El clérigo, canónigo y archivero de la catedral de Astorga, don Augusto Quintana Prieto (1917-1996), aparte de gran historiador medievalista y cronista polifacético de las comarcas y diócesis asturicenses, fue uno de los discípulos aventajados de la Escuela de Astorga. Como uno de los fundadores de la misma, Luis Alonso Luengo, además de sus veleidades poéticas y de crítica literaria, eligió el género ensayístico histórico para desarrollar plenamente su talento intelectual.
Recordemos que muy tempranamente –menos de un mes después del famoso artículo de Gerardo Diego en ABC– publicó uno suyo usando el pseudónimo C. Cadenas con el mismo título (“La Escuela de Astorga”, El pensamiento astorgano, Astorga, 1 de abril de 1948).
Participante en 1993 en el Congreso sobre la Escuela celebrado en Astorga, presentó una interesante ponencia con el título “Aspecto histórico de la Escuela de Astorga”, proponiendo la inclusión en la misma de dos importantes poetas y profesores de literatura, desconocidos por el gran público, pero que tuvieron una estrecha relación con el cuarteto fundador: los sacerdotes Melitón Amores –de una generación anterior– y su discípulo Alejo Seco (1904-1991), coetáneo del grupo. Las semblanzas biográficas, datos y argumentos que presentó Quintana Prieto eran plausibles, y abundaban en el “aspecto histórico”, o una perspectiva más amplia que también defiendo en este ensayo y en otro anterior sobre “La Escuela de Astorga”, evitando caer en la crónica anecdótica y limitada de un grupo de amigos astorganos más o menos geniales, y explorando la intrahistoria o microhistoria cultural e intelectual en sus conexiones más amplias.
La dimensión histórico-cultural de la ciudad, exhaustivamente investigada en la etapa medieval por las monografías de Quintana Prieto sobre la diócesis asturicense, aparte de la específicamente poética que la Escuela desarrollará, se remonta a los mismos orígenes de la lengua española, que tuvo en la propia diócesis un ilustre cultivador (y servidor de la Iglesia): “Joan Lorenço bon clérigo e ondrado, Segura de Astorga, de mannas bien temprado”, autor de El Libro de Alexandre (siglo XIII), primera exaltación de un héroe histórico y laico, en una época en que predominaba todavía la temática religiosa.
Luis Alonso Luengo va más atrás en la historia (y como Shakespeare quizás pensaba que “todo pasado es un prólogo”) para explicar la mística de la Escuela: “No olvidemos que aquella atmósfera, casi mágica, que nos envolvía en nuestra adolescencia, nos marcó para siempre con claros afanes de escudriñar el misterio, que se había formado, a través de dos mil años de historia, por la conjunción de muchos, y a veces contradictorios elementos.” El propio escritor y cronista evoca a personajes tan diversos como la monja Eteria (siglo IV), el prisciliano Dictino, santo Toribio (siglo V), la literatura visigótica con la primera autobiografía de Occidente, el Libro de las Quejas del astorgano Valerio (“un atormentado Unamuno del siglo VII”), el Camino de Peregrinos, el origen de los maragatos (investigado también por Quintana Prieto), etc. Asimismo, en diferentes contextos, hará referencia a la historia política de la ciudad, vinculada al viejo Reino de León, con sus magnates, obispos, condes y marqueses.
Precisamente quiero destacar aquí la notable contribución de nuestro canónigo como investigador de un momento histórico importante con la original biografía de una extraordinaria mujer, Jimena Muñiz, que va a ostentar breve pero significativamente la dignidad de Condesa de Astorga.
Los primeros condes de Astorga, por ausencia de documentación, son hipótesis envueltas en leyendas por investigar más a fondo. Por ejemplo, un medievalista tan prestigioso como Miguel A. Ladero Quesada en un artículo para una importante revista de divulgación histórica (Historia 16), sugirió que Don Pelayo podría haber sido Conde de Astorga, tras la invasión musulmana (711) que le obligó a abandonar la corte de Toledo, y antes del inicio de la Reconquista en Covadonga (722). El académico Armando Cotarelo, autor de la obra Historia crítica y documentada de la vida y acciones de Alfonso III El Magno, último Rey de Asturias (Madrid, 1933), con gran base documental, menciona a Gatón Conde del Bierzo y de Astorga y a sus hijos Sarracino, Hermenegildo, Sabarico y Bermudo (páginas 65-68). Gatón posiblemente era hermano de Nuña o Muniadona, esposada el año 847 en Lugo, capital entonces de la región de Galicia, con el Rey Ordoño I de Asturias. Siendo Presidente de la Xunta de Galicia Manuel Fraga Iribarne, a propósito de la celebración del histórico Concilio Nacional en Santiago de Compostela (899), menciona la presencia entre los prelados y magnates al hijo de Gatón, Sarracino Conde de Astorga y del Bierzo (Presentación de la edición facsimilar con el título ligeramente modificado de obra de Armando Cotarelo, Alfonso III El Magno, último Rey de Oviedo y primero de Galicia (Ed. Itsmo, Madrid, 1991, p. xi).
