Carlos Cañeque

La seducción arquetípica de Don Juan

Fotograma: "Don Juan" (Tony Corvillo) en la película "Sacramento" de Carlos Cañeque.

LA CRÍTICA, 11 JULIO 2024

Carlos cañeque | Jueves 11 de julio de 2024
La seducción es un acto que consiste en persuadir a alguien con el fin de modificar su opinión o su comportamiento. También significa atraer a una persona, sobre todo en el ámbito sexual, utilizando los recursos necesarios para conquistarla. Según se considere el grado de engaño en esta acción, la seducción suele ser percibida como algo negativo. Uno de los primeros autores que escribieron sobre la seducción fue el poeta romano Ovidio en su El arte de amar (año 8 d. C). Ovidio es un claro precursor del mito de Don Juan, ya que en su libro nos ofrece consejos para realizar conquistas amorosas: cómo encontrar mujeres, cómo conquistarlas, cómo mantener su amor y cómo recuperarlo. Creo que esta obra de Ovidio contiene el didactismo sencillo y realista de El príncipe de Maquiavelo. Sus consejos y principios son muy claros: “Todo amante es un soldado de guerra (…) Mucho amor germina en la casualidad; tened siempre dispuesto el anzuelo, y en el sitio que menos esperáis encontraréis pesca”. Más recientemente, consiguieron considerable popularidad obras como Historia de mi vida (Giacomo Casanova, 1798) o Diario de un seductor (Kierkegaard, 1844). (...)

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Don Juan es un personaje que aparece en España en 1630 con la obra teatral El burlador de Sevilla y convidado de piedra atribuida discutiblemente a Tirso de Molina. En 1844, José Zorrilla publicará Don Juan Tenorio, claramente basada en la obra precedente de Tirso pero dentro del contexto del romanticismo. El personaje español de don Juan ha inspirado la creación de nuevas obras (o versiones) de autores extranjeros. La lista es muy larga pero podemos recordar los “donjuanes” de Moliere, Puskhin, Lord Byron, Espronceda, Mérimée, Dumas o el de la ópera Don Giovanni de Mozart. En España tenemos algunos ejemplos curiosos, como el del magnífico marqués de Bradomín de Valle-Inclán, un Don Juan “feo, católico y sentimental” o el del estupendo Don Juan de Torrente Ballester. También es numeroso el grupo de los ensayistas que le han dedicado muchas páginas a nuestro personaje, como Pérez de Ayala, Ramiro de Maeztu, Américo Castro, Ortega y Gasset o Gregorio Marañón. Este último ve en el personaje elementos afeminados y patológicos, una suerte de narcisismo delirante. Otros autores coinciden en clasificarlo dentro de las figuras satánicas y rebeldes típicas del romanticismo. El filósofo Kierkegaard, en un ensayo titulado Los estadios eróticos inmediatos o del erotismo musical, teniendo como trasfondo El Don Giovanni de Mozart describe a Don Juan como el arquetipo universal del seductor eternamente insatisfecho y la encarnación de las fuerzas primigenias de la naturaleza. Ramiro de Maeztu, en su libro Don Quijote, Don Juan y la Celestina (1938) señala la desnaturalización del Don Juan español que cruzó nuestras fronteras. Así comienza su capítulo sobre el personaje: “Hay un Don Juan común al norte, al sur, al este y al oeste de Europa; pero le ocurre lo que a los conceptos y pierde en contenido lo que gana en extensión, por lo que el Don Juan universal no pasa de ser sino una sombra que cruza el mundo seguida de una estela de mujeres”.


Siempre he visto en Don Juan un personaje malvado, narcisista, misógino y sádico. Su triunfo y su principal objetivo no está tanto en el acto mismo de la copulación sino, y tal vez sobre todo, en conseguir enamorar pasionalmente a una mujer a través de su irresistible capacidad de seducción. El llanto de la mujer abandonada se convierte en su música preferida. Entonces ya quiere cambiar de aires, buscar otras piezas, otras atmósferas donde jugar con otra mujer y engañarla (pienso que su astucia para engañar puede recordar a otro género español, el de la picaresca). Siempre falso y actoral, sus máscaras y cálculos muestran una enorme capacidad de adaptación a cada una de sus víctimas, a quienes dice lo que quieren oír. Don Juan es un camaleón que tiene un plan distinto para cada mujer. En mi película Sacramento (disponible en Filmin) trato de describir a un Don Juan perfecto que consigue enamorar a tres hermosas mujeres muy diferentes: la primera está haciendo una tesis sobre Hegel, la segunda juega muy bien al golf y busca un marido rico y la tercera es una religiosa mística completamente loca. A todas seduce con gran facilidad mediante la adaptación de su lenguaje y sus constantes falsedades inventadas ad hoc.


