentemente por el Reino Unido (RU) en Gibraltar desde 1704.
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Alberto Pérez de Vargas falleció en Madrid el pasado día 27 de diciembre a causa de una larga enfermedad que no evitó su dedicación al trabajo hasta el último momento de su vida. Esta circunstancia provocó que muchas personas, entre las que me encuentro, hayan podido recibir la noticia con gran sorpresa y consternación, aun conociendo que Alberto soportaba, desde hacía tiempo, una importante enfermedad.
En los primeros días del presente año 2025, Algeciras, su ciudad natal, le rendirá el oportuno y merecido homenaje. Mientras tanto no serán pocas las personas que le rindan sus particulares y merecidos “in memoriam”. Aquí va el mío particular solo alimentado por la admiración y el respeto que Alberto Pérez de Vargas me inspiró desde el mismo momento en el que tuve la oportunidad de conocer su condición de Doctor en Matemáticas por la Universidad Complutense de Madrid, en la que ejerció como catedrático de Matemática Aplicada, su categoría científica, su conocimiento de la Historia y su alma poética, que inspiró y alimentó la prosa con la que redactó, con todo lujo de detalles, la tierra que más amó[1], la ciudad de Algeciras, la ciudad en la que nació y de la que era Hijo Predilecto. Pero he de reconocer también que fueron sus artículos y conferencias sobre Gibraltar, la colonia usurpada por los ingleses y en permanente y humillante fase de expansión, incomprensiblemente aceptada ésta por los actuales gobiernos españoles, lo que más me vinculó con el pensamiento de nuestro autor, especialmente porque supo escribir y proclamar lo que absolutamente nadie, nunca, se atrevió a defender:
… que el bajo nivel económico, que no pocos sectores sociales puedan estar sufriendo en el Campo de Gibraltar, se debe principalmente al hecho colonial en sí mismo, como se pudo comprobar mientras la verja estuvo cerrada durante más de 12 años.
Si nos apoyamos en esta extraordinaria idea de la persona cuya memoria estamos elogiando, el actual concepto de zona de prosperidad compartida que se ha anunciado ante la mismísima Asamblea General de las Naciones Unidas, poniéndonos en el grave riesgo de contradecir sus propias Resoluciones, es algo que solo depende de intereses locales y de voluntarismos políticos cuya defensa no tiene sentido diplomático alguno porque va en contra de la tradición histórica y de la dignidad de una nación como la española, independiente y soberana, como siempre fue. La zona de prosperidad compartida es una perversa ficción que solo beneficiará a la potencia colonizadora y asegurará, según el pensamiento del propio Alberto Perez de Vargas:
La colonia inglesa de Gibraltar, como los propios ingleses se han referido a ella en alguno de sus documentos de tiempos no muy lejanos, y su nefasta influencia en el deterioro económico del Campo que la rodea, fue objeto de la amarga y permanente denuncia política de Alberto Pérez de Vargas.
Conocí a Alberto Pérez de Vargas por primera vez en una de sus conferencias en Madrid. A partir de entonces me hice asiduo lector de sus artículos sobre Gibraltar y Algeciras publicados periódicamente en el diario Europa Sur. En una ocasión coincidí con él en la presentación de un libro en la Liga Naval de Madrid, ocasión que aproveché para presentarme ante él y testimoniarle mi reconocimiento, admiración y respeto por su concepto del problema de Gibraltar y sus causas.
Desde entonces pude incluir a Alberto Pérez de Vargas entre los españoles de vocación que defendieron en cuerpo y alma la devolución de una ignominiosa colonia inglesa en nuestro territorio.
Los sentimientos que, también sobre Gibraltar, Alberto Pérez de Vargas albergaba en su corazón, debieron de nacer cuando jugaba de niño por sus callejas, como solo los niños hacen cuando corretean por terreno propio. El Peñón, visto desde Algeciras, es un promontorio demasiado cercano que domina el horizonte en el que termina la mar. Por amor e interés, él conoció quién era quién en Algeciras y en Gibraltar y de qué pie cojeaban, y probablemente aún hoy cojean, los que, directa o indirectamente, defienden a uno y otro lado de la verja, la indefendible existencia de una colonia inglesa. Este vital conocimiento aumentó tanto la importancia de sus denuncias, que llegó a ser tentado con la interesada pertenencia a alguno de los más de cien despachos de abogados con residencia en la Roca, según datos proporcionados por el propio Alberto, tentación que no tuvo problema alguno en rechazar por amor a su propia tierra.
Y que los actuales habitantes de San Roque, herederos de los verdaderos gibraltareños que un día fueron expulsados de sus hogares, quieran incluirse hoy en el grupo de los llanitos, solo por pretendidos motivos económicos, es una perversión política que solo con las denuncias y enseñanzas del profesor y catedrático Alberto Pérez de Vargas Luque, objeto de este artículo podemos entender[2]. Porque, efectivamente, Gibraltar en su actual estructura, es un constatable parásito de la economía y hasta de la voluntad política e interesada de demasiados españoles.
Por este, y otros motivos que las personas que mejor lo conocieron podrían aportar, Alberto Pérez de Vargas nos deja en su recuerdo la ejecutoria de un hombre justo, de noble estirpe, valiente y excepcional que supo mantener en su alma un admirable y maravilloso equilibrio entre razón y corazón.
D.E.P.
[1] PEREZ DE VARGAS LUQUE, Alberto. “Algeciras en el corazón y en la memoria” Editorial Temple. 2024
[2] PEREZ DE VARGAS LUQUE, Alberto. “Gibraltar o la tergiversación de valores I, II, III, IV, V, VI y VII” (www.europasur.es)
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