Silencio. Un poco de silencio en soledad ante una buena puesta de sol es lo que parece hacerle falta a quien acepta satisfecho que le llamen líder de la oposición. O tiene malos consejeros, o es que es de natural confuso, porque, si no, no se entiende que siga pensando que un tirano llega a ejercer como tal respetando los acuerdos. Sobre todo teniendo en cuenta la ya larga trayectoria de “cambios de opinión” y abusos del dictador de Moncloa. (...)
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Por cierto, cambiar de opinión es convencerse de que hay opciones mejores y adoptarlas plenamente. Mentir, en cambio, es decir lo contrario de lo que se piensa en ese momento, y de lo que se pretende hacer. Juzgue usted, don Cándido, con quién se la está jugando.
Cuando el enemigo está seguro de su fuerza y de la debilidad de su oponente, es cuando ordena y manda, como se desprende de las recientes palabras de la ministra Calviño reprendiéndole, don Cándido, por su tardanza: Cuando el presidente del Gobierno llama a alguien para que vaya a la Moncloa, se va. Y Feijóo ya está llegando tarde.
Esa frase, y el tono en que fue dicha, implica ya una severa advertencia que sólo se emplea cuando se tiene certeza de la tibieza en la posible respuesta y el más que probable cumplimiento de la orden. Porque es eso, una orden, no un consejo.
Y además, la ministra Calviño, esa a la que han premiado triplicándole el sueldo por la habilidad de hacer que su marido fuese el que repartía los fondos europeos que ella recibía, se permite decirle que es de primero de democracia respetar las instituciones, sin duda refiriéndose al respeto que por la ley, la judicatura, el pacto con terroristas y con separatistas condenados, o la misma integridad de España tiene el autócrata de su jefe. Y usted, don Cándido, como toda respuesta, decide “echarse p’alante” y obligarle a ir a verle al Congreso en vez de acudir a Moncloa, como si el lobo dejara de ser lobo ya muerda en su guarida o el prado.
La prueba de la mordedura es la frase con la que aceptó Sánchez su dura réplica: “Para usted la perra gorda”. Lo de la “perra gorda”, para los que no vivieron el antiguo régimen, no era un cánido excesivamente alimentado, sino una moneda de 10 céntimos de peseta –casi lo mínimo de las posibilidades monetarias–. Y la frase completa era una concesión altanera que se le hacía a un contrincante con el que se consideraba absurdo discutir porque era inútil hacerlo con un bobo. En los momentos presentes, y en boca del que la dijo, es una expresión del más alto desprecio hacia quien se cree triunfador.
Y claro, una vez llevada a cabo la reunión, le falta tiempo al déspota para decir, al día siguiente mismo, que no se compromete a aprobar una ley que garantice la independencia judicial, como le había asegurado a usted, don Cándido, y que tampoco lo hará aunque la UE, esa UE que ambos han decidido poner como mediador, aconseje que sólo los jueces deben elegir a los jueces.
¿Qué esperaba, don Cándido? Anda usted tan embarullado como su partido. O quizá la desorientación del mismo sea la idea que usted ve para el futuro.
Tiene una persona con dos dedos de frente, su portavoz en el Congreso Miguel Tellado, que dice literalmente que Sánchez es una gran mentira, un político sin escrúpulos con un Gobierno formado tras una estafa electoral, pero en realidad no se sabe de quién es la voz que porta, porque usted sigue en sus trece de establecer pactos con el gran embustero y legitimarle como dialogante frente a sus críticos europeos. Incluso pacta pequeños retoques a la Constitución que abrirán la puerta a los tejemanejes sanchistas, además de lavarle la cara en Europa y ante los masoquistas que le votan.
Al mismo tiempo, tiene usted en Galicia a un iluminado, Alonso Rueda, que impulsa una ley que castigará a quien se atreva a dudar de que un hombre pueda quedar embarazado.
En Andalucía a un Juanma Moreno tan imbuido del cacicato territorial que, cuando se le dan Cercanías ferroviarias y miles de millones a Cataluña, en vez de pensar en lo que significa de dislocación de España, lo primero y único que se le ocurre decir es que él quiere lo mismo.
En Ceuta mantiene al impresentable Juan Jesús Vivas, que, con tal de no aceptar la lógica del pacto con Vox, lleva desde 2009 pactando con el diablo, ya sea PSOE o, cuando ni con eso llega, como ahora, dándole la vicepresidencia segunda a Fátima Hamed, del partido promarroquí, algo que, en una zona de peligro como las ciudades autónomas, es derramar la gasolina para que Marruecos encienda la cerilla cuando quiera. Aunque quizá ese tipo de pactos es lo que usted tiene en mente a nivel nacional ¿puede ser?
Y en Madrid, el escaparate del disloque de su partido. Por un lado, el acomplejado de Almeida, aprendiz de Sánchez, haciendo lo contrario de lo que prometió, agobiando a multas solo recaudatorias a los madrileños, y, practicando su complejo poniendo palos en las ruedas a los manifestantes de Ferraz. Y, por otro, el verso suelto de Ayuso diciendo alto y claro que, con Sánchez, ni a comprar el pan.
¡Una jaula de grillos, don Cándido! ¿A eso le llama ser líder? ¿Y a eso le llama oposición?
Pero, si sus barones andan extraviados, ¿qué decir de usted mismo, que en agosto se reúne con Junts para negociar su investidura, y, cuando le sale mal, propone ahora disolver los partidos que promuevan consultas ilegales. Y encima haciendo suya una iniciativa que hace mucho tiempo que reclamaba Vox, partido al que abomina. Eso se llama ser consecuente y tener las ideas claras, ¡sí señor!
Como le decía en mi anterior artículo todavía no ha asimilado que es usted el culpable de que Sánchez esté haciendo lo que hace, porque, si hubiera tenido la sensatez de sumar con Vox en vez de demonizarlo, usted sería ahora presidente del Gobierno y España tendría algo más de tranquilidad, aunque imagino que no demasiada, porque en su solapa y en su pensamiento tiene grabada la malhadada Agenda 2030 que nos empobrecerá a todos para enriquecer a las grandes corporaciones globalistas, y que, en realidad, abre el camino a la desaparición de las naciones, cosa en la que, cierto es, Sánchez le lleva ventaja, aunque usted espera mejorar.
Pero insiste, don Cándido, en pactar con el autócrata, al que no hay más que verle la cara de burla en la reunión que tuvieron para saber qué piensa hacer con las opiniones de usted. Lo que piensan los españoles lo han captado bien Mortadelo y Filemón.
Acabo ya aquí este comentario a su persona y a su actuación, en la tristeza del mal porvenir que le espera a España si sólo usted y su partido son la alternativa a la tormenta de corrupción y despotismo que ahora la está deshaciendo.
Por cierto, ya hay quien también le cambia su segundo apellido y le llama Núñez Guaidó. Quizá usted sepa por qué.
Alfredo Vílchez