Zorrilla opta por un final religioso que redime a Don Juan y lo convierte en un hombre bueno y enamorado, lo que me parece radicalmente incompatible con el donjuanismo. Un Don Juan enamorado deja de ser inmediatamente un don Juan. Entiendo las limitaciones de la época, pero que Zorrilla termine su obra con esa inverosímil metamorfosis del espectro del burlador junto al de doña Inés entre una apoteosis de ángeles y cantos celestiales enfilando el cielo, cuando el espectro del Comendador había acudido a la cena para llevárselo al infierno, destruye para mí el personaje en su esencia. Dios otorga misericordia al arrepentido. Es una visión romántica con la cual Zorrilla busca la simpatía del público (su Don Juan siempre ha sido mucho más representado y popular que el de Tirso) destacando que el amor está por encima de todo. Doña Inés representa la inocencia, la virtud y los valores cristianos. Ella muere de amor no correspondido. El final es también trágico porque termina con la muerte de los dos enamorados. De alguna forma, el personaje de Don Juan (el diestro burlador, no el redimido mediante el amor) me parece muy nietzscheano. El superhombre, como Don Juan, es un transgresor al que no le produce ninguna mala conciencia el placer sexual que le proporcionan las mujeres. La diferencia entre el final de Tirso y el de Zorrilla está en que Tirso manda a Don Juan al infierno sin modificar el personaje, mientras que Zorrilla (y Dios) lo salvan gracias al amor que termina sintiendo por doña Inés.


Se ha comparado mucho la figura de Don Juan con la de Giacomo Casanova, es decir, la de un personaje arquetípico y la de una persona histórica. Pero Casanova no engañaba a las mujeres ni tenía el componente sádico e inmoral que sí tiene Don Juan. Si las mujeres de Don Juan terminan llorando, las de Casanova podían querer repetir unas experiencias muy satisfactorias. Por cierto, ayer, como pequeño homenaje personal al actor Donald Sutherland, fallecido hace un mes, volví a ver la película El Casanova de Fellini (1976), en la que Sutherland hace el papel de Casanova. ¡Qué maravilla! Creo que Fellini es el director de cine más artístico que ha existido.


Me pregunto cómo serán los donjuanes de hoy y de mañana. Esos jóvenes que han crecido con el móvil y no se despegan apenas de la pantalla de este aparato durante todo el día. Además de la incorporación laboral y social de la mujer, la presencia global de las redes sociales como vía fundamental de socialización, los grupos de WhatsApp (utilizada por el 94% de los adolescentes), Instagram (84%), Tik Tok (79%) o las opciones del tipo Tinder (una aplicación de citas en línea) han transformado o hecho desaparecer cualquier tipo de cortejo convencional anterior. Por otra parte, parece que se están generalizando las experiencias pornográficas entre los niños, lo que muy bien podría ser una de las causas de la aparición de “manadas” de menores que violan en grupo a niñas y adolescentes. Acaso los donjuanes del futuro serán mucho más viles, violentos y tramposos que los que hemos conocido hasta ahora en la literatura.


Sin duda la seducción es, en general, un recurso pacífico que puede tener muchos elementos positivos tanto en el ámbito comercial, político y social como en el personal. Cuando es honesta e informativa, la seducción suele ser muy útil, y puede convencer sin imponer y así favorecer la libertad. A mí no me molesta que me convenzan de que un coche es mejor que otro, o que un partido consiga mi voto después de una campaña, o que un amigo me diga que el viaje que quería hacer entusiasmado con mi familia lo hizo él y no merece la pena. Hay personas que tienen un orgullo tan mal entendido que luchan para tener razón aun cuando no escuchan los argumentos del interlocutor o incluso cuando saben que no la tienen. Pero la seducción también puede ser peligrosa en muchos aspectos, ya que puede considerarse, en términos esenciales, el arte de influir en una persona hasta conseguir potencialmente su enajenación, y puede difundir información falsa y mostrar senderos para adentrarse en ideas o ambientes muy tóxicos o perturbadores. En ese lado oscuro, las vías de internet, la inteligencia artificial y las redes sociales acaso estén llevando al desequilibrio mental a millones de ciudadanos de todo el mundo. En una sociedad distópica de amores “líquidos” y digitales, Don Juan se convertiría en un inocente personaje de Walt Disney, en un ingenuo burlador burlado. Malos tiempos para la lírica, el amor y los donjuanes. Mejor que estos últimos no aparezcan en la realidad. Pero nos quedarán los literarios, los donjuanes de Tirso, Zorrilla y todos los que nacieron en Europa. Esos nunca morirán.


Carlos Cañeque

es profesor de Ciencia Política, escritor (premio Nadal 1997) y director de cine.

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