Parece que Gatón era un caballero hacendado de Triacastela, cerca de Samos, y guerrero distinguido que repobló Astorga, donde fijó su residencia. Si generalmente se le titula Conde del Bierzo y de Astorga, con su hijo Sarracino se invierte el título como Conde de Astorga y del Bierzo, indicativo de la importancia que la vieja Asturica Augusta había recobrado desde finales del siglo IX.
Quintana Prieto publicó dos ensayos históricos relativos a Jimena Muñiz: “Jimena Muñiz, madre de Doña Teresa de Portugal” (Revista Portuguesa de História, Tomo XII, Coimbra, 1969, páginas 223-280), y “La Infanta Doña Elvira, hija de Alfonso VI y de Jimena Muñiz” (Temas Bercianos, 3, 1984, páginas 277-401). Más recientemente, la historiadora María del Carmen Rodríguez Fernández ha publicado “Concubina o esposa. Reflexiones sobre la unión de Jimena Muñiz con Alfonso VI” (Studia historica. Historia medieval, 25, Salamanca, 2007, páginas 13-168). Me interesa ahora particularmente el primero de los citados (y aprovecho para agradecer aquí a mi amiga la editora Catalina Seco –de Akrón y CSED en Astorga–, que localizó y me facilitó una copia del mismo).
La importancia del momento histórico, a mi juicio, reside en el reinado de Alfonso VI de León y Castilla, que es la época de El Cid, aunque más bien que de “La España del Cid”, según el enfoque castellanista de R. Menéndez Pidal, habría que referirse a “La España de Alfonso VI”, según el enfoque leonesista que defendemos, propuesto entre otros por el medievalista norteamericano Bernard F. Reilly. Alfonso, según este investigador, fue el “Maquiavelo de León”, en el sentido de que defendió la unidad “estatal-nacional” prefigurada en la estructura de la Monarquía hispánica, basada en el viejo Reino de León (continuación del de Asturias), oponiéndose a las tendencias secesionistas entonces existentes –iniciadas en el siglo X por el Conde Fernán González– en Castilla, Galicia y Portugal.
Quintana Prieto investigó la vida de Jimena Muñiz, al parecer una bella e inteligente mujer de familia noble (emparentada con la Reina Agnes, consorte de León), berciana de la diócesis de Astorga, probablemente natural de Corullón y, fallecida en el año 1128, enterrada por su propia voluntad en el monasterio de San Andrés de Espinareda, en cuya lápida funeraria se constata: “Quam Deus a pena defendat, dicta Semena, Alfonsi vidui regis amica fui…” Traducción: “Yo, llamada Jimena –presérveme Dios del castigo– fuí amiga del rey Alfonso durante su viudez…” (Quintana Prieto, 1969, páginas 245, 261-262).
Es decir, Jimena fue “amiga” o amante de Alfonso durante su primera viudez de la Reina Agnes (o Inés), entre 1078 y 1080, y resultado de la relación fueron dos hijas ilegítimas, pero que serían reconocidas como Infantas de León: Elvira, nacida en 1079, y Teresa, nacida en 1080 o 1081, cuando el monarca ya se había casado de nuevo con la Reina Constanza. Parece que la relación con Jimena fue de un amor sincero con proyecto de matrimonio, que finalmente no fue posible por orden del Papa Gregorio VII, ya que existía consanguinidad entre Jimena y la primera esposa del Rey, Inés (o Agnes).
Nuestro canónigo medievalista hace referencia en sus investigaciones a otros Condes de Astorga y del Bierzo que sucedieron a Gatón y a Sarracino, como Diego Ansúrez (hermano del famoso Pedro Ansúrez) probablemente entre 1073-1081, a Monnio Muñiz (padre de Jimena Muñiz) y a Vela Pelaiz en fechas inciertas entre 1081 y 1107, y a Froila Didaz (hermano de Jimena Díaz, esposa de El Cid, y ambos hijos de Diego Ansúrez) a partir de 1107. Más tarde, durante el reinado de Alfonso VII, hijo de Urraca y nieto de Alfonso VI (en fechas no precisas de las décadas 1130s-1140s), ostentaron los condados de León y de Astorga los hijos del magnate leonés Martín Flaínez, sucesivamente Rodrigo Martínez (hasta su muerte en 1138) y Osorio Martínez (desde 1138). Éste se esposará hacia 1140, como veremos, con una nieta de Alfonso VI y Jimena Muñiz.
Los condados en esta época no eran vitalicios ni necesariamente hereditarios, sino que respondían a la voluntad de los reyes. En el periodo incierto o no suficientemente documentado entre 1081 y 1107 tuvo lugar la extraordinaria tenencia de Jimena Muñiz como Condesa de Astorga y del Bierzo, aunque probablemente interrumpido algún año por el recelo sexista suscitado. Lo extraordinario residía en el hecho de que fuera una mujer, algo que no tenía precedentes en la historia de la Alta Edad Media española y europea.
Jimena era hija del magnate berciano Monnio Muñiz, en algún momento Conde de Astorga y de Asturias, cortesano del rey Fernando I El Magno de León y Castilla y de su hijo Alfonso VI. Cuando éste se ve forzado a terminar su relación con Jimena le otorga a su ex amante la Tenencia berciana de Ulver, y los condados de Astorga y del Bierzo, que según Quintana Prieto poseerá desde 1080 hasta 1107, dos años antes de la muerte de Alfonso. Dado que no existían precedentes de que una mujer ostentara tales poderes, parece que la situación generó envidias y hostilidades en el reino, razón por la que no abundan documentos escritos que lo atestigüen, sugiere nuestro canónigo. Pero algunos existen: donaciones que ha podido descubrir Quintana Prieto investigando en el Tumbo viejo de San Pedro de Montes y en el Tumbo negro de Astorga, en las que aparece “Xemena Moniz” imperante en las tierras de Ulver, el Bierzo y Astorga.
Escribe nuestro canónigo: “Sospecho que fuera a raíz del nacimiento de Teresa, la segunda de las hijas del Rey y de la joven berciana, cuando Alfonso decidió dar aquel paso sin precedentes en la historia leonesa, de poner en manos de una mujer un condado. Condado que, además, por su proximidad a la capital de la monarquía y por los extensos dominios que lo integraban venía a ser acaso el más importante y codiciado de toda la monarquía. Con ello Jimena Muñiz vendría a tener una compensación, aunque pobre y fría para su corazón de mujer, a su alejamiento del monarca, y una posición social y económica muy digna del aprecio, nunca desmentido, del amante monarca.” (Quintana Prieto, 1969, página 252).
Por si la importancia del caso de Jimena Muñiz fuera poco, sus hijas, las Infantas Elvira y Teresa van a tener también un papel histórico destacado. Elvira, lo apuntó Quintana Prieto, probablemente fue la primera princesa española, y una de las pocas europeas, que viajó y participó en la primera Cruzada en Palestina. Teresa, muy querida por su padre el Rey Alfonso VI, contrajo matrimonio con Enrique de Borgoña y fueron los padres del primer Rey de iure de Portugal, Alfonso Enríquez.
El Rey Alfonso, su padre, concedió a Teresa y a su esposo el Condado de Portugal, que incluía Astorga, donde tenían su palacio, y en el que precisamente moriría Enrique de Borgoña, gravemente herido en una de las contiendas (batalla de Villadangos en 1112) con Alfonso I El Batallador, enfrentado éste a su esposa la Reina Urraca, medio hermana de Teresa. En Astorga –es una hipótesis– pudo nacer tres años antes el futuro Rey de Portugal Alfonso Enríquez (en 1109, el mismo año del fallecimiento de su abuelo Alfonso VI de León), porque la historiografía portuguesa no ha sido capaz de determinar el lugar exacto (hay varias hipótesis, aunque el lógico orgullo lusitano excluye Astorga), pero parece de sentido común que naciera donde sus padres tenían el palacio principal, y en la diócesis donde habían nacido su abuela y su madre.
Lo interesante es añadir que Teresa fue la primera Reina de facto de Portugal, “Infanta-Reina” de Portugal entre 1112-1128 (según la califica el medievalista portugués T. de Sousa Soares), al encabezar la lucha por la independencia frente a su hermana, la Reina Urraca de León y Castilla, aunque más tarde tendría que enfrentarse a su propio hijo Alfonso Enríquez, aliado con un sector decisivo de la nobleza portuguesa que no aceptaba el plan de Teresa de incluir Galicia (plan defendido en el pasado por su tío, el malogrado Rey García), siendo finalmente derrotada militarmente y perdiendo su “corona” en la batalla de Sao Mamede (1128).
Para concluir, Jimena Muñiz, Condesa de Astorga, a través de su primera hija ilegítima con Alfonso VI, la Infanta Elvira –que tras su primer matrimonio con Raimundo de Tolosa y su aventura en Palestina durante la primera Cruzada se casó en segundas nupcias con el Conde de Carrión–, decía que Jimena tuvo una nieta de éste último matrimonio, Teresa Fernández, que hacia 1140 se casará con Osorio Martínez, presuntamente Conde de León y quizás también de Astorga (según insinúa el medievalista Pascual Martínez Sopena). El hijo de ambos, Gonzalo Osorio, consolida el linaje de los Osorio y el señorío de Villalobos que llevará dos siglos más tarde al Marquesado de Astorga, ya hereditario, obtenido por su descendiente el Conde de Trastámara y de Villalobos, Álvaro Pérez Osorio, gracias a merced real en 1465.
Desde una perspectiva histórica resulta plausible y fascinante el vínculo genealógico a través de los siglos entre esta extraordinaria mujer, la Condesa de Astorga Jimena Muñiz, y quienes en un futuro que se prolongará desde el siglo XV hasta nuestros días llegarían a ser los Marqueses de Astorga.